🌠Capítulo 19: Los hermanos mayores protegen a los (débiles) menores🌠

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32 días en coma


Lisa imaginó muchas veces cómo sería ver a alguno de sus amigos ser desconectado. En su mente visualizó a John, Patrick, Grace e incluso a ella misma. La simple imagen ficticia de que eso ocurriera, le hacía jirones el alma. Sabía que no sería capaz de soportarlo.

¡Cuán equivocada estaba! Se encontraba tan anonadada y confundida, que el sufrimiento no cabía dentro de las emociones que estaba experimentando al ver a su amigo tirado sobre el suelo. Todos lo seguían igual de impactados. Grace fue la primera en reaccionar. Se abalanzó sobre el cuerpo inerte, y puso dos dedos en el cuello de John. Casi al instante, negó con la cabeza, sin mirar a ninguno de los chicos.

—¡Qué he hecho! —exclamó Lauren cubriendo sus mejillas con ambas manos.

Patrick, cuyo rostro reflejaba haber visto un fantasma, no esperó dos veces e imitó a Grace. De forma casi ausente empezó presionar el pecho de John con desesperación, lo hacía deprisa y con fuerza.

—Quítate, Patrick —le ordenó Grace, empujándolo—. No estás ayudando.

—¿Qué... qué le pasó? —preguntó Lisa aterrada. Se acercó cautelosa, pero no se atrevió a ver la cara de su amigo, por lo que mantuvo distancia—. ¿Está... está muerto?

—¡Cállate, Elizabeth! —le gritó Patrick furioso—. Él no... John, ¡reacciona! —Se arrastró hasta Grace, pese a que ella trató de quitarlo de ahí nuevamente—. Vamos, no nos dejes, por favor.

—¡Todo esto es tu culpa! —bramó Grace fuera de sí.

—¡Solo le toqué la mano! —se defendió la chica—. John, despierta —le pidió—, no puedo perderte de nuevo. ¡Te prohibido morir, maldita sea! —gritó descolocada.

Lauren trató de acercarse al cuerpo, pero Patrick y Grace la empujaron con brusquedad, haciendo que cayera al suelo. Lisa se dio cuenta que todos estaban tratando de aguantarse las lágrimas. Patrick tenía los ojos llorosos, mientras que ambas chicas no paraban de sorber por la nariz. Ella nunca había podido mentir u ocultar lo que sentía, por lo que no le sorprendió ver cómo unas gotas de agua caían al césped y a sus zapatillas, opacándole a su vez la visión. Fue extraña no sentir un cosquilleo en el rostro, o el salado de las lágrimas en sus labios. Casi había olvidado que no tenía gusto.

Lisa se arrodilló y contempló a John, con el corazón apretado y los sentimientos a flor a de piel.

Se dio cuenta que podía pasar por un chico de catorce años con facilidad. Era bajito para ser hombre, y muy delgado. Tenía el cabello castaño oscuro enrulado y desordenado, y unos ojos a juego, siempre vivos y alegres.

En ese momento no eran nada. Solo dos óvalos blancos.

Ninguno de los tres adolescentes que estaban junto a Lisa fueron capaces de decir algo, ni siquiera Grace, que examinaba cada rincón del cuerpo con profunda inquietud, o Patrick, que movía la cabeza de su amigo inútilmente, a la vez que se agarraba los cabellos con profunda ira; Lauren parecía haber perdido toda la energía, pues contemplaba el cuerpo con el rostro pálido y triste. Como si se hubiese cansado de gritar, porque sabía que no serviría de nada.

Lauren acarició el rostro de John con profunda torpeza, como si no supiera de qué forma se tenía que hacer. Pero solo eso bastó para que Lisa la viera: una pequeña chispa —igual que durante un corto circuito— se produjo al momento del contacto. Lauren apartó la mano, más asustada que sorprendida. Grace pareció darse cuenta, ya que obligó a Patrick a voltearse y parar de zamarrear la pobre cabeza inerte de John.

Coma (Entre comillas, #1) [¡Disponible en las principales librerías de Chile!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora