«¿Por qué llevas ese gorro?»

343 22 45
                                    

—No lo encuentro... No lo encuentro... ¡No lo encuentro! ¿Dónde está? Si mamá o papá lo encuentran, me da algo...

Emma metió la cabeza debajo de la cama, pero allí tampoco dio con ello allí abajo.

—Si buscas mi queso, lo he olido durante toda la noche en la cocina. Es uno de mis talentos, ¿sabes?; puedo oler el camembert hasta en sueños. —Plagg estaba tumbado en la almohada con mirada perezosa.

—No busco ningún queso, Plagg. Estoy buscando el...

¡Emma! ¡Se te hace tarde! —oyó decir a su padre desde el salón.

—Es verdad, tengo que irme ya... Espero encontrarlo cuando vuelva —dijo Emma, agarrando su bolsa—. Plagg, entra aquí.

—Ya podrías estirarte y dejar que descansemos aquí, en casita. ¿No te parece mucho más divertido que ir el primer día al instituto?

—No, no. Hay que tener una actitud positiva. ¡Seguro que es divertido! Y llevaré camembert para ti.

—Eso suena mucho mejor.

Emma se despidió de sus padres, que la acompañaron con Hugo hasta la calle y le gritaron palabras de aliento, y fue con paso decidido hacia el Françoise Dupont. Iba murmurando con expresión crítica algunos mantras, sin apartar la vista de la punta de sus zapatos.

—Ni que fueras a tener un examen hoy mismo. ¡Relájate un poco! —le dijo Plagg desde el interior de su cartera.

—¡Estoy relajada! ¡Lo juro! Bueno, supongo que no estoy muy relajada. Es que no sé quién estará en mi clase. ¿Y si Bibi y yo no estamos en la misma...?

—¿Quién es esa Bibi?

—Es... una buena amiga —dijo Emma en voz más baja.

—Esa frase me da que sí que la he escuchado antes —bisbiseó Plagg, acicalándose los bigotitos.

Emma estuvo a punto de decir algo, pero un coche a toda velocidad se arrojó a un charco de la carretera, enviando toda el agua embarrada directa a la chica. Se paró en seco, empapada y sin asimilar el accidente. Si no había sido bastante, una bandada de palomas había echado el vuelo sobre ella, y una cagarruta aterrizó directa en su zapato izquierdo.

—¡Genial! Estoy relajadísima. No podría estar más relajada ahora mismo —dijo Emma, apartándose el flequillo mojado y resoplando. Plagg se reía malicioso, asomando la cabeza fuera de la bolsa.

—¡Guau! ¿Estás bien? —preguntó alguien a su espalda, haciendo que el kwami se escondiera. Emma no se percató y siguió quejándose en voz alta.

—Empezamos bien el primer día... ¿Cómo puedo tener tan mala suerte algunas veces?

—La verdad es que mucha suerte no tienes, creo —dijo el que estaba detrás de ella, consiguiendo que esta vez lo escuchara y se girara de un brinco.

Era poco más alto que Emma, de pelo rojizo hasta los hombros y piel morena. Le dedicaba una sonrisa mientras ladeaba la cabeza. Ella lo observó con escepticismo.

—Adelante; puedes reírte si quieres. Hasta yo me reiría si me hubiera visto —dijo la chica con gesto resignado.

—Tranqui, no me he acercado para reírme de ti. —El chico le extendió un paquete de pañuelos de papel—. Para que te seques.

—Ah... Vaya, muchas gracias —dijo ella con apuro.

—Por casualidad no irás al Françoise Dupont, ¿verdad? —preguntó él mientras Emma terminaba de limpiar la cagarruta de paloma.

🐞 MLB: Relevando a mis héroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora