🌠Capítulo 24: Todo está al revés🌠

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62 días en coma


Patrick alargó la vista hacia el horizonte.

—Estoy considerando seriamente la opción de que hayan muerto —dijo, fijando los ojos en Lisa—. Se fueron hace cuatro días y aún no regresan. Sé que el tiempo pasa más lento en la Vida Terrestre, pero casi dos días terrestres me parece excesivo.

Lisa se encogió de hombros. Luego de descubrir que dos coma ocho días en Pueblito equivalían a uno en la Vida Terrestre (cálculo hecho por Grace, comparando la fecha en la que las chicas cayeron en coma, con el tiempo que Lisa llevaba allí), el tiempo ya no era un factor relevante en su vida. ¿Qué tal si habían pasado a un Mundo en donde el tiempo se paralizaba y apenas llevaban un par de horas fuera?

—Tal vez nos odian en secreto y no quieren regresar —respondió ella a la ligera—. De seguro están disfrutando poder sentir y contemplar la noche.

Patrick suspiró y se recostó sobre el tronco del Gran Árbol. La suave brisa provocó que algunos mechones se le desordenaran, pero a él pareció no importarle. Llevaban varias horas en el interior del bosque, ya que a ninguno de los dos le apetecía demasiado la idea de volver a la Civilización. No habían hablado mucho desde que Grace y John se marcharon; tampoco tenían de qué charlar. Lisa lo había intentado y las respuestas que recibió, fueron: "No sé", "no lo recuerdo", "ya te dije que no lo sé", "¿de veras vas a seguir interrogándome?", "por última vez, no puedo saberlo", "eres bastante irritante, ¿lo sabias?". Y un gran: "Elizabeth, ¡cállate!".

El silencio no era un problema, con Patrick el ambiente era tranquilo, relajado y muy placentero, hasta que decía algo desagradable y arruinaba todo, pero la vida no es perfecta y mucho menos las personas que la componen.

Lisa centró su atención en el paisaje. Resultaba raro ver los árboles y conocerlos. Después de pasar casi seis meses en ese lugar, Lisa se sabía de memoria cada centímetro cuadrado de Pueblito y las Afueras. Todos los árboles se mantenían igual, con sus respectivas hojas verdes en sus ramas. Ni una sobre el suelo. Siguió observando el lugar donde se hallaba hasta que sus ojos volvieron a posarse en Patrick, que leía muy concentrado el pequeño libro de cuero. De nuevo.

—¿Vas a dejarlo en algún momento? —le preguntó Lisa.

—Llegará el día en el que no le queden más hojas llenas —respondió Patrick sin siquiera mirarla; la nariz no se le veía, y leía como si alguien fuera a arrebatarle el cuaderno en cualquier instante—. Espero que no sea tan pronto. ­

Lisa le volteó los ojos, aunque sabía que él no la estaba viendo.

El día anterior se habían quedado en la casita de Patrick charlando de lo exasperante que eran las hermanas Bennet, sin contar a Lizzy ni a Jane. Cuando Lisa estuvo a punto de marcharse, no pudo evitar echarle una mirada a los libros que tenía Patrick sobre la cama. Un pequeño libro de cuero café llamó su atención, no parecía un libro de verdad. Lisa lo tomó para leer su contenido, pero Patrick se le adelantó y se lo arrebató con agresividad. "No es para que lo leas", le dijo. Resultó ser un libro en el que escribía o al menos, un libro para escribir. Patrick no estaba seguro si se trataba de su letra, y como no había caído en coma con un lápiz, no tenía cómo comprobarlo.

—Si leerlo no te recordó nada, dudo que olerlo ayude mucho más —le dijo Lisa, tumbándose sobre el pasto.

—Ja, ja, ja. Muy divertida —le respondió él sin sonreírle.

—¿Por qué te interesa tanto lo que dice?

Patrick despegó la vista de la libreta.

—Porque yo pude haberlo escrito —le respondió sereno—; para una persona con problemas de identidad, un diario de vida es casi un milagro.

Coma (Entre comillas, #1) [¡Disponible en las principales librerías de Chile!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora