8. Acercamiento

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A pesar que solo trabajaba fines de semana y que no le dejaban mucha tarea para hacer, a ojiazul le dolía su cuerpo

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A pesar que solo trabajaba fines de semana y que no le dejaban mucha tarea para hacer, a ojiazul le dolía su cuerpo. Las prácticas le estaban dejando muerto.

Dean era muy estricto con el, la razón, era el más grande de su clase. Pero todas esas exigencias rindieron fruto, pues ya podía hacer los saltos, solo faltaba pulirlos.

A su padre seguía sin gustarle que tuviera que ir a la pista de hielo, pero le decía nada ya que sabia que la beca dependía de ello.

Hoy era viernes, lo que significaba que una semana más y acababa todo. Como hoy era día de práctica, se levantó temprano, Castiel, realizo todos sus deberes y por la tarde se fue a la pista. Era el primero en llegar.

Como no vio a nadie, se puso los patines y entró a la pista, quería practicar los saltos, para tenerlos perfeccionados. Estaba a punto de hacer el bucle, cuando alguien le habló.

—Eso será cien dólares más, Castiel.

El ojiazul se giró y se encontró a Dean, quien estaba a unos metros de el.

—Dean… —dijo sorprendido —. Yo…

—Tranquilo, solo bromeaba —Dean, se movió hacia el —. ¿Qué haces aquí?

—Pues vine a la practica, aunque creo que me emocione demasiado y llegue muy temprano ya que nadie viene hasta ahora.
Dean, se echó a reír.

—¡Ay, Cas! Nadie va venir, pase las clases para el domingo. ¿No te llego el mensaje?

—No.

—Eso pasa por no dejar tu número en la ficha de inscripción, Cas.

—¿Por qué no va haber clases hoy?

—Tengo que hacer mantenimiento, como sabrás esta pista es mía, y para no hacer gastos innecesarios yo velo porque no le falte nada.

—Si, tu hermano me comentó.

Ambos se quedaron en silencio, no sabían que decirse el uno al otro. Hubiera sido fácil para Dean, echar a Castiel de la pista, pero no podía hacerlo y eso le inquietaba.

En estas dos semanas de prácticas, vio un enorme talento en el ojiazul, ponía todo su empeño en aprender y perfeccionar lo aprendido. Tanto era su administración por el joven que llegó a desear que fuera su hermano.

—Bueno —dijo dando un aplauso —, debo de hacer mi trabajo.

—¡Oh, si! Me debo marchar, lo siento —Castiel avanzó hasta la salida.

—¿No quieres ayudarme? —pregunto Dean, aunque no sabia porque había hecho eso.

—¿Yo?

—No veo a nadie más, ven, y cuando terminemos te doy una clase gratis.

Castiel no se negó a tremenda oferta.

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