Capítulo 16

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—¿Falta mucho?

—Veinte.

—Es mucho.

—Lo vale.

Atticus estaba ansioso. Ya quería entrar al museo y recorrer cada centímetro. Me ponía nerviosa ver cómo se movía, pero no le dije nada. En cambio, sonreía. Me gustaba verlo así.

Estábamos esperando en la fila de la entrada al museo. Habíamos llegado poco más de media hora antes en un taxi. Él me había dicho que no había dormido muy bien. La emoción mezclada con las típicas inquietudes que hacían pésimas sus noches volvieron a hacer de las suyas. Aquella mañana no dejaba de ver la hora y la fila al mismo tiempo, esperando que se abrieran las puertas y todos comenzaran a entrar.

El clima otoñal me estaba destruyendo. Tenía las manos heladas, pero no había querido ponerme los guantes y la ropa que había elegido no se iba a lucir si me hubiera puesto un abrigo como para la ocasión. Llevaba un suéter que solo cumplía con mi buen gusto. Me moría por entrar.

—¿Tienes frío?

—No, me gusta fingir que sí.

Rodó los ojos y se quitó la campera más grande que tenía puesta. La sostuvo delante de mí y yo lo interrogué con la mirada.

—¿Te la vas a poner o qué?

—Pero vas a tener frío.

—Yo sí vine abrigado, querida.

Señaló la otra campera que tenía puesta y me mostró por debajo las otras cosas que traía puestas.

—El menos friolento —bromeé.

Me puse la campera y me removí en mi lugar, sintiendo el calorcito acomodarse en mi cuerpo.

La fila empezó a avanzar, indicando que ya habían abierto la expo. Nos miramos con emoción y nos preparamos.

El museo tenía esa calma que era perturbada por las voces de la gente que concurría el lugar. Había una cantidad considerable de personas, pero todavía se podía caminar con libertad.

Ambos mirábamos todo con una sonrisa, apenas conteniendo nuestras ganas de correr por todos lados viendo cada detalle.

—Hay una vista al universo en una de las salas. Te hacen todo el show con luces y pantallas.

—Vemos estrellas todo el tiempo. Las reales.

—Sí, pero esto es el universo, Serena.

—Entonces vamos, vamos.

Buscamos la sala y después de comprar el boleto, entramos. No era un cuarto completamente a oscuras, había luces encendidas. Caminamos hasta una esquina y nos quedamos parados ahí.

—¿De verdad te gusta el arte? —preguntó.

—Claro. ¿Por qué?

Pasó su peso de una pierna a otra.

—Siento que podrías estar fingiendo. No me importaría que odies el arte. No tienes que mentir, seguiremos siendo amigos. ¿Lo sabes?

Un beso bajo las estrellas © ✔️ [ BORRADOR 2023 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora