El camino hacia «ninguna parte»

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Luna asoma su circular figura por encima del horizonte, con ese color dorado de luna llena. Me gustaba pensar que estaba hecha de miel y que algún oso de peluche extraterrestre se la comía antes de media noche. Es timidez, miedo al blanco lo que siente la Luna.

Hay un cielo coloreado con puntadas de estrellas, con algunas nubes reposando alrededor. Estoy en mi cuarto con Calímedes, acariciando su barriga y sintiendo sus garras en mi muslo izquierdo. Apago mi lámpara dejando que solo tope mi mirada el tenue resplandor lunar. Apago también mis ojos tiempo después.

Me detengo a pensar en todo: mis sueños, mi vida entera, el espejo y la jaula. En algún momento en medio de las preguntas que lloviznaban en mi mente mis ojos comienzan a cerrarse, salto de nostalgia cuando recuerdo algo que se abrió en mi mente que decía: «¡Lo más triste de las últimas veces es que no suelen parecerlas!»

Es curioso que no aparezca Sueño con su bolsa de puertas. Recuerdo al Ermitaño que vivía en la nada, con su fuego y su espalda cansada de cargar vida que no volverá.
En algún momento se enciende una vela, una pequeña vela de llama azul. Ilumina mi rostro y desencadena un pasillo limitado por una gran cantidad de velas exactamente iguales.

Ahí estoy yo, el que sigue sin saber quien es porque nadie se ha detenido a reflexionar o entregarme una personalidad. Así que yo mismo me construí la mía, y en remiendos vivo como de remiendos mi paso por el sendero de llamas tenues y ese humo me empalaga de emociones encontradas. No consigo dejar de caminar, no consigo moverme a ningún sitio.

Mis pasos uno detrás de el otro como el niño correcto que era. Porque los ojos miran otra cosa, los labios dicen otra cosa, el corazón palpita otra cosa.

El humo azul se vuelve intenso y me ciega como a esos ancianos que se arquean como un pino -que alguna vez prestó su tronco para una silla- hacia el suelo que los verá descansar por toda la eternidad.

Me hace pensar en todo, y cuando pienso en todo pregunto cosas. «Calímedes», invoco, casi como si pudiese escucharme. ¿Y si en vez de buscar el cielo, la solución está en buscar la tierra? ¿Por qué resistirse entonces? ¿Por qué negar lo que nunca se ha comprobado?

Desde ahora comienzo a mirar el suelo como si me reclamarse. Y se llena de colores y me pinta de azul. Duendecillo de luces casi inerte sigo avanzando por el camino.

«Miedo»...

«Miedo»...

«Tengo miedo...»

Se escuchaban entonces alaridos saliendo de las cabecillas en llamas de las velas, y me pregunté si las velas en realidad disfrutarán ser quemadas. Siempre pierden su forma y se desintegran. No es diferente a un humano, su vida consiste en formarse, hacer su trabajo y desaparecer.

«¡No quiero dejar de ser Oliver!»

Se escuchó, una voz, un estruendo que movió el suelo y el cielo mismo. Un reclamo que hizo que los maullidos de Calímedes se encontrasen con mis oídos.

-¡Calímedes! -voz gruesa, robótica, extraña. Lo peor de lo inédito.

Y corrí, en cuanto escuché mi nombre. Y no sabía hacia donde iba. Después de todo, así es como se logran los tesoros, yendo a «ninguna parte»












Nota de autor #1: no sé cómo ni por qué volví. Sólo sé que lo he hecho. Tengo que terminar esto urgentemente, alguna señal divina me lo ha dicho. Oliver está confundido. Incluso yo, y todos ustedes. Espero que todo se aclare al final, que estará muy pronto.

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⏰ Última actualización: Aug 03, 2021 ⏰

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