Capítulo 1.
Domingo 5 de enero del 2020. Tarde.
Leslie salió de la habitación con la mochila colgando peligrosamente en uno de sus hombros. Eric, su primo, soltó un suspiro de alivio, se levantó del sillón donde estaba sentado y le hizo señas con las manos para que se fueran. Sin embargo, Leslie lo ignoró, dejó caer la mochila en el suelo y fue hacia el espejo empotrado. Escuchó a Eric bufar y a su tía Mariana regañarlo en voz baja.
Una muchacha delgada, de cabello marrón, corto hasta los hombros, le devolvió la mirada con dos brillantes ojos ámbar. Su rostro estaba cubierto de pequeñas aplicaciones de protector solar. Leslie lo regó con cuidado mientras escuchaba el retumbar de unas zapatillas sobre el suelo.
Un silbido, venido desde afuera, acabó con la paciencia de Eric.
—Denis nos está esperando —dijo Eric, colocándose detrás suyo. A pesar de ser su primo hermano, no guardaban mucho parecido físico: él era mucho más alto y ancho que ella, además, su piel estaba quemada por el sol y su cabello era castaño claro. Lo usaba largo y casi le cubría su par de ojos ámbar: el único rasgo que probaba que eran familia cercana.
—Dame un momento... —murmuró Leslie mientras recogía su cabello para amarrarlo en una cola.
—También deberías intentar protegerte del sol —intervino su tía Mariana, la madre de Eric, también apareciéndose tras el espejo—. Y deberías cortarte el cabello, lo tienes muy largo, ¿qué es lo que pareces así?
Eric suspiró y la expresión de su rostro se suavizó.
—La próxima semana, mamá —prometió. Luego, se dirigió a su prima—: ¿Nos podemos ir ya, por favor?
—Sí, sí. Vamos —contestó la aludida, agachándose y tomando su mochila de vuelta—. Ya venimos, tía.
—Sí, ya venimos, mamá —repitió Eric, caminando hasta la puerta.
—No se demoren. Hija, ten cuidado con las culebras, a veces se cruzan por el camino.
Leslie le sonrió y se dio la vuelta para seguir a su primo hacia la puerta. Denis, el amigo de su primo, los esperaba afuera, recargado en la pared de la casa. Era un muchacho moreno, más bajo que Eric y que usaba un corte casi militar. Leslie lo saludó con una mano y él le sonrió.
Los tres muchachos se pusieron en marcha y empezaron a caminar por la pista de tierra. El inmenso sol que se alzaba sobre sus cabezas no demoró en provocar que su piel ardiera como si estuviera siendo avivada por las llamas del infierno.
Así era el clima en Los Limos, un pequeño pueblo ubicado en una ciudad del norte del país, la misma que era apodada como la ciudad del eterno verano. Leslie había escuchado, de sus padres y algunos de sus compañeros de universidad que habían viajado allí con anterioridad, que el calor por allí era mucho más que insoportable, pero siempre creyó que estaban exagerando. Ahora se daba cuenta que era ella quién se había equivocado.
Los Limos era el pueblo donde su padre había nacido y vivido los primeros veinte años de su vida, antes de que decidiera emigrar a la capital donde conoció a su madre. Leslie y sus padres habían regresado al pueblo para celebrar las fiestas de Navidad y Año Nuevo con la familia que no veían hace casi diez años. Se divirtieron mucho esa semana, pero ellos se fueron del pueblo cuando las fiestas acabaron, dejando a Leslie en la casa de sus tíos.
Leslie iba a extrañarlos, pero le emocionaba mucho estar allí. Era un pueblo bonito, pequeño, con apenas mil habitantes, que estaba alejado del tráfico y que tenía un bosque precioso, un río ancho, quebradas y quebradillas, hectáreas y hectáreas de campos de cultivo, y animales y plantas de todo tipo. Además, Los Limos pronto sería el escenario de uno de los eventos naturales más hermosos: el florecimiento de los guayacanes.
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El bosque de las brujas
Mystery / Thriller🏆| Ganadora de los premios Wattys 2021. Leslie Valera ha regresado al pueblo de Los Limos después de diez años, decidida a aprovechar las vacaciones de verano y divertirse en compañía de su primo. Sin embargo, sus días de ocio son frustrados por la...