Capítulo 3

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Aldith se despierta al alba, se levanta del jergón y despierta a Johanna. Esta se despereza y observa como su hermana se viste. Pronto, se viste ella también, llegan a la cocina cuando su madre está haciendo las gachas, su padre ya lleva al menos  una hora en el campo. Aldith desayuna con su hermana al lado; ambas están medio dormida, los rubios cabellos de Johanna se meten en el cuenco de barro. Aldith los aparta. Cuando acaban, le hace una trenza y ella se hace una también. Se ponen los zapatos y van a llevarle el desayuno a los hombres. Cruzan el pueblo caminando y se dirijen a los campos de siembra. Los campesinos las saludan con la mano y ellas les van dando la comida. Se les unen las demás chicas del pueblo que llevan las demás viandas. Llegan a donde está su padre y le dan un beso. El les reparte las tareas

-¿Aldith? Por favor en el campo norte necesitan semillas de patata.

-Si, padre.

-¿Johanna? Cariño vete a llevarle el algodón a las chicas del pueblo.

-Si.

Las dos se dan un beso, se desean un buen dia y se separan. Ambas trabajan duramente hasta las diez de la noche y luego se dirigen todos al pueblo a sus casas. Sus hermanos están en sus camas, dormidos, los han visto a la hora de comer. Johanna come una manzana y se va a dormir en seguida. Aldith coge un cuenco y lo llena de sopa, su madre se sienta a su lado:

-¿Que tal el día cariño?

-Bien, solo he acarreado sacos.

-Bueno, todos reservamos fuerzas para sembrar los grandes.

En la siembra de los campos mas grandes, que sería en unos meses, trabajaba todo el pueblo, hasta niños y mujeres. Muchos morían por las inclemencias del tiempo, que variaban entre el calor, el frío y las tormentas, y otros por el esfuerzo realizado. Eran semanas duras en las que apenas se duerme, se trabaja desde las tres de la madrugada hasta la medianoche y solo hay una pequeña pausa para comer.

-Supongo que todo el mundo se esta preparando.

-Si... Esperemos que Johanna pueda aguantar todo el rato.

-Aguantará, yo le haré dos turnos para que duerma.

-No deberías hacer eso, Aldith, si no tu no dormirás nada.

-Madre, lo hago desde que ella tiene nueve años.

-Ten cuidado pequeña, hasta los hombres mas duros necesitan descanso.

-Lo se, pero mientras mantenga viva a Johanna no me preocupo.

-Ayer de noche, tu hermana me dijo una cosa muy curiosa. Hace mucho tiempo que nadie te veía sonreír y ella me contó que cuando os encontrasteis con en príncipe Jack, vio la mas sincera sonrisa en tu rostro.

-Solo intentaba ser amable, madre.

-Deberías intentarlo más a menudo, estas muy bella cuando te ríes.

La expresión de Aldith se torna desagradable. Le da las buenas noches a su madre y se echa en su jergón, agotada tanto física como mentalmente.

-¿Johanna porque le has dicho a madre nada de mi o el príncipe?

-¿De que me hablas?

-Sabes bien de lo que hablo.

-Lo siento, pensé que le gustaría disfrutar de que su hija mayor por fin es feliz.

-Johanna, no blasfemes, yo ya soy feliz.

-Hace casi dos años que no lo eres. Aldith, supera el tema.

-¿Que tema?

-Astrid, Jonh. ¡No fue culpa tuya!

-¡Si lo fue! Si le hubiera cambiado turnos a Jonh el no hubiera cogido esas fiebres, por lo tanto, Astrid no se hubiera contagiado.

Astrid era la hermana gemela de Aldith, ambas estaban muy unidas a su hermano Jonh así que cuando el enfermó, porque no quiso cambiarle turnos de siembra a Aldith, Astrid lo cuidó y enfermó también. Ya falta poco para que se cumplan dos años de su muerte y Aldith sigue atribuyéndose las culpas. Ahora hay gran diferencia de edades entre todos. Aldith lleva una gran carga sobre sus hombros, quiere hacerse cargo de sus hermanos pero debería pensar un poco en ella misma.

El hijo del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora