• Día 13

692 59 42
                                    

Steve

Miré lo tenso que estaba Peter, apretando con fuerza el volante y con la mirada fija en el semáforo en rojo. Había quedado con su club de debate y le había obligado a conducir en el camino de ida. Era su primera vez por carretera y estaba realmente asustado.

– Relájate, Peter, lo estás haciendo muy bien.

Respiro profundamente, sin apartar la mirada de enfrente.

– Tengo miedo de hacer algo mal y chocar –dijo en apenas un susurro.

– No lo harás, estos días has estado conduciendo muy bien –apreté su hombro para reconfortarle–. Todo el miedo está en tu cabeza.

– No quiero decepcionaros a...

– No –le corté alzando una mano antes de que continuara–. Eso nunca, hijo, papá y yo estamos muy orgullosos de ti, como estudiante, pero mucho más como persona. Así que no dudes de tus capacidades.

– Una cosa no quita la otra, Pops –respondió, aunque con una sonrisa–. Las buenas personas también suspenden el examen de conducir.

– Sí, pero tú eres inteligente, y estas practicando todos los días. En apenas una semana ya has conseguido poder ir por carretera, y hasta has aparcado tu solo. Es más de lo que yo hice en el primer mes de prácticas –hice una mueca con el recuerdo.

Peter aceleró despacio cuando se puso en verde, moviendo los dedos en el volante con nerviosismo.

– ¿Cuánto tardaste en conducir por carretera?

– Uff... –di un suspiro, recordando mi horrible experiencia–. No recuerdo exactamente, pero sé que fue bastante porque mi padre decía que era un peligro –rodé los ojos, pero Peter rió–. Mi primera vez estaba aterrado, tenía 15 años, casi 16, y mi padre no dejaba de gritarme que acelerara sin miedo. Decía que parecía una tortuga, aunque con palabras un poco más vulgares que no repetiré.

– El abuelo siempre con tan buenas palabras –bromeó con una risa.

– Sí, definitivamente no he salido a él –continué bromeando–. La cosa es, que me puso tan nervioso que acabó con mi paciencia, terminé acelerando demasiado y pasó lo inevitable.

– Oh, Dios mío. ¿Te estrellaste?

– Sí, y nada menos que contra el escaparate de una tienda de electrónica lleno de televisores... –negué con la cabeza, queriendo olvidar aquel día–. Imagina el enfado que tuvo tu abuelo.

– ¡No puede ser, Pops! –Rió casi a carcajadas–. Seguro quiso matarte.

– Te aseguro que sí, y casi lo hubiera preferido en aquel entonces, porque me hizo trabajar en aquella tienda gratis hasta que pagara hasta el último televisor que rompí. Y como castigo extra los fines de semana me hacía ir con él a la base del ejército y ser quien les llevara los cafés en sus reuniones.

De reojo le vi hacer una mueca, probablemente lamentándose de mi mala suerte.

– El abuelo era muy duro contigo –murmuró pasados unos segundos.

– Sí, no lo puedo negar, pero él ha vivido una guerra y eso marca mucho a las personas –respondí.

– Ya lo sé, pero eso no debería ser una excusa para tratar mal a los demás.

Le miré y apareció una sonrisa en mi cara.

Peter era alguien tan compasivo y bueno que me llenaba de orgullo. Sé que tenía razón en esto, pero también sé que mi padre no lo hacía por maldad, si no para enseñarme a ser fuerte, aunque lo hiciera de maneras muy pesadas. Mi madre irónicamente era todo lo contrario y gracias a ella muchas veces me libre de los castigos de mi padre.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 24, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SUPERDADS - Día A DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora