2. Ataque

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Mi segundo día en observaciones se había completado, así que solo me faltaba uno para poder volver a mi rutina diaria de ir a la biblioteca, ordenar los libros, sacar el polvo y ordenar mi cuarto. Estoy seguro de que, aunque hayan pasado solo un par de días ya debe de haber polvo encima de las estanterías y algún que otro escritorio cerca de las ventanas.

Vivíamos en un terreno baldío, habían dicho que era porque se hacían muchos tipos de investigaciones peligrosas de las que se prefería mantener alejadas a las personas civiles, así que, no se encontraba cerca de la ciudad, pero tampoco muy lejos de ella, por lo que, pasaban por provisiones una vez al mes para así mantener nuestros suplementos principales.

Se supone que hoy Dabi iba a venir a dejarme un par de libros sobre cualquier cosa que viera o que le pareciera interesante para leer durante la tarde, ya iba siendo la hora del almuerzo, así que, era muy probable que viniera luego de comer algo en la cafetería de la clínica, además, no eran permitidas las visitas en el horario de las comidas porque los internos solían entretenerse mucho con sus visitantes y debían comer de forma estricta si no el resultado que se obtuviera podría ser un poco alejado de lo que creyeron al principio, al menos, en mi caso, la enfermera me dijo severamente que tenía que alimentarme como corresponde porque mi cerebro iba a trabajar mucho estas semanas, debía darle la energía que necesitaba.

Traje a mi regazo uno de los libros que me había traído sabiendo que estaría ciertos momentos a solas, según lo que Dabi me había dicho es que este tipo de libros era muy común verlos en chicas adolescentes que sueñan con el primer amor, era un libro sobre romance juvenil.

Hace mucho tiempo, leía romances juveniles junto a mis libros de neuroanatomía y de autoayuda, pero hace un par de meses atrás me había entusiasmado demás con todo lo que estuviera relacionado de forma parcial o total a mi condición, por lo que, los dejé para cuando pudiera darme la libertad de disfrutar de ellos como lo hacía cuando quería escapar de mi realidad, aquella realidad que me había despojado de lo más preciado que podía tener, mis recuerdos y mi experiencia, al menos, no tuve que volver a aprender a leer o escribir, eso parecía mantenerse intacto.

El libro trataba sobre dos chicos, uno de ellos era ciego mientras que el otro no podía mover nada desde la cintura hacia abajo. Era una historia bonita, que hablaba sobre el crecimiento personal y los primeros amores en la vida, como es que era tan intenso como para no olvidarlo aunque no lo vieras nunca más, además de la fuerza y determinación de ambos para poder salir adelante con sus capacidades diferentes a las del resto, además, el chico que no podía ver tenía un talento innato para cantar mientras que el otro chico dibujaba maravilloso, el arte los unió en ese frío hospital y también fue el que no dejó que volvieran a separarse nunca más.

El romance juvenil no era lo mío, prefería más los textos de los que podía rescatar algo, pero este libro era tan hermoso, me había enseñado tantas cosas, por ejemplo, a no rendirme, a mantener la esperanza y a salir adelante por mí mismo. Este libro era mucho mejor que muchos que había leído en este año, que tenían la temática de autoayuda porque además hablaba de una bonita historia de amor que te dejaba deseando tener a alguien al lado mientras lo lees.

Miré el reloj que estaba en la pared frente a mí y decidí que como recién eran alrededor de las doce del mediodía podía dormir un poco antes de que vinieran a obligarme a comer todos esos alimentos que no tenían la cantidad de sal que me gustaba comer.

Suspiré dejándome caer en la camilla y subía las sábanas hasta cubrir mis hombros con ellas. Debía entrar en calor si quería dormir, aunque sea un poco antes de la hora de la comida, así que luego de unos minutos sentí mis ojos pesar cuando mis músculos se relajaron lo suficiente para dormir.

Esperaba no dormir demasiado.

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—D-duele, ¡duele mucho! —tomaba mi pequeña rodilla manchando mis manos con la sangre que brotaba de allí, parecía un rasmillón de nada, pero mi yo de cuatro años no pensaba lo mismo.

Kenbōshō || KatsuDeku ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora