#Twelve

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Los cuerpos friccionados y en éxtasis de aquel cúmulo de jóvenes, generaban un aire de sexo y descontrol que Elsa temía compartir. Esta noche más que ninguna otra tenía que mantenerse en sus cinco sentidos y activar el sexto si era posible. Por eso, no había tomado más que dos shots de Tequila, uno por mera diversión y el otro para asimilar el hecho de que estaba por declararse a su mejor amigo de toda la vida. La garganta aún irritada por el alcohol, le arde cuando suspira profundamente y se dirige hasta dónde cree que su amigo pueda estar.

Mientras avanza, todo se convierte en una jungla de manos, piernas y dedos agitándose a su alrededor, alcanzando a tocarla, lo que le proporciona un escalofrío súbito de pies a cabeza.

Sabe que está cerca porque la voz de Mérida farfullando reclamos hacia Jack por su descuido logra destacarse por entre la música alta y los murmullos acalorados de los colados.

Mira un poco más allá de la cabellera pelirroja de su amiga, y diagonalmente, justo contra una columna de la casa, nota a Jack, repantingado contra el yeso firme, despreocupado y sonriente a un par de personas que charlan con él, entusiastas. Él solía tener ese efecto en la gente.

Logra escurrirse hasta Jack, que automáticamente gira sus orbes azules hacia ella. Es alto, mucho más alto que ella, tal vez unos veinte centímetros, por eso tiene que subir la cabeza para poder verle, su cabello castaño, despuntado y rebelde, se ve brillante y casi puede percibir el delicioso aroma a menta con alguna otra esencia que desprende. No tarda en sonreírle, ni las piernas de Elsa en temblar, la hilera de dientes resplandecientes y rectos, la saludan hermosamente con las esferas azules hechas casi una línea. Jack era malditamente guapo.

Pero también era noble, gentil y paciente. Adoraba a los niños y ellos a él; era sensible y burlón, carismático, y aunque habían pocas personas en el mundo, incluyéndose, que lo habían visto inseguro, estaba también llenado de confianza y amor propio. Y eso era lo que le encantaba de él.

Todas las cualidades de Jack entran en guerra cuando Elsa comienza a divagar en qué fue lo que le hizo caer por él hace ya dos años. ¿Habría sido su sensibilidad? ¿O su inteligencia y astucia? ¿Tal vez su gentileza?, no tiene idea, tal vez sólo se levantó un día y notó lo hermosos que eran sus ojos y sonrisa, y de eso ya un buen tiempo.

Lo que sabía, pertenecía al hoy y al ahora. Y en el hoy y el ahora, estaba enamorada de Jack y necesitaba hacérselo saber.

Jack la escanea barriendo sus ojos desde sus pies a su cabeza, y la gente que hablaba con él ya se habían callado y aguardaban una señal para retirarse.

—Hey, Snowflake—. La saluda con un abrazo.—Te ves hermosa— le susurra al oído con voz amable y su brazo aún alrededor de su cintura.

—Gracias—. Le da un par de golpecitos en el hombro, necesita una tregua. —Tú tampoco estás mal.

Para nada mal, quiso agregar, pero no era momento.

—Lo sé—. Sonríe galante y ella se siente a sonrojar, pero se limita a encargarle la tarea de ocultar su rojez a la luces led del lugar.

—Mérida ya le puso precio a tu cabeza— busca desesperadamente zafarse de la inminente declaración.

—Oh, apuesto a que sí— se ríe flojamente, como el eco de una carcajada. —pero ya le prometí volver temprano y ayudarla a limpiar.

#TeQuiero (Jelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora