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KARA

Miré por última vez mi piso desierto y suspiré sintiéndome triste, igual de vacía que el departamento. Al cerrar esa puerta sabía que estaba terminando con otra dolorosa etapa de mi vida. Había creído que en ese lugar todo iba a salir bien, que empezaría de cero, que renacería..., pero todo lo que pasó fue que volví a caer, y esa vez con más fuerza.

Las marcas que el impacto de la realidad había dejado en mi alma, no iban a sanar con facilidad. Tal vez no sanaran. Viejas heridas habían sido abiertas. Así, sangrantes, dolorosas y punzantes se extendían por todo mi interior. Suponía que algo incorrecto debía haber hecho para merecer tanto mal, para sufrir tanto durante largo tiempo. Ya ni siquiera tenía ganas de luchar. Cuando eres golpeado por la vida tantas veces de manera tan brutal, comienzas a pensar que lo mereces. Yo creía que lo merecía; que la felicidad no era algo hecho para mí... o que tal vez ni siquiera existía.

Abrí la puerta y dejé la habitación sin darle otro vistazo. Era demasiado doloroso tener que pasar página. El encuentro con Owen seguía carcomiéndome el corazón, sus palabras taladrando mi cabeza y burlándose de mí sin piedad. ¿Ahora sí me creía? Después de que le había demostrado lo incapaz que era de lastimarlo, después de que le abrí mi corazón y vacié mi alma en sus manos para que la cuidara... dudó de mí, y aquello era algo que no iba a saber perdonar.

—Kara. —La voz de Reil me sacó de mi autocompasión. Elevé la mirada para encontrarme con sus ojos y traté de sonreír, sin embargo, su mirada llena de lástima me dijo que no lo había logrado.

—Hola, Reil. ¿Cómo estás? —pregunté en un susurro. Él metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y ladeó su cabeza mirando la maleta que me encontraba sosteniendo.

—Creo que yo debería preguntarte eso a ti, así que... ¿cómo te encuentras?

Sus ojos estaban llenos de conocimiento. Sabía que no me encontraba bien y quería escucharlo de mis labios. Miré hacia mis pies y sentí mi barbilla temblar, las lágrimas atorándose en mi garganta e impidiéndome soltar más que un hilo de voz. No quería que más gente me viera romperme, sin embargo, me encontraba demasiado cansada como para elevar mis murallas de nuevo.

—Viva —admití.

«O algo parecido».

—Eso es bueno.

Sonreí con tristeza y sacudí la cabeza. En ese momento no me sentía para nada bien. Percibía vacío mi interior. Nada de lo que hacía para distraerme lograba hacerme sentir bien. Me encontraba sola en el mundo, triste, herida... Eso no era vivir.

Apreté la agarradera de la maleta en mi mano y vi a Reil.

—Uhm, me tengo que ir. Yo... Me están esperando.

Hice un gesto con la cabeza hacia las escaleras y mi amigo asintió.

—¿Te mudas?

—Sí. Ya no puedo permitirme pagar la renta ahora —confesé encogiéndome de hombros—. Creo que ya lo sabes, pero ahora no tengo trabajo como modelo. Ni como mesera. Entonces...

—Comprendo.

—Sí.

Miré hacia la puerta cerrada del piso de Owen y Reil, entonces cerré los ojos y me di la vuelta.

—Oye, Kara —llamó mi amigo. Me detuve—. Solo quiero que sepas que yo no dudé de ti nunca. Te conozco lo suficiente y sé que eres incapaz de hacer algo así —dijo en un susurro que apretó mi corazón.

Reil no había dudado de mí, pero Owen sí. Tal vez nunca creyó en mí. Era probable que desde el principio nuestra relación hubiera estado condenada. Miré a mi amigo por encima del hombro y le di una sonrisa temblorosa de agradecimiento. No estaba segura de ser capaz de decir algo sin echarme a llorar. Giré mi rostro de nuevo, enderecé los hombros y entonces salí del edificio con rumbo al auto de Dan.

Sin ver atrás ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora