Ellos se fueron.
No podía recordar cuándo había caído de rodillas o cuándo se habían ido. No podía sentir el dolor sordo en su espalda que la había estado molestando durante días o el escozor en su rostro donde había sido golpeada. Solo podía sentir el vacío vacío. No podía salir de ella; ella no quería.
Un gemido acuoso rompió el silencio y la atravesó.
Recordó haber mirado pero no haber visto; dolía.
Luego la miró; la alcanzó, deseando que se acercara a él. Ella lo hizo.
Podía sentir el calor de su mano cuando la apretó. Jadeó y gorjeó mientras luchaba por hablar. Abrió la boca como para decir algo, pero solo brotó sangre. Ella lo miró fijamente, sus ojos desprovistos de emociones, su cuerpo entumecido.
Sólo cuando las puntas de los dedos calientes le rozaron la mejilla débilmente, supo que estaba llorando. No hubo sollozos; ni siquiera un gemido. Cuando registró sus lágrimas, el ojo marrón, lleno de determinación y coraje de acero, se desvaneció en miedo. Ella miró en silencio una lágrima, solo una, para reflejar la suya, deslizarse por su mejilla. Siguió su rastro con la mirada. Cayendo en el charco de sangre, fundiéndose con el carmesí.
Ella miró hacia arriba, pero el ojo ahora estaba vidrioso, congelado por el miedo. Sin embargo, su mano permaneció firme y segura en la de él.
Silenciosamente, avanzó poco a poco, acurrucándose en una bola en el suelo. Ella tiró de su brazo inerte por encima de su hombro mientras se inclinaba hacia él, buscando consuelo en el calor.
La sangre bajaba lentamente hacia su pecho, donde estaba su cabeza. Podía olerlo, sentirlo filtrarse en su cabello. Ella no le prestó atención. En cambio, cerró los ojos, deseando dormir.
[...]
Se detuvo justo antes de la valla rota. Sirius miró las astillas con desdén y se echó hacia atrás. En un segundo, volvió a estar de pie sobre dos piernas. Sin perder el ritmo, entró en la casa y echó un vistazo a las enredaderas muertas del porche delantero. Todo el tiempo, murmuró a regañadientes para sí mismo.
A pesar de las órdenes expresas de Dumbledore de permanecer en Grimmauld Place, la ruidosa ausencia de su primo ya se había hundido demasiado para que él fingiera no sentirla. Durante las últimas semanas, Sirius se había dedicado a recopilar la escasa información que la Orden había reunido sobre la desaparición de Tonks, así como sobre la de Ojoloco.
Para empeorar las cosas, Remus fue enviado a pasar un tiempo en ese infierno con la esperanza vacía de que cualquier cosa que pudiera averiguar de los hombres lobo haría que la Orden pareciera en una mejor posición. La verdad era que la moral de todos ya había caído al mínimo. Aparte del hecho de que no pudieron descubrir ni detener las actividades de los mortífagos, estaban perdiendo a los miembros de su Orden uno por uno.
Al parecer, la ausencia de Ojo-Loco Moody fue la última gota. Las reuniones fueron atendidas con expresión sombría que hizo que Sirius quisiera ahogarse en una tina de whisky de fuego. Las noticias que llegaron con estas tristes reuniones lo empujaron a golpear la mesa con la cabeza.
Hoy, cuando Kingsley regresó al ministerio; probablemente construyendo minuciosamente la mentira que explicaría la ausencia de Tonks, sea la que sea...
Sirius clavó el dedo del pie en el barro blando del jardín y sacó la bota para encontrar un suelo de color granate adherido a la punta. Se estremeció al pensar en de quién podría ser la sangre.
Lanzando un breve homenum revelio, Sirius entró pavoneándose en la casa. El estado de la casa era inquietante. El estómago de Sirius se retorció cuando vislumbró la sangre en el suelo. Sirius tragó saliva de forma audible, se encorvó y comenzó con lo que había venido a buscar; buscar pistas.
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¡No me llames Nymphadora! ❀ Remus&Tonks
FanfictionEl que no debe ser nombrado, quiere que Nymphadora sea parte de su ejército y Dumbledore decide permitir que la naturaleza siga su curso. Nymphadora, la vivaz bruja, decide unirse a este 'desafío'. En el camino, pierde más de lo que esperaba, sin em...