Capítulo 11

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Aldith se queda mirando el carruaje, abstraída en esa belleza que nunca se había atrevido a admirar.
La carroza que la condesa de Miraflores envió para ella es espectacular, de hierro y madera por fuera y de terciopelo por dentro. El terciopelo es azul oscuro, con los asientos color borgoña. Y cortinas del mismo color.
Aldith se siente mal en cuanto se sienta. Ella no pinta nada allí, piensa.
Tiene ganas de echar a correr y no parar nunca.
Divaga por sus pensamientos mientras su padre y se madre suben al vehículo.
Traquetean por los caminos de tierra seca y apisonada hasta llegar al palacete estival de la condesa.
Una criada, prima de Aldith, recibe a su familia y los lleva hasta un gran salón, adornado con mucho gusto.
En una esquina hay unos elegantes sillones y, en ellos está sentada la condesa.
-Bueno, así que tu eres Aldith.
-Si, señora Condesa.
La señora mira a la chica de arriba abajo, sometiéndola a un examen visual exhaustivo. Mientras, Aldith, tiene tiempo de observarla a ella.
Cabello castaño,recogido con clase, alta y regia, tiesa como un palo y muy delgada. Sin embargo, a pesar de ese aspecto inicial de frialdad, la señora sonríe con dulzura.
-Bien, querida, sientate. Tus padres pueden sentarse en esas sillas de ahí, si quieren agua, no duden en pedirla.
-Gracias.
Se sientan con rapidez en las sillas indicadas.
-Tengo entendido que eres muy buena cuidando niños.
-No se me da mal, señora. Pero lo que se me da mejor es limpiar. Soy eficaz y silenciosa.
-Tus primas me lo han asegurado. ¿Estás convencida de que quieres hacer la limpieza de noche?
-Me creo capaz para ello, señora.
-Estoy convencida, si. Como me vienes como como un dedal al dedo en estos momentos, te contrataré en periodo de prueba una semana.
-Oh, es perfecto, estoy segura de que no la decepcionaré, señora Condesa.
-No lo dudo. Enviaré a un paje a recojerte mañana temprano. No hace falta que traigas ropa. Sólo despidete de tu familia. Ahora, marchaos.
-Si señora, gracias Doña Condesa.
Hacen reverencias y marchan hacia el carruaje con paso alegre.
-¡Lo conseguí!
Aldith salta a los brazos de su padre.
-Tranquila, pequeña.
Suben a la carroza y se sumergen en un silencio cómodo.
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El príncipe irrumpe en la plaza principal buscando a un persona a la que sabe, no encontrará.
Sigue con la mirada a todas las chicas rubias que avista pero ninguna es la deseada. Debe de estar trabajando.
¡Pero si ni siquiera sabe en que trabajan sus padres! ¡Ni dónde vive!

¡No sabe nada de ella! Ata su caballo a las afueras de la ciudad y se echa la capucha para que nadie lo reconozca. Echa a andar sin rumbo fijo y se mete entre callejones hasta que llegada una plazoleta con una fuente y muchas flores. Se sienta en la repisa y esconde la cara entre las manos. Permanece quiero durante unos minutos cuándo de pronto oye unos pasos cercanos.
Se esconde detrás de unas buganvillas moradas y observa a Aldith, que entra en la plaza ante sus ojos asombrados.
La chica recoje unas flores ante la atenta mirada de Jack pero pronto se pone a escudriñar los alrededores con atención.
De repente...
Se oye el siseo del vestido al cortar el aire de un golpe seco y el príncipe cae al suelo con una chica rubia sentada encima.
-¡Sabía que me habías seguido Fernin! ¡Lo sabía!
-N-No conozco a ningún Fermin, Aldith. Soy yo.
Aldith palidece por momentos. Se intenta levantar pero Jack la detiene y con un rápido movimiento, intercambia los papeles :
Aldith está tirada boca arriba, con la cara del príncipe a pocos centímetros de la suya.
-Eh, tranquila, te perdono la equivocación.
-Gra-Gracias, Alteza.
-Tuteame.
-¿Por que?
-Por que odio todo lo que no separa, y que dejes de tratarme de usted, mengua un poco el abismo. Al igual que puede mermar esta distancia física.
Cuando la besa, los dos creen haber alcanzado el cielo. Los labios de ella son secos y están algo agrietados, pero para Jack saben como los ángeles. Los de él son suaves y carnosos y Aldith está segura de que esto es lo que se siente al ser amada.
Por que acaban de acabar con todas sus barreras físicas y acaban de derribar una emocional al confesarse su amor mutuo.

El hijo del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora