Visión

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Europa cae junto a mí con la gracia que derrama un pintor en un blanco lienzo. Alzo la cabeza para presenciar lo que me rodea. Resulta que a mi alrededor se levanta un paisaje inusual; pero exactamente como lo imaginaba. Cada centímetro goza con el sentido típico de lo ilógico. Ni siquiera los ojos de las estrictas leyes físicas encontraron semejante lugar. Tal vez me equivoque, pero este lugar tiene más sentido que cualquier sueño que haya tenido.
De repente se ve un río nadando en contra de la corriente, y a su lado un árbol con raíces de sombrero. Hay pequeñas casas con puertas en el techo, los porches del frente de lado como una ventana mal colocada y sus patios tienen jardines de acero y cercas de flores. Es todo tan pequeño que parece infinito. Pero a la vez tiene un cielo que provoca la enajenación de cualquier mirada, azul otra vez, ese color que nos recuerda lo inalcanzable. Me temo que es un tejado del que nadie puede escapar.
Europa me guía por aquel lugar, a cada paso que doy entiendo menos donde estoy. Me limito a no decir palabra, con miedo a que se las robe el viento que da giros locos sin tener en cuenta la brújula o el reloj: así que mantengo presos mis labios en esta travesía. Me detengo siguiendo el rastro de la pesadilla que venía haciendo de guía por el camino que, seguramente, ha sentido sus pasos desde que sus pies tocaron el suelo: apuesto a que fueron estos mismos adoquines que siento con los pies. Estoy sobre una especie de plaza que logra extenderse con facilidad a través de los campos de la visión. Toda la situación hace que resulte más confuso; pero las cosas sin sentido que emergen como islas en un océano vacío y suicida expulsan por doquier ese calor que envidian los volcanes que no pueden estallar.
Al frente veo un pequeño altar con letras grabadas:

"Oliver"

Regreso mi visión, que estaba perdida en los pétalos de una flor, hacia Europa. No necesita hablar para decirme que me ponga en frente de la plataforma. Eso hago, una vez más depositando mi confianza en un blanco de malas emociones.
Coloco mis piernas detrás del altar, junto a ellas todo mi cuerpo. Y cierro mis ojos, por alguna razón -aunque parecido a lo que me provocaba el Sueño-. Y veo destellos de recuerdos que alguna vez tuve o que me faltaron por tener, veo todo: los deseos y los asteroides que destruí. A mi madre, quien sentada detrás de una mesa empalaga sus pulmones de aire y humo mientras yo me preguntaba por qué consumía algo que huele tan mal. Veo a Calímedes y lloro, extraño sus patas y su panza de algodón, hasta sus garras. Veo la herida que me hizo en el brazo y la sangre caer, acto seguido. Veo sombras, fuego, edificios y cristal. Veo una jaula, y ese vértigo me invade. Veo Sueño, veo luz.
¿Por qué?...
Veo el viento, que anda por ahí de invisible y no sabe que mueve todo un mar. Veo un caballo corriendo para escapar del jinete que lleva encima, veo tortugas reír de desgracia en los pies de una colina. La colina que tiene al árbol y al nido de sinsonte.
¿Por qué?...
Veo un espejo y a un Oliver. ¿Se parece a mí? ¿O es ese Ermitaño de antes? ¿Le puedo preguntar a mi reflejo por qué he cambiado tanto?
¿Por qué?...
Veo la jaula una vez más, en pedazos en el suelo de algún sueño que jamás cumpliré. Reflejando la libertad se desvanece dejando solo la nostalgia del presidio de la vida, donde estaba atrapado.
-¿¡POR QUÉ!? -me despierto de la extraña condición y me doy cuenta de que estoy gritando.
Europa está a mi lado y una lágrima viaja por su cara donde debería estar su usual sonrisa.
¿Qué quiero decir con "por qué"? ¿Cuál es el por qué de los por qués? Confuso estoy como lo que pisan mis pies y lo que presencian mis ojos. Ese mundo que ahora parece absurdo, como si fuera yo quien no encajara, como si fuera la pesadilla.
Europa me guía por aquel camino que, de regreso, parece mustio y se desvanece con cada huella que dejo. Abre una vez más su puerta dorada, y yo no entiendo por qué me llevó allí. Otra vez otro por qué inicia una de mis preguntas y una pesadilla se me escapa de mi vida.
-¿Quién soy, Europa? -le interrogo, ella saca a relucir su sonrisa.
-¿No lo ves? Eres Oliver.
Siento esa voz en mi oído, una voz relajante, pero que jamás había escuchado. ¿Estoy despierto?
Es el mismo cuarto de paredes de papel de siempre, pero noto que algo cambió. Parece tener los mismos agujeros que le causan lágrimas, la misma lámpara y la misma mesa. Incluso la misma cama. Algo cambió.
Otro por qué me lleva al espejo. Y me acerco como si esperase la enorme sorpresa.

Hubo Una Vez, Un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora