Iglesia.

588 45 93
                                    

TW: Fetiche relacionado con cosas religiosas, lenguaje obsceno, +18

Mentiría si dijera que no pensé en -ArxmoGrl mientras escribía esto.

Enjoy 💕

...

Iglesia.

Gloria a ti, señor Jesús.

—Amén.

Podéis ir en paz.

La misa concluye a la misma hora de siempre, a las seis con veinte minutos de la tarde. La gente se levanta de sus asientos, murmurando cosas sobre el servicio, alguna que otra risilla maliciosa, los niños emocionados de por fin salir de ese lugar aburrido y callado, para poder pasar lo que quedaba de domingo jugando videojuegos. El cura sonríe satisfecho viendo a su congregación partir, procede a hacer la misma rutina de siempre al finalizar una misa.

Entra en su oficina, se quita con cuidado la casulla y la cuelga. Le da un pequeño beso a la cruz que tenía en medio, para luego guardarla en el armario. Sigue con el Alba, la dobla, besa la cruz y la coloca en su cajón correspondiente. Se queda solamente con la sotana y un rosario que colgaba de su cuello, de piedras de alejandrita, el símbolo de Cristo hecho de plata.

Se sienta en su escritorio, tomando sus lentes y una libreta. Era costumbre anotar para él cosas que ocurrían en la misa, detalles que consideraba importantes. Que sermones dar, que persona se durmio, quien dió diezmo, lo típico.

Escucha un leve golpecito en la puerta de madera.

—Padre Yugi ¿Puedo pasar?

—Adelante.

Un monaguillo entra a sus apocentos, un niño de diez años de melena negra. Este, nervioso, agacha un poco la cabeza ante la presencia del padre. Yugi no puede evitar sonreír ante la inocencia del muchacho, se levanta de su asiento y se quita los lentes—. Mokuba ¿Que necesitas?

—P-Pues, iba a decirle que ya terminé mis quehaceres y pues, quería saber si me daba permiso de volver a casa—, la voz del infante sale en un suspiro tímido. Tenía sus mejillas empapadas de un tierno sonrojo.

Yugi ríe entre dientes y estira su mano, revolviendo sus cabellos de manera gentil.

—Adelante hijo mío, que la paz sea contigo.

—¡A-Amén!

El pequeño sonríe ampliamente y corre de nueva cuenta hacia la puerta, cuando pone sus manos en el picaporte, el cura le llama en voz solemne nuevamente.

—Mokuba ¿Ya nadie queda en la iglesia aparte de ti?

—A-Ah si, yo soy el último aquí. Obvio, aparte de usted padre.

El niño se retira. Al estar solo, Yugi deja escapar un suspiro pesado y lleva sus ojos a su reloj de muñeca. Eran las seis con treinta minutos de la tarde.

En aquel pequeño pueblo, solo había una iglesia. Dirigida por un amable y muy joven padre, que se ganó rápidamente el cariño de toda la congregación. En ese lugar no habían tenido suerte con sus curas, el anterior a Yugi embarazó a una chica de quince años (teniendo él casi cuarenta y cinco.) El anterior a ese se robó el dinero de los diezmos y se escapó con la esposa de uno de los feligreses. Y así una larga cadena de padres cuya moral era bastante cuestionable. Pero Yugi, de apenas veintinueve años de edad, parecía ser el bueno. Llevaba dos años dando misa en el pueblo y todo parecía en orden. Nadie se imaginaba, que después de cada domingo de misa, a diez minutos de la siete de la noche, en la modesta iglesia de la localidad; el mal tocaba a las puertas del recinto de dios.

Ideas sueltas. (Colección de Oneshots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora