CUATRO: Demian

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Demian


El domingo llegaba como una luz de esperanza frente a la terrible semana de Juliem. Ella se había pasado noches en vela, con mucho miedo, vigilando por la puerta y rezando para que su tío no entrará a perturbarla. Por suerte, no entró. Marga al parecer lo había puesto a raya o tal vez solo era cuestión de tiempo.

Salieron de la casa, a las diez como costumbre. Está vez, Marga vistió decentemente a su sobrina, estaba de buen humor por la presencia del marido. Juliem usaba unos vaqueros acordé a su edad y una blusa blanca entallada. Incluso había decidido comprarle un par de zapatos nuevos  de charol. Lo importante era que no usaría más vestidos por el momento y por fin la chica podía andar con toda comodidad.

Terminada la misa, Juliem se quedó unos segundos frente a Santa Bárbara, le llamaba mucho la atención las columnas salomónicas que la resguardaban lado a lado y los ojos vítreos de la efigie. Encendió su vela con el mismo cuidado de siempre, pero está vez su mente estaba en otro lugar, la asediaba la imagen de su tío, sentado junto a ella, tocándole la pierna y retirando su mano cuando Marga giró sonriente en busca de la mirada de su esposo. 

—¿En qué piensas? —preguntó una voz suave y atrayente.

—¡¿He?! —quedó perpleja al ver los ojos marrones de un chico de quince y sin querer la cera goteo en el dorso de su mano —¡Auch!

—¡Oh cielos santo! Ten cuidado —le dijo y sopló en su mano.

Ella de un respingo marcó distancia y dejó rápidamente la vela dónde correspondía.

—Soy Demian —se presentó el muchacho, un tanto avergonzado por asustarla.  Encendió su vela, la dejó junto a la de Juliem y se fue rojo de los nervios.

Ella no dijo nada concreto en ningún momento, nunca en su vida habló con alguien de su edad, mucho menos con un muchacho ¡Con el muchacho!

Poseída por JuliemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora