Capítulo 7.

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Capítulo 7.

Sábado 11 de enero del 2020.

Eric la despertó muy temprano al día siguiente, cuando todavía era de madrugada. Leslie se levantó a regañadientes de su cama y se vistió a oscuras y sin ánimos, quería volver a dormir pero su primo no dejaba de tocar su puerta cada dos minutos para susurrarle que se apurara en salir.

Leslie lamentó, por unos instantes, haberle pedido que la llevara a fotografiar el amanecer en el bosque pero, como ya era demasiado tarde para echarse para atrás, se guardó las quejas y el arrepentimiento. Abrió la puerta y salió con la mochila colgando en uno de sus hombros. Su primo estaba medio sentado en el apoyabrazos de uno de los muebles de la sala y la miraba con impaciencia.

—¿Tanto te demoras?

No le respondió y caminó hacia el baño, dejando su mochila encima de la mesa del comedor. Salió unos minutos después con la cara lavada y el cabello amarrado en una improvisada cola.

—Vamos que falta poco para que amanezca.

—¿Qué hora es? —preguntó Leslie conteniendo un bostezo.

—Las cinco y cuarto —contestó Eric—. No me culpes, en verano amanece más temprano. ¡Vamos!

Estaba muy oscuro fuera, las casas estaban cerradas y solo había unos pocos madrugadores caminando por allí, algunos con machetes bajo el brazo y otros vestidos con los uniformes de sus trabajos. Eric empezó a caminar y Leslie lo siguió arrastrando los pies, no hablaron durante todo el trayecto.

Cruzaron la carretera solitaria y tomaron el sendero rodeado de inmensos árboles que los llevaba al bosque. Había pisadas sobre los charcos de lodos dejados por la llovizna de anoche, empaques vacíos y papeles por todo el camino, la prueba irrefutable de que el lugar fue visitado por viajeros irresponsables, Leslie arrugó la nariz, muy disgustada, pero fue Eric el que murmuró, con la voz cargada de desprecio, algo que sonó como "turistas".

La vista se aclaraba a la par que ellos se internaban en el bosque y se empezó a escuchar el hermoso y relajante canto de los pájaros desde las copas de los árboles, Leslie incluso distinguió la silueta de pequeños animalitos saltando y chillando por el monte, ella juraba que eran ardillas pero no tenía manera de comprobarlo. Lo positivo era que su malhumor estaba desapareciendo.

Eric se detuvo en un tramo con un paisaje magnifico y examinó los alrededores antes de insinuarle a Leslie, con un significativo movimiento de cabeza, que podían subir una loma. Ella aceptó, encantada, y trepó casi corriendo el montículo de tierra.

El paisaje que se abrió ante ella era magnifico, lleno de amarillo y azul, y provocando que se quedara sin habla por unos segundos. Eric le apretó el hombro con cuidado y dijo algunas palabras que Leslie no comprendió, luego se alejó y, casi al instante, ella dejó caer su mochila en el suelo para sacar su cámara y encenderla.

Se encargó de tomar fotos de todo, del cielo, los árboles, la alfombra dorada que se extendía por todo el bosque, del amanecer y el sol saliente, de la ardilla distraída que intentaba trepar un guayacán e incluso a su primo que cantaba muy bajito bajó la sombra de un frondoso árbol. Cuando terminó el sol ya estaba en su punto más alto y ella regresaba, cansada y satisfecha, al sitio donde estaba Eric.

—Creo que son las mejores fotos que he tomado en mi vida —comentó ella con alegría mientras se dejaba caer al lado de su primo.

—De nada —murmuró Eric.

—Gracias, gracias —dijo ella captando la indirecta—. Gracias por tomarte las molestias, te lo voy a pagar, ¿está bien? Hoy lavo los platos del almuerzo, ¿feliz?

El bosque de las brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora