Capítulo 10

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Capítulo 10.

Lunes 13 de enero del 2020.

—Vamos, sube, tengo que cambiarte los vendajes —insistió Adara.

Leslie estaba parada al pie de la escalera, agarrando con una mano entumecida el barandal de madera y mirando con terror a las tres mujeres al frente, había recordado una historia que no hizo más que estremecerla de pies a cabeza. La parte racional de su cerebro no funcionaba, pero sí sus sentidos y eran ellos los que le pedían gritos que saliera corriendo de allí.

Pero era más fácil pensarlo que hacerlo, si eran ellas, si de verdad eran ellas, ¿cuántas probabilidades tenía de salir de allí con vida?

Escaneó sus rostros con lentitud y cuidado, intentando convencerse de que no había nada raro en ellas, que no eran más que inocentes mujeres que la acogieron en su momento de necesidad, pero era difícil pensar en eso cuando las tres, allí arriba, se veían como fieras a punto de lanzarse sobre su presa.

Leslie sentía a su corazón latir desesperado contra su pecho.

Adara separó sus labios pero ningún sonido salió por ellos, Carina se había adelantado.

—Ella es Leslie —dijo a la mujer vestida de negro—. Adara la trajo ayer, le quitó a un puma de encima.

—Nada del otro mundo —suspiró Adara.

La mujer no respondió y a las otras no les importó. Ella empezó a bajar por las escaleras con lentitud y su cabello se agitó con elegancia por el movimiento, cuando estuvo a pocos escalones de Leslie, esta se apartó con brusquedad y se estrelló haciendo un ruido sordo contra la pared. La otra mujer no reparó en ella, pero Leslie creyó ver como se formaba una fugaz sonrisa en su rostro.

—Es Venus, nuestra hermana —dijo Carina desde el segundo piso.

Leslie siguió en silencio, y con el corazón en una mano, la trayectoria de Venus hasta la puerta principal. No sabía que decir o hacer, sentía que sus piernas habían sido reemplazadas por dos gigantes bloques de concreto que la obligaban a quedarse quieta en su lugar.

Carina había confirmado sus sospechas: era su hermana, todas lo eran. Tres mujeres, tres hermosas hermanas, tres brujas malvadas.

Leslie sintió como si un bloque de hielo se deslizara por su garganta.

—Leslie —llamó Adara con cansancio—. ¿Vamos ya?

No quería subir, pero no tenía otra opción.

Cada pisada significó un esfuerzo descomunal para Leslie.

Manos delgadas acariciaban su cuello con suavidad mientras envolvían pedazos de tela sobre sus heridas semiabiertas. Leslie se mantenía quieta como una estatua, decidida a no estorbar el trabajo de Adara y, al mismo tiempo, intentando calmar su agitada respiración.

El miedo se mantenía sobre ella, como envolviéndola, pero Leslie intento que su cerebro apelara a sus sentidos, recordándose que los cuentos de brujas no eran más que eso: cuentos. Además, pensó, no tenía motivos para creer que ellas lo fueran, ninguna había hecho nada extraño en su presencia, eran mujeres normales y era ella, Leslie, la que las estaba juzgando mal por una leyenda para asustar niños.

Se lo repitió en silencio decenas de veces y se alegró de comprobar que funcionaba, los latidos de su corazón se normalizaban de a poco.

Adara se alejó de ella con una sonrisa pocos minutos después, miraba satisfecha su obra. Leslie se pasó con delicadeza una mano por el cuello.

El bosque de las brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora