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— ¿Y cómo piensas realmente hacer eso? — preguntó Xuxi a través de la videollamada. Su rostro ocupaba casi toda la pantalla del celular.

— Con azúcar, flores y muchos colores — respondí mientras me colocaba bien la falda, dejando escapar una risita —. Bueno, en realidad no tengo ni idea... pero sé que si se lo pido directamente, me cerraría la puerta en la cara.

— No lo dudo, de verdad — dijo con una ceja levantada, justo cuando lo vi girar la mirada hacia un costado —. ¿Dónde estás yendo?

— A BigHit.

— ¿No vendrán aquí?

Negué mientras bajaba la vista para asegurarme de que no me olvidaba nada en el asiento —. Suga sunbaenim quiere hacerlo en su estudio.

— Más te vale cuidarte, Sonmin — escuché la voz de Kai desde el fondo. Me sorprendió.

— ¡No me dijiste que estaban todos ahí! — le solté a Lucas entre dientes, frunciendo el ceño.

— Oh, cierto... ¡Di hola! — respondió con toda la frescura del mundo. Giró la cámara y vi al resto de los chicos en la sala de práctica saludando con las manos. Algunos me mandaron corazones, otros gritaron mi nombre como si estuviera a kilómetros de distancia.

— ¡Sonmin, ya deja eso! — escuché a Nara desde el asiento del copiloto. Miré por la ventana: ya estábamos cerca al edificio.

— Me tengo que ir, hablamos luego si tengo suerte — dije mientras el chino volvía a enfocarse a sí mismo.

— Que te vaya bien, Soso — se despidió antes de colgar. Fruncí los labios.

Odiaba que me llamara así... pero siempre colgaba justo antes de que pudiera protestar.

Gayeol estacionó frente a la entrada y me giré hacia ella con los dos cafés en las manos.

— Me avisas luego para venir a recogerte — dijo mientras se quitaba las gafas de sol.

— Te llamaré — confirmé, ajustando el bolso al hombro.

Eran las ocho de la mañana. El aire de la mañana acariciaba mis mejillas, pero el aroma cálido del café que llevaba me daba algo de consuelo. Uno era un capuchino bien dulce para mí, como siempre. El otro, un americano clásico: no tenía idea si Suga sunbaenim ya había desayunado, pero dudaba que le gustaran las bebidas dulces como a mí.

Entré al edificio saludando a los recepcionistas. Una de ellas se ofreció a acompañarme, pero le aseguré con una sonrisa que ya sabía el camino al estudio.
Mientras caminaba por el pasillo tarareé una melodía improvisada, una que aún no tenía forma pero que sonaba en mi cabeza.

Toqué la puerta del Genius Lab una vez.

Nada.

Me incliné un poco para observar la cerradura.

— ¿Está abierto...? — murmuré, tanteando el pomo.

Una batalla interna comenzó de inmediato: ¿Entro? ¿No entro? ¿Y si se molesta? ¿Y si piensa que soy una invasora de su santuario creativo?

Respiré hondo. Ya estás aquí, Sonmin.

Giré suavemente el pomo y empujé la puerta. La habitación estaba tenue, con solo la luz del monitor iluminando el espacio. Ahí estaba él, de espaldas, concentrado, los auriculares puestos. Parecía completamente absorto en su mundo.

Con razón no escuchó.

Avancé con cuidado, sosteniendo los vasos como si fueran una ofrenda sagrada.

Solo una Idol |Suga|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora