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Canción: Turn to you - The careful ones.
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KARA

No quería hacer nada, así que no lo hice. Durante la primera semana con Owen me quedé la mayor parte del tiempo recluida en mi habitación o, mejor dicho, en la habitación de Reil.

Salía en la mañana cuando Owen me pedía que desayunara a su lado, pero nunca se iniciaba una conversación. Solo comíamos en silencio, el sonido de los cubiertos raspando sobre los platos llenaba el ambiente junto con el aroma a café. De vez en cuando, con mi visión periférica, lo atrapaba con la mirada fija en mi perfil. Me observaba con esos ojos tristes y llenos de compasión.

Y lo odiaba. No me agradaba que me tuviera lástima, que nadie lo hiciera; nunca me había gustado. Prefería mil veces recibir su odio que su pena. Tal vez por eso había sido así en la adolescencia.

A veces cuando Owen llegaba de trabajar llamaba a mi puerta y decía que había adquirido una nueva película para que viéramos juntos. Me encontré ansiando aquellos momentos. A pesar de que mi mente recordaba que él también me había lastimado, mi cuerpo parecía haberlo olvidado y reaccionaba a su cercanía. Se me aceleraba el corazón, me temblaban las rodillas y me sudaban las manos como a una chiquilla. Respiraba su aroma y me relajaba, sentía su calor y suspiraba.

Pero luego, en la noche, cuando me iba a dormir, todo regresaba a mí de golpe. Y sufría. Las pesadillas no se habían disipado y cada vez eran peores. Me torturaban incluso despierta. Me revolvían el estómago y hacían que huyera con rapidez al baño interrumpiendo mi descanso y dejándome en un estado de cansancio perpetuo. No me daba hambre. Solo quería dormir y no despertar. Sentía que no tenía a nadie por quien seguir. La gente importante en mi vida me había abandonado, dado la espalda o decidido que yo no era lo suficientemente buena para tener su amor y compañía.

Habría sido tan fácil solo desaparecer y hacer de este mundo un lugar mejor. Sentía que así sería, que les haría un favor a todos si tan solo... me fuera.

Me hallaba sentada en el sillón de la sala cuando decidí que no podía seguir así. Sabía que había algo mal en mí y no quería seguir de esa manera. Era cansado y muy doloroso.

Recordando los pasados meses me di cuenta de que, aunque él, Owen, me había hecho muy feliz, siempre había estado esa oscuridad en el fondo esperando el momento indicado para absorberme y volver a apoderarse de mi mente. Desde la muerte de Kayla nunca había vuelto a ser la misma ni lo volvería a ser.

Pero necesitaba ayuda y lo aceptaba.

La puerta del departamento se abrió y vi a Owen entrar con un semblante exhausto. Triste, cansado, vencido... Parecía mayor, y de igual manera se las arregló para sonreírme e intentar hacerme sentir que todo estaría bien. Se veía a punto de colapsar y de igual manera velaba por mí, por mi tranquilidad, y trataba de alejar mis temores.

Mis ojos se rasaron de lágrimas al comprender que estaba arrepentido de verdad, que yo no era la única persona sufriendo en esta situación, que no era la única víctima. Él se preocupaba por mí y yo no le estaba dando ninguna razón para que creyera que iba a estar bien y que pudiera relajarse. Con mi actitud solo le lanzaba señales de alerta parpadeantes que le advertían que me desmoronaba, que en cualquier momento terminaría por derrumbarme y nada ni nadie sería capaz de levantarme de nuevo.

Sentí un nudo de culpabilidad formarse en mi garganta y tuve que parpadear repetidamente para que aquellas gotas saladas no escaparan de su prisión. Cuando por fin pude clavar mi vista clara en él, me di cuenta de que su frente se había arrugado en un gesto preocupado. Por mí, no por él. Se preocupaba por mí. Siempre por mí.

Sin ver atrás ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora