Mi casa, mi madre y mi gato

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  Siempre he soñado con escapar de una jaula de cristal que se extiende a mi alrededor en forma de brillantes barrotes, tan filosos que desgarran la visión al mínimo contacto: a veces tan gigante como el infinito, otras veces me provoca apnea el estar quieto para no tropezar y golpear mi cabeza con las paredes de la celda.
  Yo no sé quién soy: es todo lo que sé de mí. Incluso ahora no sé si estoy soñando o despierto, -quizás estoy soñando despierto- está frío aquí. Vivo en una pequeña casa hecha de papel, que sufre cada vez que llueve, sufre y llora, llora y moja mi colchón; cada vez que llueve. Tengo una madre de porcelana que se rompe cada vez que cae, se rompe y grita, grita y me golpea en la mejilla; cada vez que cae. De un padre no tengo más recuerdo que saber que tengo uno, porque un día en la escuela, un padre me dijo que todos tenemos uno. ¿De dónde vienen los padres? ¿Será que caen del cielo como las gotas de lluvia que mojan mis pies? ¿O son hechos en una fábrica de papás? ¿Habrá fábricas de mamás? ¿Mamá vino de allí? A veces divago en preguntas tan incoherentes como oportunas, ¿quién sabe si lo que necesita el ser humano son sólo respuestas?
  El espejo me dijo un día que soy rubio, que tengo ojos azules y la piel muy blanca, como si el sol sintiera pena de mí. Mi mamá me dijo que tenía 14 años. Y un reloj, que es primero de abril de 2003. La gente suele llamarme Oliver, nunca he creído en los nombres porque el espejo tiene demasiados, y la sombra ninguno.
  Mi primer amigo fue un lápiz, él me presentó al papel y juntos hacemos inmortales todos mis sueños. Desde ese entonces he tenido que ver morir a muchos de mis lápices, y mis hojas se suicidan las noches de pesadillas.
  También soy amigo de la Luna, pero a veces aparta la mirada o se va de viaje. Sólo puedo verla siete días al mes, o cuando me visita en mis sueños. No hablo con el Sol porque siente pena de mí, y debe sentirla, porque cuando intento mirarlo me duelen los ojos. Él hace llorar a mucha gente y aún así, siempre nos está viendo y nosotros a Él. ¿Acaso no siente vergüenza?
  Pero el manto de la noche abriga el cielo azul, la Luna no me está mirando hoy, pero converso con mi gato, Calímedes. Está hecho de algodón: es muy suave y no le gusta el agua. Ambos miramos la Luna preguntándonos si hay mariposas allí.
-Si hay mariposas debe haber flores, si hay flores debe haber agua... -digo, como si quisiera preguntarle a la misma Luna.
  Calímedes se queda quieto, probablemente pensando en lo cierto de lo que acabé de decir. ¿Será la Luna lo suficientemente grande como para tener mariposas? ¿Sentirá envidia Ella de que en mi jardín hayan mariposas? ¿Alguien querrá visitar la Luna? ¿Por qué visitar la Luna, si no tiene mariposas?
  Mi madre toca la puerta, noto el tintineo de sus dedos de porcelana en la puerta de papel: un ambiente tan frágil que parece que se quiebra de sólo escucharlo.
-¿Estás despierto? -siempre pregunta esto para cerciorarse de que estoy dormido o, de lo contrario, ordenarme que me vaya a la cama.
-Sí, mamá -respondo, tomando a Calímedes por su panza de algodón.
-Deberías ir a dormir ya.
-Entendido -acto seguido caminé hacia la cama.
Me abracé de las sábanas y ellas me enredaron. Buscaba a Calímedes que jugaba con los dedos de mis pies. Lo coloqué frente a mí y le deseé buenas noches. Al cerrar los ojos lo ví, al señor llamado Sueño, con un reloj enorme en su mano derecha. Tiene una sonrisa tétrica dibujada en su cara de cartón y una bolsa en su hombro izquierdo. Se quita su sombrero, que tiene dibujado un signo de exclamación, a modo de reverencia. Saca una puerta de su gigantesco bolso, la abre y yo camino hacia ella por inercia, como cada vez. Luego aparece la jaula de cristal, alzándose a todo derredor, y poco a poco todo comienza a cobrar sentido.

Hubo Una Vez, Un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora