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La policía fue a la casa de Jughead cuando este los llamo. Los forenses metían a los gatitos en una bolsa negra  mientras que el entristecido pelinegro miraba al oficial que anotaba todo lo que Jughead le dijo haber visto.

—¿Y no escuchó nada? ¿Algunas pisadas? ¿Maullidos?— Preguntó el oficial.

—No. No sé si fue porque estaba dormido o tal vez alguien los mató y a propósito los tiro aquí--— Jughead tiene un tono desgarrador aunque no llora, pero tiene los ojos cristalizados.

—¿Eran suyos los gatos?— Pregunta la policía. Haciendo que el pelinegro lo mire con exaltación.

—No eran míos exactamente pero los cuide como si--

El guardia suspira. Bajando su libretita de notas. Jughead se le queda viendo. —¿Qué?— El pelinegro cuestiona, mirándolo de manera cuestionante mientras tiene las bolsas de sus ojos irritadas en rojo. Quiere llorar. Pero tras todo no lo hace.

-Vamos a investigar sólo porque esto puede contar como un caso de amenaza a muerte.

—Gracias.— Jughead le dice con un tono claramente enojado para dejarle saber al oficial su enojo. El oficial se va y Jughead se pone cabizbajo.

—No tengo... El número de Archie.— Jughead dice en un momento como ese. Pensando en que él podría ser mejor que cualquiera de estos policías. Aunque claro primero que nada tenía que preguntarle al pelirrojo si quisiera ayudarlo a encontrar quién mató a sus gatitos de una manera cruel. Y tirarlos así frente a su casa... El asesino de seguro no tenía corazón.

Jughead regresa adentro de su casa. Desanimado con la vida. Abre su nevera para sacar un pote de leche y bebe del pote. Exageradamente traga. Traga. Varías líneas blancas de leche se escapan de los bordes de su boca mientras bebe y coloca el pote de leche en la mesa frente a él antes de caer de rodillas al suelo con la boca manchada en blanco. Se siente triste y asustado a la vez. ¿De verdad habrá sido una amenaza a muerte?








Por otro lado, Archie estaba temprano en la mañana en una reunión con los yakuza. Todos dentro de una oficina blancuzca con locetas brillantes en blanco. El pelirrojo traía gafas de sol. Apenas se habían reunido todos pero aún el jefe no había entrado a la oficina a hablar de lo que sea que fuesen a hablar. El jefe entra de momento y los yakuza miran a la puerta, pero se sorprenden. Archie no entiende por qué la sorpresa hasta que también se da la media vuelta y se impresiona.

El jefe está entrando con un chico puesto en cuatro. Un chico que camina con sollozos. Llantos. Desnudo con una correa atada a su cuello. Pelinegro él con hombros anchos. Sangrando de una de sus fosas nasales. Golpeado con un ojo cerrado. Archie se queda más que impactado. ¿Acaso ese no era el joven hermano del jefe?

—¿Quién fue el tarado hijo de perra que se acostó con mi hermano?— Amenaza el jefe.

—Hermano.— Súplica el chico desnudo. El jefe cubre su desnudo cuerpo con una manta verde que había encima de un escritorio y mira a los demás.

—¿Quién fue?— Amenaza el jefe en un grito ensordecedor estampando sus manos contra la mesa de reunión. Incluso Archie se espanta.

Nadie hablaba.

—Como quieras.— El jefe habla y abofetea a su lloroso hermano quién solloza con dolor. Cubriéndose un cachete.

—Fui yo. Por favor no le haga más daño.— Se levantó otro de los yakuza. Cabizbajo con sus manos hechas puños temblorosos a los lados de su cuerpo. El jefe se le queda viendo. Al igual todos. Archie no sabía que uno de sus compañeros pudiese ser homosexual también o al menos estar acostándose con hombres. Pero era desde un principio un error acostarse con el hermano del jefe. No debió de pensarlo correctamente pues el hermano del jefe era un joven hombre guapo.

𝗥𝗼𝗺𝗲𝗼 & 𝗥𝗼𝗺𝗲𝗼 • JARCHIE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora