Parte 6

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Habían pasado unos treinta minutos desde que Giorno había dicho que iba a cambiarse, y la rubia aún no daba señales de vida. El Dr. Kujo tampoco estaba a la vista, aunque a la mayoría no parecía importales, porque Kakyoin, quien sabía muchísimo sobre delfines gracias a su esposo, se encargó de distribuir algunos visores y chalecos salvavidas (aunque solo Trish y Fugo los aceptaron) y llevar a todos cerca de una manada de esos amigables mamíferos acuáticos.

Pero habían dos personas en el grupo a la que ni todos los delfines del mundo podrían hacerles olvidarse de la rubia, y esas personas eran, por supuesto, Mista y Abbacchio.

- Oye, Bucciarati. - Mista se había acercado a nado al punto donde se encontraban Leone y Bruno, escuchando a Jolyne hablar sobre la vez en la que un pez globo mordió a su tío Josuke (aunque en realidad, solo el pelinegro prestaba atención de verdad). - Giorn... Giorgia lleva mucho tiempo cambiándose. ¿Crees que le haya pasado algo?

- Mmmhh... - Bucciarati lo pensó por unos segundos. Por una parte, eran muy poco conocidos en esa parte del país, a demás de que Giorno era prácticamente irreconocible en estos momentos... Siempre existía la posibilidad de que alguien los reconociera y la atacaran por el simple hecho de saberla involucrada con los altos mandos de Passione... Aunque con sus habilidades de pelea y su stand extremadamente OP, era más que capaz de defenderse sola. Pero bueno, era mejor pecar por precavido, ¿cierto? - No, pero de todas formas, ve a buscarla.

Sin perder el tiempo, Mista nadó de regreso al bote, con Abbacchio detrás de él. Ambos estaban lo suficientemente preocupados para no discutir por idioteces mientras el moreno recogía discretamente su pistola, y ambos se acercaban sigilosamente al camarote tras una rápida inspección a la cubierta.

Guido llamó a la puerta, y tras unos segundos sin obtener respuesta alguna, Leone giró de la perilla, notando que la puerta estaba asegurada por dentro. Ambos se disponían a utilizar recursos más violentos (taclear la puerta o volar la cerradura a balazos) cuando alguien abrió desde el interior.

Ignorando la imponente figura del Dr. Kujo, que bloqueaba parcialmente la vista de la habitación, ambos buscaron a Giorno, quien se encontraba sentada en la cama, aún con su vestido de verano, observando el piso como si fuera la cosa más interesante del mundo.

- ¿Giogio? - Preguntó Mista, con un tono bastante suave que no logró ocultar del todo la tensión en su voz. No tuvo respuesta.

- ¿Qué le hiciste, infeliz? - Siseó un furibundo Abbacchio, mientras tomaba al biólogo del cuello de la camisa, importándole poco (o nada) que el pelinegro fuera varios centímetros más alto que él.

- Yare yare daze... No le hice nada a su jefa, solo hablamos. - Replicó Jotaro, con su habitual monotonía.

- ¿Cómo sabes que es nuentra jefa? ¿Quién te envió? ¿Quién demonios...

- Abbacchio, déjalo. - Ordenó Giorno. De mala gana, el ex-policía lo soltó. El japonés ni siquiera miró en su dirección: se limitó a acomodar su gorra y alejarse hacia la orilla del barco, para quitarse el traje (revelando una camisa acuática de mangas largas y unos shorts azul marino) y adentrarse al agua.

Una vez que el misterioso hombre estuvo fuera de su vista, ambos simps dirigieron toda su atención hacia la rubia.

- ¿Estás bien, Giovanna? - Preguntó el peliblanco, un poco más tranquilo al notar que no había daño físico aparente. Sin embargo, la chica no dejaba de mirar al suelo.

- Mi padre... Mi padre está muerto. - Respondió simplemente, la voz quebrándose un poco en la última sílaba.

Mista ni siquiera pensó: Su cuerpo se acercó solo al de la chica, para envolverla firmemente en un cálido abrazo. Notó como ella temblaba ligeramente, y por un segundo, pensó que estaba llorando, aunque no era el caso: Giorno jamás lloraba.  En su mente bullían cientos de preguntas respecto al misterioso padre de su Don, pero era lo suficientemente prudente para no dejarlas salir.

Giorno es... ¿Una chica?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora