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Y en ese momento,
le di la última calada al cigarro.

Lethe

El whisky de fuego bajaba a toda velocidad por mi garganta; arrugué el gesto ante es escozor y volví a darle otro trago a mi copa.

Odiaba las bodas, y más cuando mi corazón estaba roto, negro y congelado. No sentía nada. No tenía amor, pena, empatía... No había nada dentro de mi. Me había convertido en la peor versión de mi misma.

—¿Seguirás bebiendo? —preguntó una voz a mi lado.

Harry estaba ahí: vestido de traje negro, el pelo bien peinado y la creciente barba que marcaba su mandíbula.

—¿Qué más puedo hacer? —Volví a beber.

—Ver como Ginny baila con Andrea. —Apuntó a las dos chicas que se movían a compás de la música y reían.

Hacía unas horas que se habían dado el sí quiero en un altar improvisado frente a la madriguera de los Weasley.

No era una gran fiesta. Apenas habían unos pocos invitados, aperitivos y un pequeño pastel.

En las condiciones en las que estábamos, era imposible hacer más. Además de que no podíamos llamar la atención ya que Harry y yo éramos fugitivos. Nuestras caras empapelaban el mundos mágico; no nos podíamos quedar más de dos semanas en el mismo sitio.

—Se ven felices —dije.

Miré hacia Harry y lo vi sonreír hacia aquellas chicas que se admiraban como si no hubiese nadie más a su alrededor.

—Sí. —Asintió mirándome—. ¿Tú algún día lo estarás?

—¿Qué?

—Feliz —especificó —¿algún día lo estarás? —repitió de nuevo.

—El tren de la felicidad es algo que perdí hace mucho tiempo. —Agarré la botella y rellené mi copa—. Y ese tren no va a pasar más, Harry. —Le di un largo trago.

—La vida te dio una segunda oportunidad, Lethe ¿por qué la felicidad no? —Puso la mano sobre mi hombro.

—Yo no pedí esa segunda oportunidad —murmuré.

—Pero la tuviste, y ahora estás aquí —dijo, sirviéndose también una copa de whiskey.

Levanté mi vaso y lo choqué contra el suyo, alzándolo en forma de brindis para luego seguir bebiendo.

Aquel 2 de Mayo —día en el que dio comienzo la guerra— la muerte me visitó, pero no por mucho tiempo. Después de que Lucius me enterrara la daga, perdí la conciencia, incluso diría que la vida, pero luego desperté en la cama chirriante de un búnker.

Abrí un poco los ojos, y ahí estaban: Harry, Hermione y Ron. Me pusieron al tanto al tanto de todo lo que había pasado —ya que yo no recordaba nada— y me vigilaron la herida del estómago.

Me contaron que unos mortífagos me cargaban en brazos hacia unos carruajes pero que, antes de que me montaran, ellos consiguieron interceptarlos.

Me explicaron que estaba pálida, llena de sangre y casi sin pulso. Pensaron que no sobreviviría; sin embargo, subestimarme fue un gran error.

Pasaron meses para que yo volviese a caminar, hablar y comer como una persona normal. Perdí la movilidad y la fuerza en muchas partes de mi cuerpo; a pesar de todo eso, conseguí seguir adelante.

Lo único malo eran las secuelas: los horribles dolores de estómago, los vómitos y la falta de apetito. La cicatriz solo era una más en la colección. Aunque fuera la más llamativa y fea.

Remember | Draco Malfoy (memoria #2) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora