La Raíz De Todo

29 10 1
                                    

Mi mano corta el flujo de agua que sigue cayendo por los lados, esquivando mi piel. La franja que formé deja ver en su interior una pequeña cueva, así que coloco mi mano libre encima de mi cabeza y entro con los ojos cerrados como quien espera una gran sorpresa.
Sorprendente era el paisaje que se ocultaba en el vestido de la cascada suplicando a la montaña no ser encontrado. La entrada estaba salpicada por el agua que caía, mientras todo alrededor era oscuridad y piedras. Rocas que guardan en su rígida coraza los deseos de encontrarse con la luz, puedo ver como se inclinan hacia el Sol. Aparece, cuando me acostumbro a la oscuridad del entorno, una curiosa puerta: sin color, sin reflejo, sin picaporte y sin Sueño. Camino hacia ella, esta vez por voluntad propia, y se abre frente a mí como si me esperase y ensayara en su prisión pétrea una bienvenida. Cruzo el umbral lentamente y caigo con delicadeza en el bosque donde todo comenzó, aunque de día las ramas de aquellos árboles parecen saludarte. Me siento sobre mis piernas frente a la raíz de uno de aquellos troncos de cortezas rebeldes. Cierro mis ojos y me quedo quieto, atento a una voz que se escucha en la lejanía, una risa familiar.
Esta horripilante risa que hace que mis oídos duelan y silben al viento me recuerda al mar absorbiéndome como una parte más de su paisaje: entonces me doy cuenta.
Corro por el bosque en busca del sonido. Me escabullo entre troncos y escarabajos mientras la voz se distorsiona cada vez. Absorto me deja el cambio que produce el Sol en el bosque que hace un tiempo parecía encantado: le dio la vida color verde, la vida de flor. Las copas de los árboles mayores ya no son las manos que intentaban robar las estrellas; sino ofrendas florales hacia el Sol. Las hojas en el suelo varían de verde a marrón pasando por una enorme variedad de tonalidades de rojo: endureciéndose cada vez más mientras su muerte se acerca.
Al final de la persecución estaba de pie en un punto del paisaje forestal nunca visitado, ni siquiera por los puntos cardinales. Los troncos más gruesos se refugian aquí marcando caminos inciertos que sólo significan perderse más. Altruistas los árboles que emergen gigantes desde el olvidado suelo que les da la vida, la cima de una secuoya ha olvidado la tierra que la vio nacer, pero sus raíces nunca se separan del lugar que les supo ofrecer sus flores. ¿Las raíces son el castigo de los árboles olvidadizos?
Tengo el miedo saliendo de mis trémulas manos pidiendo auxilio porque está asustado. Se sienten unos pasos acercándose, me doy la vuelta y la vuelvo a ver, escondida por las partes donde el Sol se queda atrapado en las ramas y no logra besar la tierra. Me acerco sin miedo y me arrodillo justo en frente de la pequeña figura.
-Hola, soy Oliver, estoy perdido. ¿Sabes el camino de regreso?
La pesadilla hace un sonido y se aleja lentamente dejando una oscura estela en su rastro. Yo la sigo, aunque a cada paso que doy me pregunto por qué.
Sigo mi camino y regreso a la entrada, respiro la tranquilidad que el suelo atacado por raíces no me supo dar. Vigilo alrededor, todo sigue como antes.
-Muchas gracias -le digo a la pesadilla y hago una reverencia.
Se escucha una especie de trueno en una parte del cielo carente de nubes. A veces el cielo sin nubes asusta, quién sabe si las nubes se reúnen cada verano para derramar sus lágrimas en algún agujero del océano.
La figura oscura se esconde rápidamente detrás de mí hombro, ahogo un grito por la conmoción. Luego del estruendo relajo los músculos que supieron ponerse alerta involuntariamente. Agarro a la pesadilla en mis manos: sus piececitos me causan cosquilleo y mis dedos se separan para sostenerla.
-Debería ponerte un nombre. -digo, sonriente.
Calímedes me ayudaría mucho en este momento. Me pregunto dónde estará. Más de una lágrima se ha desbordado ya de mis ojos por mi pequeño gato de algodón. En este lugar sin jaula donde no hay reglas tal vez Calímedes podría volar o ser un pirata. Tal vez las estrellas fugaces puedan volar libres por el cosmos. Tal vez lo que se necesite para hacer realidad tus sueños, sea un sueño mismo. Tal vez una pesadilla...
Mi pesadilla, por su parte, ríe y abre su puerta. Se coloca frente a ella y logro ver, en la parte interior, un cartel blanco con una inscripción:

"Europa"

-Está bien, entonces te llamaré así. -Europa sonríe. Me empuja dentro de la puerta y caigo hacia su interior. Un lugar al que siempre quise entrar. No hay jaulas que detengan mi viaje ni reflejen las lágrimas que no se ven.
Mi cabeza da contra el suelo, siento a Europa caer junto a mí, no necesito ver nada, crucé por la puerta dorada: el lugar de las pesadillas.

Hubo Una Vez, Un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora