DOCE: Posesión

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Posesión


Las constantes fiebres de la chica, requerían las visitas diarias de Demian. Pero nadie imaginaba lo que pasaba entre los dos. Él se había reconciliado con un sentimiento que creía muerto, ella empezó su venganza.

El cuerpo de Carmie, no solo albergaba su propia alma sino también poseía la de su madre. Ambas vivieron en completa armonía durante los años mozos de la niñez, pero llegada la edad clave, cuando la “desdichada” se enamoró, Juliem decidió tomar el control. En cada visita del médico, ella sanaba y volvía a enfermar cuando él se iba. Si Demian continuaba acudiendo a ese encuentro, llegaría el día que no podría apartarse jamás.

El extraño mal preocupó a las monjas, quiénes llegaron a sospechar de un horrible maleficio sobre la inocente Carmie, mientras que el cura Pinosa pensó en algo más peligroso que eso. Podía correr el riesgo de equivocarse, pero si su sentido agudo se alertaba, él casi nunca erraba.

Finalmente, Demian dejó de poner resistencia al perverso deseo que surgió en su alma, cuando quedó hechizado por Carmie. Él no pudo desatender la solicitud de su joven amada. Ella le pidió en un tono dulce, encantador y seductor que la llevara consigo. El médico accedió porque deseaba lo mismo. Entonces, no importó la esposa ni los dos hijos, lo único primordial yacía en la felicidad que viviría junto a su  amor.

Juliem curvo los labios de Carmie, mostrándose victoriosa por cautivar a aquel hombre enfermo, enfermo de amor y enfermo de deseo. En otro contexto, el alma de Carmie estaba aterrada detrás de la sonrisa que su madre la obligó hacer.

Demian llevó a su joven amante a la cabaña de sus padres difuntos. Estando a solas con ella, los besos cálido s que se dieron, lo embriagó de placer. Juliem creía tener la habilidad de despertar el deseo en un hombre mayor y creyó también que su hija era capaz de lo mismo. Ella no adivinó que la pobre Carmie gritaba horrorizada sin que su voz pudiera salir.

La mirada enamorada que Carmie le dirigía a Demian, era todo un engaño montado por Juliem. Ella simplemente quería venganza, anhelaba destruir la vida de quién      la abandonó a su suerte. Lo acusaba a él, culpaba a Demian de la trágica noche del 28 de mayo, porque si no hubiera estado débil a causa del desengaño, ella pudo escapar.

Él la recostó suavemente sobre la cama, besó con suavidad el cuello de Carmie, ella suplicó que parará, Demian no escuchó. No podía hacerlo. Solo escuchaba lo que Juliem le susurraba al oído. Le pedía insistentemente que la amara. Lo tentó para que las manos temblorosas del hombre desabrochen los pequeños botones de su blusa blanca.

El médico se detuvo en el segundo botón, porque los latidos acelerados de su corazón le impidieron continuar. Necesitaba un respiro, no obstante, por el deleite de aquel tierno placer estaba dispuesto a morir si fuera necesario. Continuó, pero las tibias manos de la niña lo detuvieron. Ella cruzó sus brazos en el cuello de Demian y con gesto coqueto pidió que vaya lento, él estuvo de acuerdo, era mejor disfrutar cada detalle.

El hombre sonrió le daría un tierno beso y...

…y… la puerta se abrió de un brusco portazo.

La esposa de Demian contempló la escena horrorizada.

Ella había decidido ir a la cabaña, obedeciendo a un extraño presentimiento. Su esposo había cambiado de un momento a otro, dejó de ser cariñoso y actuaba con total indiferencia. A ella no le quedó duda de la infidelidad del marido. Imaginó a la amante voluptuosa y con un estilo de vestir atrevido. Pensó en todo tipo de mujeres, rubias, morenas, altas y menudas. Carmie no cumplía con esas características; la esposa del sádico médico, nunca sospecharía la locura del cónyuge por una chiquilla.

—¡Eres un enfermo!  —vociferó la mujer y la decepción escurrió a través de sus lágrimas.

Frente a lo ocurrido Juliem sonrió triunfal. Consiguió lo que quería, logró su revancha y Carmie pudo respirar aliviada al verse a salvo de las garras del monstruoso Demian.

Poseída por JuliemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora