¿Quién le roba el agua al desierto?

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  Calímedes estaba encima de una de las almohadas de nuestra cama, completamente dormido mientras yo estaba siendo controlado por una pequeña pesadilla. El reflejo de la Luna aún entraba por la ventana, pero mi Sueño había desaparecido. Aunque en mi mente no había desaparecido la obscura silueta, me sentía muy atraído hacia aquella funesta figura. Sonreía trágicamente como si llorase; no entiendo el motivo de su llanto, si puede ver más allá de la jaula contra la que he luchado toda mi vida, puede entrar y hacer que el agua bese mis labios. Vive detrás de su puerta dorada no muy lejos de mi límite de cristal pero nunca ha hablado conmigo. "¿Se puede tener a una pesadilla de mascota, como a un gato?" Me preguntaba mientras manchaba de negro y azul una hoja de papel.
  Sentado en mi escritorio de madera, que ha sido el apoyo para darle vida a mis aventuras, que sus tablas observan los ojos de un niño que acaba de soñar: que son los ojos que emiten un destello más brillante que el metal más puro que pueda nacer en las profundidades de una cueva. Pensaba en mí, en que será de mí el día que crezca...
  ¿Los adultos tienen pesadillas? Mamá tiene tantos problemas, incluso la gente que no conozco: que no tienen risueñas pesadillas asomadas en la ventana de sus ojos. ¿Las pesadillas desaparecen cuando creces? ¿O es el nacimiento de un problema, la razón por la que mueren las pesadillas?
  Hoy es uno de esos fatídicos sábados en los que acostumbro a leer en mi cuarto, leo donde dibujo: esto es lo que me diferencia de mi gato Calímedes. Pero ver mi techo de papel agujereado por las gotas de lluvia, me provocó la sensación que, no hace mucho, me causaba estar sumergido en un desconocido océano.
  Abro la puerta de casa aspirando el aire puro de mi jardín. Miro hacia el amplio cielo ausente de nubes y de aves, que domina todo en cuanto miramos hacia arriba, más aun que cualquier edificio, más aun que cualquier azotea. Y camino en busca de tranquilidad, de ese espacio en donde reina la melodía del silencio y donde te pierdes bajo el inmenso azul.
  Me detengo en la falda de una curiosa colina no lejos de casa y me aventuro a escalarla. Desde allí se tiene muy buena visión del panorama de mi ciudad: donde nadie conoce a nadie porque están muy ocupados en conocer a todo el mundo. La cúspide de mi colina está conquistada por un césped tan verde, que casi parece delito las flores dando un contraste único que solo sabe ofrecer el azar de la naturaleza. También hay un árbol, que sabe sostener con sus raíces todos los recuerdos de una elevación, que coloniza orgulloso el paisaje desde su cimera posición.
  El ambiente es tan tranquilo que invita a descansar. Con mi espalda aplastando la hierba miro unas ramas que se entrecruzan impidiendo la vista hacia el cielo. Todo buen silencio marca la Génesis de un sueño. ¿Son las camas de césped testigos de las más grandes revelaciones de la humanidad?
  En una de las ramas reposa un pequeño nido; dentro del nido hay tres polluelos y su madre alimentándolos. ¿Qué verán los sinsontes cuando cruzan el cielo? Si el cielo es una enorme jaula, ¿por qué fabricar jaulas de metal?
  Pensando en Calímedes cierro mis ojos y me dejo llevar por el perfume inmaculado que desprende el lugar. Sin esperarlo me encontraba cruzando una puerta muy brillante, tan brillante que parecía el Sol abriendo los enormes portones de fuego que tiene en su exterior, ¿quién sabe lo que sucede dentro de los astros?
  Estrujo suavemente mis ojos para librarme de la confusión, mientras la luminosidad iba disminuyendo y enrojeciéndose. Se posa al fin en el firmamento, un cálido círculo anaranjado que comenzaba ser atraído por el horizonte.
    Lo que tengo en frente pasó de ser las ramas del árbol que descansa en la cima de la pequeña montaña de mi ciudad, a un atardecer paradisíaco que me empalaga de figuras desérticas: dunas apiladas y acomodadas por el viento simulando el salvaje oleaje de los altos mares. ¿Llamarán los granos áridos de arena al agua que reposa en los embalses oceánicos? ¿Quién le roba el agua al desierto? Es como si las nubes sintieran pena de llorar sobre ellos. ¿Se puede estar más triste que una nube? Y mientras el Sol desaparece en la línea horizontal que veo detrás de la jaula, siento detrás de mí la voz confusa de una persona:
    -¿De dónde has salido, Oliver?

Hubo Una Vez, Un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora