Capitulo 1

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Los banderines llenan las calles, por todas partes se ve el escudo del reino. Aldith corre detrás de un niño rubio que parece ser su hermano. Antes de que el niño llegue a la plaza, ella lo agarra de la mano y se lo lleva de vuelta al herbolario de su familia. Mira a su hermana menor.

-¡Johanna por Dios llevate al niño!

La niña mira a Aldith con dureza y, después de coger al niño de la mano, se lo lleva a dentro. La chica suspira y se dirige al tenderete exterior de la tienda donde su madre atiende al panadero. La mujer es enjuta y bajita, de brazos fuertes y piel morena. Mira a Aldith y le tiende un bebé envuelto en una manta.

-Llevalos a todos a la plaza y procura que se comporten.

-Si, madre.

Entra en la tienda y contempla a sus tres hermanos jugar en el pequeño espacio.

-Vamos a la plaza a ver el desfile.

El barullo general no atemoriza a Aldith si no que le da valor para gritarle a sus hermanos:

-¡NIÑOS! El rey y el príncipe vendrán a la plaza y tendréis que comportaros. Si no madre me echará las culpas.

Los niños se callan milagrosamente. Salen a la calle. Aldith lleva al bebé en brazos y al de dos años agarrado a la cintura, su hermana Johanna lleva de la mano al otro niño. Cruzan las calles atestadas de gente andando y caballeros a caballo. Llegan a la plaza, dónde hay un pequeño estrado de madera con unos tronos en el medio. Allí se colocarían el rey y el príncipe dentro de unos minutos. Aldith mira a su alrededor y de repente Johanna grita furiosa, observa como su hermano se precipita en medio de la multitud.

-¡NO! Johanna, toma y no te muevas de aquí. -Le tiende el niño a su hermana y sale corriendo - ¡Para! ¡Para ahora mismo!

Pero su hermano sigue corriendo. Ella ve como desaparece en el medio de la plaza. Sigue corriendo con mas rapidez pero el niño va muy aventajado. Cuando llegan a la frutería, ve como el niño se choca contra un caballo alazán, que relincha molesto. El niño se detiene y observa al caballo, temeroso.

Aldith llega corriendo y lo agarra fuertemente por la cintura.

-¡¿Se puede saber que estabas pensando?! ¡Te podías haber perdido! Hoy hay mucha gente ¿Sabes?

El niño se echa a llorar.

-No debería ser tan dura con él.

Una voz claramente masculina le habla a Aldith desde el caballo. Ella alza la mirada y ve a un chico de aproximadamente dieciocho años, de pelo muy negro y unos ojos verdes muy brillantes. Tiene unas facciones afiladas, que contrastan con sus labios carnosos. En lo alto de su cabeza se aprecia una figura brillante y dorada : una corona.

Aldith reconoce al príncipe inmediatamente y hace una reverencia.

-Alteza, siento muchísimo que haya tenido que presenciar esto.

-No ha tenido importancia. ¿Es su hermano señorita? Sois ambos muy parecidos

-Si, señor es hermano mío.

-¿Tiene mas hermanos señorita?

-Cuatro mas, alteza.

El la cara del príncipe se denota una clara sorpresa.

-¿Como se llama, señorita?

-Aldith, mi señor.

-Y... ¿Donde están tus hermanos, Aldith?

-Bueno...

Ella no puede contestarle pues Johanna aparece corriendo con sus dos hermanos :

-¡Aldith! ¡Aldith! Por fin te hemos encontrado...

El príncipe mira a los niños y le sonríe a la chica :

-Déjeme adivinar señorita, son los tres hermanos que le faltan.

-En efecto señor .

Aldith le sonríe a sus hermanos y les indica que se inclinen, ellos hacen una reverencia mostrando sus respetos hacia el príncipe.

-Bueno, Johanna ¿porque no llevas a los niños frente al estrado? Estoy segura de que asi presenciaréis el discurso en primera línea.

-Voy

Cuando la chica los ve alejarse se gira, y descubre que el príncipe la esta mirando fijamente.

-Parecen buenos niños, tus hermanos

-Lo son; algo traviesos desde luego, pero todos lo hemos sido alguna vez.

-En efecto. Además sois tantos...

-Oh, antes eramos siete, señor pero el invierno pasado cayeron enfermos. Lamentablemente el señor quiso llevárselos al cielo.

-Siento la pérdida.

-No se preocupe. Bueno me temo que me habré de marchar antes de que armen otro embrollo.

-Adiós, Aldith.

-Adiós, alteza.

Ella se fue corriendo después de hacer una reverencia, el príncipe se quedo contemplando su larga melena rubia desaparecer entre la multitud.

El hijo del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora