5. Proyecto, hacerlo más personal

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El tiempo pasaba volando, ya solo quedaban tres semanas de vacaciones y se suponía que debía entregar el proyecto cuando ingresase al colegio

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El tiempo pasaba volando, ya solo quedaban tres semanas de vacaciones y se suponía que debía entregar el proyecto cuando ingresase al colegio. Castiel hizo su rutina ya establecida; primero ayudó a su padre en los quehaceres domésticos, segundo, hizo el almuerzo. Una vez acabado todo ello, pudo sentarse frente a su ordenador.

En tan solo pocos días logró recaudar muchos datos importantes que le ayudaban avanzar su proyecto, pero aún así sentía que algo faltaba; según el profesor Bast, le dijo que el proyecto debía ser algo personal, pero, ¿cómo podría hacer eso? Por ahora quitó esa preocupación de su cabeza, tenia que concentrarse en la formulas que estaba planteando en su hipótesis.

Como cada medio día, su padre le subió un vaso de té, y se quedaba un rato mirando la pantalla; se daba cuenta del enorme esfuerzo que realizaba su hijo para conseguir la beca. Pero no escondía su desagrado por los patinadores.

—¿Cómo vas, hijo? —preguntó dejando el vaso con el líquido en el escritorio.

—Bien… —contestó sin dejar de mirar la pantalla— justo estoy calculando esta fórmula, casi termino y gracias por el té.

—¿Sabes? Entiendo que necesitas esto para aprobar, pero yo no puedo ver más allá de ropa colorida.

Castiel cerró su ordenador y se giró a ver a su padre.

—Pa… ya hemos hablado de eso, es un deporte, déjame decirte que en estos días he visto que no es nada sencillo hacer lo que ellos hacen, se esfuerzan mucho para conseguir sus saltos. —El joven habló con algo de enojo, no le gustaba escuchar a su padre decir esas cosas.

El señor sintió el enojo de su hijo y se disculpó.

—Lo siento, Cas. Me deje llevar por los prejuicios. No me gustaría que te envolvieras tanto en el proyecto y dejaras la beca a un lado.

—Créeme, eso nunca pasará.

—Eso espero, yo me moriría si te viera usar un traje como esos, bueno, me voy, tengo que dictar clases.

—Pero son vacaciones, padre.

—Recuerda que tengo que traer dinero a la casa, pero solo será hoy y mañana. Luego pasaremos el resto tu y yo.

—Esta bien, cuídate papá.

El papá de Castiel se despidió con un beso.

Castiel se quedó mirando la puerta por donde había salido su padre, agradecía a Dios, por la bendición de tener un padre como Chuck, claro que no era prefecto, pero no podía negar el amor que el mayor le daba. Muchos padres se hubieran sumado al alcohol al perder a su pareja, sin embargo, el suyo fue valiente y se puso la familia al hombro para salir adelante. Castiel, extrañaba a su madre, pero era feliz con su papá.

Levantó la vista hasta el reloj que colgaba en su puerta, la hora si que pasaba rápido. Debía darse prisa. Regresó a su proyecto, tecleó unas cuantas palabras más y dio por acabado. Se sacó la ropa, quería tomar un baño antes de salir con su amigo.

Mientras tomaba la ducha su mente viajó aquel día en que vio a Dean patinar. Las imágenes se reproducían solas, Dean dando saltos en el aire, girando; todas las imágenes se trataban de Dean Winchester. Castiel abrió sus ojos, sacudió su cabeza, no era posible que estuviera pensando en el hermano de Sam.

Decidió que era hora de acabar el baño. Como ya tenia su ropa lista se vistió; luego de quince minutos, el ojiazul se encontraba listo.

Llegado la hora acordada, tomo sus llaves y su casaca.

—Vamos —le dijo a Johan.

—Si, debemos darnos prisa, ya sabes, quiero tener un buen asiento en la sala.

El par de amigos había acordado salir al cine; Johan se había encargado de convencer al papá de su amigo, no era que el señor Chuck era estricto, solo que no le gustaba que su hijo saliera a menudo de casa. Pero después de tanta insistencia, logró conseguir su permiso.

Sin decir nada más, ambos se subieron al vehículo de Johan y se pusieron en marcha al cine, esperando que nada malo les pasara.

(…)

La boletería del cine estaba repleta, había una enorme cola para conseguir los boletos y no era para más, las películas de superhéroes siempre eran las más esperadas.

—Debimos comprar los boletos por internet, Johan —se quejo Castiel.

—No quería perderme la sensación de pelear por las entradas —El de ojos azules, lo regaña con la mirada—. Lo siento, pero admite que es divertido.

—Como sea, espero que podamos conseguir las entradas para la función de las 4.

—Ya veras que si, Cas —le dijo Johan, que no dejaba de ponerse en puntas para ver si la cola avanza —. ¡Oh! —exclama el chico, llamando la atención de Castiel.

—¿Qué viste? — le pregunta curioso.

—Sam Winchester —responde —. Está casi por entrar a la boletería, que suerte.

—¿Está solo? —Castiel quería saber si estaba con Dean, pero no entendía la razón de eso.

—No, está acompañado, parece un hombre quien lo acompaña.

El corazón de Castiel empezó a latir, imaginar a Dean en la misma sala, disfrutando de la misma película, le alegró. Pero esa felicidad se esfumó al darse cuenta en donde estaba parado. Así que se le ocurrió una idea y se lo dijo a Johan.

—Oye, y si le pedimos a Sam, que por favor nos compre los boletos.

Johan, miró extrañado ante la sugerencia de su amigo.

—¿Estas diciendo que nos salteamos la cola? —preguntó sorprendió.

—No sería colarse, además no es necesario que los dos estemos haciendo la cola, ya que una sola persona puede comprar las entradas que desee.

—No puedo refutar ante esa lógica, esta bien, pero tu tendrás que decirle.

—¿Por qué? Tu también podrías hacerlo.

—Si, claro. Solo tengo un curso con el, tu eres el más indicado. Recuerda que lo grabas para tu proyecto, algunas palabras habrás cruzado con el.

Castiel hizo memoria…

“Si me grabas mientras me caigo, y lo subes a la red, considera cambiarte de escuela”

—Eh… digamos que sí.

—Bien, entonces hazlo, yo me quedaré aquí, no deseo perder la cola, por si acaso Winchester se niega.

Castiel inhalo y exhalo aire, como para darse valor. Caminó entre las personas y en la parte de adelante, casi a cinco personas de entrar a la boletería se encontraba Sam; a pesar del frío, y que este tuviera un gorro, lo sacó por su cabello largo. Y como le dijo Johan, no estaba solo, pero no podía ver el rostro de su acompañante, pues el otro sujeto, que pensó que era Dean, le estaba dando la espalda.

El de ojos pardos se dio cuenta de la presencia de Castiel y cuando estos dos se vieron a los ojos, a Cas no le quedo de otra que acercarse. El ojiazul estaba muy nervioso, sus manos sudaban. Reunió valor para acercarse y lo hizo.

—¿Castiel? —mencionó Sam, que hizo que su acompañante se diera la vuelta.

La expresión de decepción en el rostro de Castiel se hizo presente, pero aún así saludo a Sam.

—H-Hola —saludo Castiel.

—¿Qué haces aquí? —pregunto Sam.

—Pues yo…

Castiel estaba avergonzado, y apenado. El ya no sabia si era correcto estar ahí, además la ilusión por ver a Dean se esfumó, aunque internamente se cuestionaba porque que deseaba ver a Dean.

—¿Qué sucede, Castiel?

—Eh… Nada. Solo quería pedirte un favor.

—¿Cuál?

—Este… yo… —volvió a coger a iré y expulsarlo —. ¿Podrías hacerme el favor de comprar dos entradas? —Sam entre cerro sus ojos —, estoy con un amigo y estamos hasta atrás —señaló la fila del fondo—. Por favor.
—Amigo, eso es deshonesto —habló Gabriel, que no se había presentado, pero más que nada, analizaba al ojiazul.

Castiel agacho la cabeza.

—Amor… —regañó Sam a su novio. Causando un impacto en Castiel, quien levantó su rostro y miró a la pareja —. No seas así, no ves al pobre —el de cabello largo dirigió su mirada a Castiel —. No te preocupes, pasa tu dinero y te compro las entradas, dijiste dos, ¿cierto?

—Eh, si. Digo, Sí.

Castiel busco en los bolsillos de su casaca y no encontró la billetera, se golpeó mentalmente, ya que recordó haberlo dejado en el vehículo.

—Lo siento, vuelvo enseguida.

—¿Qué sucede? —quiso saber Sam.

—Olvide mi billetera en el auto, pero iré donde Johan, para que me de el dinero.

—Hasta que hagas eso, ya habremos pasado, niño —comentó Gabriel—. Haremos esto, yo compro las entradas y después me das el dinero.

—Muchas gracias.

Justo en ese momento el guardia señaló hasta donde acababa las compras de la función de la tarde.

Mientras que Sam y su pareja entraron a la boletería, Castiel, fue con su amigo, en el trayecto de ida, le contó sobre lo ocurrido. Su mejor amigo, se río de el, era muy obvio que eso le pasara. Aunque Castiel, no se molestó, pero no le contó de su decepción de no ver a Dean.

Sam junto a Gabriel, ya los estaban esperando. Castiel, apuró el paso a Johan, quien se quedó atrás por muy poco.

—Disculpa la demora —se disculpo Cas.

—Si, lo sentimos —dijo Johan —, estábamos muy atrás. Por cierto, muchas gracias por los boletos, aquí tienes el dinero —estiró su mano con los billetes.

—No te preocupes, hoy invito —Gabriel no aceptó el dinero.

—Pero es lo justo —insistió Johan.

—Ya dije que no, por cierto, la función inicia dentro de quince minutos. Vamos a comprar las palomitas —El de cabello rizado, empezó a caminar. Todos siguieron sus pasos.

(…)

La película había llegado a su fin, Sam y Gabriel se despidieron de los otros dos. Johan junto a Castiel estaban esperando su orden de hamburguesas. El amigo del ojiazul, noto que estaba algo ido. Así, que intento averiguar lo que le pasa.

—¿Qué sucede amigo?, la verdad estas muy callado.

—¿Eh?

—Anda, suelta, dime lo que te sucede.

—En realidad no es nada, solo que… —Castiel pensó durante algunos segundos si decir lo que pensaba, no deseaba sonar ofensivo, pero se trataba de Johan, el era bueno y no juzgaba tan rápido—Bueno, estaba pensando en como Sam Winchester, como puede caminar de la mano de otro hombre sin que le afecten las miradas.

—Estamos en una sociedad libre, cada uno puede hacer lo que les plazca, Cas.

—Tienes razón, pero… —sacudió su cabeza—Nada, olvídalo.

—¿Te molesta que sea un chico y no una chica?

—No, claro que no. Solo que… mi padre, el es…

—Conservador —completo Johan —. Tu padre es especial, es bueno, pero tiene una mente muy cerrada.

—Se debe a su crianza, pero bueno, dejemos de hablar de eso, más bien… ayúdame hacer más personal mi proyecto. Hasta ahora solo tengo pura teoría.

—Déjame pensar… —Johan se llevó su mano en su quijada, haciendo un gesto como pensando. En ese momento trajeron las hamburguesas—. Gracias —agradeció a la mesera.

Ambos empezaron a comer, cuando Johan iba por su tercer bocado, su mente se iluminó, casi se atora de la alegría. Castiel se dio cuenta y le pasó el vaso de refresco.

—¿Estas bien, Johan? —Castiel estaba preocupado.

—Sí… —El chico se golpeaba el pecho. Pasado unos segundos, el joven se sintió bien —. Se me vino una idea, ya se como puedes transformar tu proyecto.

—¿Cómo? —Castiel dejó su hamburguesa a un lado.

—Toma clases de patinaje.

Castiel sonrió ante la idea, claro, eso era lo que necesitaba hacer. Pues si tomaba clases, iba a sentir en carne propia lo que vivía un patinador y así poner su hipótesis en practica.

—Eso… eso es increíble, Johan. Tienes toda la razón.

—Claro que si. Solo debes hablar con ese Dean y pedirle que te de unas clases.

La sonrisa de Castiel se esfumó, no es que no le gustara la idea, la amaba, pero pedirle a Dean Winchester clases, eso era lo que no le terminaba de convencer; sobre todo, por todo lo que había pasado en la tarde y sus emociones revueltas.

<<Solo será por el proyecto>> se decía así mismo <<No es por él, no es por él>> repetía. Pero Castiel no creía ni en sus pensamientos, sabía que algo ocurría dentro de el, sin embargo; no tenía idea de lo que era.

Sueños Sobre Hielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora