Capítulo 5

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Capítulo 5.

Miércoles, 8 de enero del 2020. 

Leslie era impaciente y no estaba feliz con la idea de tener que esperar un día más para ver el florecimiento de los guayacanes. Consiguió persuadir a su primo de llevarla en la tarde, después del almuerzo, pero, para su muy mala suerte, la lluvia que cayó a partir del mediodía frustró sus planes y la obligó a quedarse encerrada en casa.

Ahora estaba en su cuarto, sentada en la silla con los hombros apoyados en el escritorio detrás suyo mientras veía como su primo, trepado en una escalera de madera, ataba una soga en un clavo colocado muy cerca del techo.

—¡Listo! —dijo bajando de un salto de la escalera—. Ya está, para que duermas tranquila.

Ella levantó las cejas, sorprendida, mientras Eric estiraba la malla del mosquitero para darle forma y enseñarle a su prima como cubría toda la cama.

—¿Y no se va a caer? —preguntó Leslie al tiempo que se levantaba para examinarlo más de cerca. Jaló con considerablemente fuerza uno de los extremos y se alegró de comprobar que parecía bien sujetado. No se imaginaba el susto de muerte que significaría que el toldo cayera encima de ella en medio de la noche.

—Claro que sí. Tiene todas las medidas de seguridad. También es antisísmico —contestó Eric con una sonrisa pícara.

—Bueno...

Leslie levantó la tela, se metió por el hueco y se acostó en la cama de un golpe. Se sentía desanimada, había abrazado la idea de conocer el bosque ese día pero la lluvia lo arruinó todo en cuestión de minutos. Se imaginaba que fuera ya se habían creado los lodazales y charcos de agua que impedían abandonar.

Entonces sintió que la cama se hundía en uno de los extremos. Levantó la cabeza y encontró que su primo también se había metido debajo del toldo para sentarse sobre el colchón.

—Mañana va a haber sol, vas a ver —aseguró Eric.

—Ojalá —murmuró Leslie.

—Es aburrido cuando llueve, ¿no? —Eric no quería dejar morir la conversación—. Tienes que preocuparte por sacar el agua de la casa y esas cosas. Aunque cuando era niño salía a bañarme bajo la lluvia y con los chicos jugábamos a meternos en el lodo... ya te imaginaras que regresaba con la ropa asquerosa y me daban la gritada de mi vida pero que me importaba en ese momento... —añadió con nostalgia.

Leslie se levantó con lentitud y apoyó la espalda en la cabecera de la cama para escuchar mejor a su primo.

—Y otras veces cuando llovía también teníamos que apagar todos los artefactos y esas cosas. Entonces se venían dos de mis primos y un chico que vivía a dos casas de aquí (se casó el año pasado y se fue con su pareja) y nos poníamos a contar historias. Estábamos horas y horas hablando hasta que la lluvia paraba y cada uno tenía que irse a su casa. Eran buenos tiempos, cuando era niño y no tenía muchas cosas de las que preocuparme —finalizó Eric con un suspiro.

—¿Y qué tipo de historias se contaban ustedes? —inquirió Leslie aunque ya tenía una idea bastante aproximada de lo que su primo hablaba.

—De terror y esas cosas. Con las que nos asustaban de niños, tú ya sabes.

Leslie acertó sus suposiciones.

—¿Cuentos de brujas y eso?

—Ajá —contestó Eric—. Pero no era solo eso, hay más cosas por aquí. ¿Has visto los ceibos? Esos árboles grandes y anchos que son de color verde, están por toda la carretera cuando vienes para acá, debes haberlos visto al entrar. —Leslie asintió, recordando haber preguntado a sus padres por ellos, y su primo sonrió—. Bien, pues hay uno al lado de una quebrada, en la misma recta de la pista, en el que dicen que se aparece el diablo a las doce de la noche y se lleva a todo el que encuentre por allí.

El bosque de las brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora