19 [Editado]

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KARA

Suspiré recargada sobre el pecho de Owen, completamente satisfecha y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí en paz; feliz. Una leve sonrisa permanecía plantada en mi rostro mientras sus dedos dibujaban patrones sobre mi espalda con un ritmo pausado y constante, una cadencia relajante que me tenía en un estado de languidez.

Percibía su respiración calmada, sus labios presionados contra la cima de mi cabeza, y su cuerpo duro y cálido debajo de mí, dándome esa sensación de que todo iría bien ahora. La cercanía con él, la proximidad de esa manera tan íntima, se sentía perfecta. No solo placentera, también había algo más profundo ahí. Solo el tenerlo así conmigo me hacía sentir viva de nuevo, con ganas de seguir. Era mucho más de lo que alguna vez habría esperado sentir con Owen. Él era atento, cariñoso y se preocupaba por mi bienestar, que era más de lo que podía decir de quienes fueron las personas más «cercanas» a mí. Esos individuos que eran tan egoístas que solo se interesaban por ellos mismos, sin importarles lo que pasaba bajo sus narices a no ser que los afectara directamente.

Ellos y Owen eran dos tipos distintos de seres humanos y era algo que agradecía. Ahora, sintiendo lo que sentía por él, viendo cómo la dimensión de mi sentir iba creciendo día a día, no creía ser capaz de soportar su indiferencia o incluso su crueldad. Porque sí, así eran a veces mis propios padres conmigo: crueles. No en una manera física, pero sí mental. Ignorándome, menospreciándome, actuando como si yo y mis problemas fuéramos irrelevantes, nada importante...

Sacudí la cabeza deshaciéndome de esos recuerdos y sonreí al sentir los labios de Owen posarse sobre mi frente y murmurar algo ininteligible.

—¿Qué? —pregunté riendo. Sabía que estaba más dormido que despierto en ese momento, y el que intentara hablar me causó gracia. Me removí a su costado y deslicé mi mirada hacia sus increíbles ojos que, aunque me miraban entrecerrados por el cansancio, se podía decir que lucían alegres y satisfechos—. ¿Cansado?

Planté un beso en el centro su pecho y me incorporé sobre mis codos cuando él hizo amago de sentarse. Apoyó su espalda en la cabecera de madera y me atrajo de nuevo a su regazo para poder plantar un pequeño beso en mis labios.

—Mmm... Puede ser. —Lanzó una mirada al reloj sobre la mesa de noche y luego dejó escapar una risa—. Son las tres de la mañana. Eso lo explica todo.

Sorprendida, miré la hora para comprobar que fuera verdad lo que decía, y luego me volví a acurrucar en el hueco bajo su brazo. Reí feliz. Me agradaba la sensación que tenía, esa de que con él a mi lado nada malo podría pasarme. Me sentía segura y protegida, cosas que no había sentido en mucho tiempo, y no pensaba dejar escapar aquella sensación en un corto plazo.

Cerré los ojos con el dulce agotamiento recorriendo mi cuerpo y suspiré a gusto.

—Creo que debemos dormir —dije tratando de amortiguar un bostezo. Owen murmuró un asentimiento y se acostó de nuevo en el colchón, trayéndome con él al refugio que me proporcionaban sus fuertes y cálidos brazos.

—Espero que no te importe que duerma aquí, pero no creo siquiera ser capaz de cruzar el pasillo sin caer desmayado. Me siento... sin fuerzas. Me drenaste completo —susurró apretándome más contra su cuerpo. Rodeé su cintura con mis brazos y enterré mi nariz en el leve rastro de vello en su pecho.

Volví a sonreír. No parecía ser capaz de dejar de hacerlo. Esta vez eran sonrisas verdaderas, teñidas de agradecimiento y esperanza, no como las falsas y plásticas que toda mi vida había estado mostrando para que la gente no se diera cuenta de que, en realidad, no estaba bien; que estaba resquebrajada por dentro.

—¿Es eso una queja? —inquirí en broma, negándome a pensar en mi pasado. Ese ya había quedado atrás. Él rio al escucharme.

—No. Solo señalaba un hecho.

Sin ver atrás ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora