CINCO: Milagro

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Milagro

Los días turbulentos a causa del tío de Juliem, no importaban más. Ella tenía un motivo para sonreír, más bien alguien conseguía su sonrisa.
Luego de un mes, la muchacha nunca más aceptaría, sin protestar, el encierro en su habitación. Se veía con Demian durante las tardes de los jueves y viernes, en la hermosa pradera, por donde pasaba la vía férrea.

En esa temporada los tíos de Juliem salían de casa a menudo y ella aprovechaba su ausencia para ver a Demian tranquilamente. No sabía a dónde iban, tampoco ellos se dignarían a darle explicación, mucho menos ella pediría que le contarán, se conformaba con que tuviera libertad. Claro está que debía volver antes de las seis, porque era la hora cuando los verdugos, quiero decir Marga y su esposo volvían.

Los padres de Demian, tampoco se daban por enterados, no notaban siquiera la ausencia de su hijo y ese poco afecto familiar que ambos vivían, unió más a esos dos muchachos.

La única que sabía era la ama de llaves, Celestina, más bien se hacía la que no sabía. Su patrona Marga no le exigía que vigilará a Juliem ¿Cómo le exigiría, si la chiquilla era un posible monstruo?

Nadie parecía presto a interrumpir sus bellas tardes de amenas pláticas, juegos, risas y miradas tiernas. Además de que el tren no transitaba por esa temporada. Tenían todo el pasto suave para ellos. Que Juliem pudiera salir, respirar el aire puro de la pradera del ferrocarril, bailar junto a su amigo bajo la lluvia, tenía que ser un milagro concedido por Santa Bárbara.

Un viernes en especial, pasó algo inesperado para Juliem. Algo que revoleteo su estómago desde qué sucedió hasta el día siguiente. El muchacho de ojos marrones la beso ¡Sí! La beso con dulzura, con deseo contenido por ser la primera vez, pero igual de tierno e inolvidable para ella ¿Eso era la trampa del amor? No importaba, ella estaba decidida a deslumbrarse con esa magia.

Otro día especial fue un jueves, porque el chico que le gustaba, se acurrucó junto a ella y le dijo suavemente en su oído que la amaba. La tierna voz del muchacho taladró en el cerebro de Juliem.

—¿Te amo? —respondió ella en una pregunta.

Aquella frase la había escuchado entre sus fatídicos tíos, sin embargo, que él lo dijera era años luz de diferencia. Después de todo, si Demian se lo decía, su corazón saltaba de alegría.

Poseída por JuliemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora