Capítulo 7

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La semana fue una tortura casi eterna, pero por fin había llegado el viernes. El mal sueño me estaba empezando a pasar factura y se me acumulaban las faltas a clase. Pronto se me haría vicio faltar.

Agradecía que los chicos se preocuparan por mí, me llamaran y quisieran hacerme ir, pero les prestaba poca atención con eso último porque no la estaba pasando bien en el colegio sin poder concentrarme. La cabeza no me dejaba de dar vueltas y yo maquinaba preguntas que no podía responder, o sí lo hacía, pero las respuestas me hacían peor.

Lo que más me preguntaba era por la ida de papá y de ahí surgían varias preguntas más.  ¿Qué lo habría hecho decidirse por eso? ¿Por qué no busco otra solución? Me mataba que mamá no me hablara de eso porque no podía descargarme con nadie, solo conmigo encerrada en el baño, culpándome a mí.

—Serena. —La voz de mamá desde afuera del baño me hizo retener el llanto— ¿Estás bien?

—Sí.

Silencio.

—Alguien vino a verte.

—Dile que estoy dormida, no quiero ver a nadie. No me siento bien —pedí casi en un sollozo.

—¿Ni siquiera quieres saludar? ¿Saber quién es? —insistió con voz suave.

—Mamá, por favor.

Mi silencio debió ser claro porque no siguió insistiendo. Al poco tiempo de haberme sentado en el suelo otra vez, sentí unos golpes de nuevo.

»—¡Qué no, mamá!

—Vine abajo de la lluvia arriesgando mi salud para poder traerte la tarea —dijo ahora una voz masculina—, mínimo merezco que me abras la puerta para ver si estás viva o es una radio haciendo tus sonidos.

Abrí la puerta al mismo tiempo que me ponía de pie y asomé la cabeza. Atticus estaba medio inclinado para adelante, expectante. Me sonrió. Tenía el cabello mojado y estaba descalzo. Mamá había puesto sus zapatos y abrigo cerca de la estufa. Ella hacía eso.

Me limpié los ojos. Tenía una folio con hojas en la mano. Me lo entrego.

—Es de las horas y días que no fuiste.

—Gracias.

Saqué algunas hojas y revisé vagamente lo que tenía que hacer.

—Los chicos y yo estamos preocupados por ti.

—No era mi intención preocuparlos.

Encogió los hombros pasando una mano por su cabello en un intento de acomodarlo. Se veía mejor que la última vez, al contrario de mí, que debía tener la pinta de haber perdido el camino de la falsa felicidad.

—¿Por qué desapareciste? —indagó—. ¿Es por eso que te estaba pasando?

—No, me estuve sintiendo enferma. Seguro porque tomé frío.

—¿Y por qué estás llorando encerrada en el baño?

Nos quedamos viéndonos en silencio.

Me había atrapado.

»—Serena, yo también hago estás cosas. ¿Crees que es normal? ¿Que es solo un desahogo y a seguir con la vida? Esto te va a consumir.

¿Así se sentía ser consumida por un trauma?

»—Es progresivo.

Lo miré entre lágrimas.

—No sé qué hacer —susurré en un hilo de voz.

Un beso bajo las estrellas © ✔️ [ BORRADOR 2023 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora