Capítulo 21

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Tenía la sensación de que me había quitado varios pesos de encima ahora que estaba verdaderamente por mi cuenta. La única presión que sentía era la mía al tratar de encontrar una salida de mi situación, que al final se volvía un bucle: tratar de encontrar una salida, rendirme, volverlo a intentar.

Me quería morir y nadie lo sabía. Bueno, yo sí y creo que era peor saberlo yo a que cualquier otra persona porque constantemente me repetía que quería estar tres metros bajo tierra.

Los próximos días a la discusión no volví a hablar con ninguno de los chicos. Quería creer que era lo mejor para todos. Atticus y yo íbamos al mismo curso, por lo tanto, no me era tan fácil esquivarlo, pero nos ignorábamos olímpicamente. Como si nunca nos hubiéramos hablado antes, como si no hubiéramos compartido ningún momento. Sus ojos ahora carecían de sentimientos al verme. ¿Siquiera había sido real lo efímero que habíamos sentido? Pensarlo me oprimía el pecho.

Con los días noté que se desenvolvía mejor. Hablaba con nuestros compañeros, hacía las tareas y participaba de las clases, cosa que solía esmerarse en no hacer. Me enorgullecía. Tuve ganas de acercarme y decirle que me hacía feliz verlo reírse con gente nueva, abrirse a las personas y esforzarse, pero luego me encontraba con la realidad.

En mi habitación había olor a que algo se había muerto y ya iba siendo hora de hacer algo más que abrir la ventana para ventilar. Me faltaban ganas, pero sin un ambiente limpio, no me iba a sentir mucho mejor por eso me animé a limpiar y acomodar un poco. Guardé ropa, llevé otra a lavar y de paso dejé los vasos en la cocina, tiré la basura, barrí y rocié perfume. En un descuido, me di la cabeza contra un estante y cayeron algunas cosas, entre ellas la tarjetita que nos había dado el chico en la exposición de arte. Terminé de limpiar, pensando en que tanto la tarjeta como la posible amistad se habían quedado juntando polvo y yo era la que tenía el poder de dar el primer paso. Busqué mi teléfono y le llamé. Me presenté de inmediato, esperando que me recordara.

—¡Ah, sí! Te recuerdo. No voy a mentirte, pensé que no te había caído bien —confesó entre pequeñas risas.

—¿Por qué? Eres simpático. No pude hacer tiempo sino te habría llamado antes. Mi vida es un desastre desde. ¿Cómo estás?

—No te preocupes, mejor tarde que nunca. Esta semana no ha sido la mía, pero ya voy a retomar.

—¿Qué pasó? Si me quieres contar.

—Problemas familiares y un resfriado potente. Todavía tengo la voz rara y siento que me pasaron mil camiones por encima, y me pone mal porque dentro de nada hay un micrófono abierto en el parque y quería ir con mi compañera, pero apenas pudimos ensayar hasta ahora.

—Seguro tienen tiempo de juntarse. No te preocupes, enfocate en sentirte mejor pronto para pasarlo bien —le indiqué—. Yo también me siento así.

—Es buena señal que estemos vivos.

—¿Será?

Me apoyé en la pared.

—¿Quieres charlarlo? —propuso.

—No sé ni por dónde empezar.

—Sin presiones.

Tomé una respiración larga y profunda antes de comenzar a relatar las últimas desgracias ocurridas en mi vida.

—Le dije cosas horribles y los saqué a todos de mi vida sin dar una buena razón, aún sabiendo que estaba mal hasta el modo en el que estaba haciendo todo.

—No te sientas mal por llegar a tu límite. Somos humanos. A veces hacemos todo mal, pero no eres tú. Somos todos.

—Me imagino —susurré, pensando en mamá y sus reacciones destruye sueños—. Al menos todos estamos mejor ahora que estamos separados.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Vernos.

—Las apariencias engañan, Serena.

Seguí comentándole el resto de cosas más superficialmente. Que no pude ver a mi padre gracias a mamá y a raíz de eso nosotras ya no teníamos la misma relación, mis notas estaban en la cuerda floja y eso me dejaba ahí también.

—Soy como una estrella muerta —suspiré.

—¿Sabés lo que le pasa a una estrella cuando está por morir? —cuestionó.

—¿Deja de brillar?

—Más o menos. Visité un planetario hace un año y aprendí que, cuando las estrellas están por morir, se convierten en supernovas.

—Me suena.

—Brillan muy intensamente por semanas o hasta meses. Y lo que las caracteriza es esa intensidad rápida en su luz. Creo que pueden verse a simple vista si fijas los ojos en el cielo. Después ese brillo va haciéndose cada vez más suave hasta que desaparece por completo.

—Por dios, soy una estúpida. No sabía algo tan básico de las estrellas siendo que me gustan tanto.

—Ese no es el caso. Yo lo sé por el señor del planetario, sino no lo sabría y me encantan las estrellas, pero no habría ido de no haber sido que lo añadí en mi lista.

—¿De verdad lo hiciste?

—Así es.

—Volviendo al tema, ¿a qué viene la charla de astronomía gratis? Gracias, por cierto. Diez de diez.

—A donde iba con eso, amiga mía, es que éste puede ser tu momento perfecto para brillar más que nunca.

—¿Y después apagarme?

—Dejas de brillar cuando mueres. ¿Estás muerta? No. Entonces tu tiempo todavía no termina. No veas todo como si siempre tuviera un lado malo.

—Pero lo tiene.

—¡Concéntrate!

Quizá tenía razón, había estado viendo las cosas desde una perspectiva errónea. Una media sonrisa creció en mis labios.

Tenía la oportunidad de hacer las cosas bien ahora que empezaba a entender. Me iba a encontrar, a aceptar los cambios que estaban ahí y los que venían. Y también iba a brillar.

»—¿Sigues ahí?

—Sí, estaba pensando lo agradecida que estoy contigo porque acabas de solucionarme un montón de cosas. Gracias, Kurt.

—No sabes cuánto me alegra oírlo. Cambiando de tema, ¿vas a ir al micrófono?

—¿Ese que mencionaste? No sé nada.

—Luego te mando los detalles. Es en el parque en dos semanas, por ahí. Con entrada gratis.

—¿Vas a participar?

—Me gustaría.

—Eso es genial. ¿Qué tocas?

—Soy la voz y el primer bajo. También sé tocar la guitarra, la batería y la flauta con la nariz. Me sé el soundtrack de Jurassic Park.

—Una tarde me enseñas.

—Trato. ¿Vas a ir?

Veamos. No tenía ningún plan para ese día, ni el siguiente, ni los próximos, mucho menos para dentro de dos semanas. Más que seguir ahogándome en mi propio sufrimiento.

—Seguro. Me encantaría salir de casa a hacer algo que no sea sufrir en el exterior —bromeé.

Continuamos hablando hasta que tenía que irse y nos despedimos.

Empezaría por mis notas. Seguíamos en época de exámenes y notas finales así que estaba a tiempo de hacer algo por ellas.

Un beso bajo las estrellas © ✔️ [ BORRADOR 2023 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora