Capítulo 31

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Mi nuevo vuelo salía durante la noche. Mientras llegaba la hora me entretuve en el cuarto haciendo posibles bocetos para las púas. Las ideas que me convencían se las enviaba a Atticus para ver qué opinaba. Eran una abeja, una paleta de pintor, una guitarra y el cielo con estrellas.

Despedirme de Ian fue también borrarlo de mi vida a partir de ese día. En ese borrón y cuenta nueva estuve segura, por primera vez, de que él no formaría parte de las siguientes páginas. Como la vida estaba llena de imprevistos, no podía asegurar que iba a ser de ese modo para siempre, pero ya no me importaba.

Me fui de Los Ángeles con la idea de no buscarlo otra vez, pero dando las paces por hechas. Tenía que perdonarlo yo porque él jamás iba a entender la situación de tal forma que actuara como yo quería.

El avión aterrizó en Tridem a media tarde. Mamá me estaba esperando a la salida del aeropuerto. Corrí a sus brazos y la abracé con fuerza, sintiendo alivianarse el peso en mis hombros. De vuelta en mi hogar.

Lo que me pareció que era el viaje a casa se lo pasó haciéndome preguntas triviales. No sobre lo que había pasado con Ian, sino de lo demás. Le hablé de los lugares que visité, los paisajes y la comida. Le comenté sobre el regalo que estaba planeando hacerle a Atticus y otros que había comprado. Saqué las hojas de mi mochila y le expliqué lo especial de cada diseño. Ella mantenía un expresión calmada, asintiendo para mostrarme que estaba prestando atención.

—Son cosas muy hermosas —admitió con una sonrisa.

—¿Verdad? Ya quiero llegar y llamar a los chicos.

Al ver por la ventanilla me di cuenta de que no reconocía la dirección por la que estábamos yendo. No era el camino a casa. Creí que iríamos a algún lugar juntas, que tal vez quería darme una sorpresa, así que no hice preguntas.

—Lo siento —dijo repentinamente. Volteé hacia ella y noté entonces, por primera vez desde que subí al auto, la energía rara.

—No fue tu culpa —respondí, suponiendo que se refería a lo que me había pasado en Los Ángeles.

Suspiró.

Las vagas ideas que tenía sobre a dónde podíamos estar yendo se esfumaron en cuanto me percaté del lugar al que fuimos.

—¿Qué hacemos en el cementerio? —indagué.

Ella aparcó el coche cerca de la entrada. No me devolvió la mirada que le di. Tenía una mala sensación.

Tomó aire y volteó hacia mí. Estiró el brazo para acariciarme el rostro mientras trataba de hablar.

—Tú sabes que Atticus sufría mucho —empezó y yo sentí que mi cuerpo se volvía más liviano. Miré la entrada al cementerio.

—Cada día progresa más —aseguré.

Esbozó una mueca.

—¿Era así? ¿O solo no quería que te quedaras con una imagen negativa de quien fue?

—¿Por qué me iba a mentir?

Agarró mis manos.

En el momento en el que me vió a los ojos supe que no iba con juegos. Temí lo peor.

Un beso bajo las estrellas © ✔️ [ BORRADOR 2023 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora