El aire estaba cargado de humedad mientras el auto avanzaba por el serpenteante camino rodeado de frondosos árboles. La temporada de lluvias había llegado, y la lluvia de la noche anterior había dejado un brillo en las hojas. Los rayos del sol se filtraban entre las ramas, proyectando destellos intermitentes sobre el asfalto. El motor rugía con un sonido constante, llenando el incómodo silencio del interior del vehículo.
Habían pasado cuatro días desde que Amber, agotada, decidió contarle a su familia que quería ir a terapia pero no sabía si era buena idea. Cuatro días desde que las preocupaciones de su madre y la insistencia de Desmond la llevaron a aceptar lo inevitable. Ahora, mientras el auto se deslizaba por la carretera, sentía cómo el peso de esa decisión se intensificaba con cada kilómetro.
Desmond sujetaba el volante con firmeza, sus nudillos blanqueados por la presión y mordiendo su labio inferior de vez en cuando. Aunque sus ojos estaban fijos en la carretera, su mente parecía en otro lugar, probablemente repitiendo las mismas palabras, tratando de encontrar el momento adecuado para hablar. Desde aquella conversación, había mostrado un optimismo desconcertante para Amber, como si ir a terapia fuese la solución a todos sus problemas.
Amber se recostó contra la ventanilla, sintiendo el vidrio frío contra su mejilla. El paisaje pasaba velozmente, pero su mente estaba en otro lugar. Aún no se acostumbraba a la idea de abrirse con una desconocida. La incomodidad y el cosquilleo en su piel, que había aprendido a identificar como sus "sentidos extraños" latentes, seguían allí, burbujeando bajo la superficie. Le costaba pensar en cómo explicaría lo que sentía; ni siquiera estaba segura de comprenderlo completamente.
El silencio en el auto era espeso, casi sofocante. Desmond no parecía dispuesto a rendirse tan fácilmente y trató de romper la tensión con un tono ligero, aunque en sus palabras había una nota de preocupación.
-¿Estás nerviosa? -preguntó, sin apartar la vista de la carretera.
Amber se encogió de hombros, la respuesta fue automática.
-No más que de costumbre.
Desmond soltó una breve risa, aunque no había alegría en ella. Desde que habían tomado esa decisión, ella había estado más retraída de lo habitual. Había pasado la mayor parte del tiempo en su cuarto o dando largas caminatas por el vecindario. Si no fuera porque la conocía tan bien, diría que estaba huyendo.
-¿No vas a decir nada? -preguntó él.
Amber dejó escapar un suspiro, sin apartar la vista del paisaje que pasaba junto a ellos. Podía sentir el hormigueo constante bajo su piel, el rastro de lo que sentía cuando estaba apunto de oler algo extraño, oír algo irritante o saborear el aire, siempre presente, siempre amenazando con salir a la superficie. La protección que Desmond intentaba ofrecer le resultaba tanto irritante como reconfortante.
-No hay mucho que decir -respondió con sequedad.
-Vamos, Amber, dime lo que sea, sabes que podemos hablar... -Desmond apretó el volante, mirando de reojo a su hermana-. Mamá está preocupada. Te he notado diferente estos últimos días, más... distante. Ni siquiera duermes, ni comes como la gente. Sabes que esto no es normal.
-Oh, por favor -replicó Amber, rodando los ojos-. Sólo... deberías estar feliz de que decida ir a terapia por cuenta propia. No te imaginas lo difícil que es-dijo con un toque sarcástico-. Además, es solo una prueba. No es como si una psicóloga pudiera arreglar los problemas de todos.
Su tono se volvió más bajo, casi un susurro, como si dudara de lo que decía. La última palabra se quedó suspendida en el aire, acompañada por el leve temblor de su voz. Desmond la miró de nuevo, sus ojos azules oscuros reflejaron ligeramente el enorme abrigo blanco de su hermana.
El joven de cabellos negros revueltos soltó una leve risa y negó con la cabeza, suavizando el ambiente con una sonrisa cálida pero seria.
-Créeme, estoy feliz. Pero no se trata solo de encontrar una solución rápida, Amb -dijo, manteniendo su mirada fija en el camino, aunque sus palabras parecían dirigirse a un lugar mucho más profundo-. A veces, hablar ayuda a poner las cosas en perspectiva, incluso aquellas cosas que nos cuesta admitir o que nos asustan. No estás buscando a alguien que te dé todas las respuestas; estás buscando a alguien que te ayude a encontrarlas por ti misma.
Se volvió hacia ella otra vez, sus ojos azules oscuros brillaban con una intensidad que Amber pocas veces había visto.
-Recuerda esto, Amb: pedir ayuda no es rendirse. A veces, es la única manera de encontrar la fuerza que necesitas. Nadie tiene todas las respuestas, pero no significa que no valga la pena buscarlas.
Amber sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que Desmond tenía razón, pero no podía sacudirse la sensación de que estaba en un punto sin retorno, como si su vida se hubiera convertido en un complicado rompecabezas en el que cada pieza encajaba de manera incorrecta.
-Por cierto -dijo Desmond, cambiando de tema-. La próxima semana viajaré a Ordand para postularme a un trabajo como guardia de seguridad. He pensado que podría ser una buena oportunidad para cambiar un poco de aires.
Amber arqueó una ceja y giró la cabeza hacia él.
-¿Un guardia de seguridad? -repitió, burlona-. ¿Mamá lo sabe?
Desmond soltó una risa baja.
-No, pero cuando consiga el puesto cenaremos mariscos.
-Wow, te vas a meter en tantos problemas que mamá va a necesitar terapia también.
-Alguien tiene que mantener la calma en la familia -bromeó, pero luego su tono se volvió más serio-. Solo quiero asegurarme de que estarás bien aquí mientras me ausente, no sé si es definitivo pero es una buena oportunidad.
-Desmond, voy a estar bien. No te preocupes tanto -respondió Amber, con un tono que pretendía sonar despreocupado-. ¿Cuándo te irás?
-Dentro de una semana, luego de los exámenes de Jared.
-Espero que...todo salga bien-comentó viendo a Desmond con una pequeña sonrisa.
Llegaron al consultorio, y Desmond estacionó el auto. Apagó el motor en silencio y luego se volvió hacia ella, sus ojos azules fijos en los de Amber. Durante un instante, pareció buscar las palabras adecuadas, dejando que el silencio hablara por él antes de decidirse a romperlo.
-Si no te gusta, nos vamos. Pero dale una oportunidad, ¿sí?
Amber asintió, aunque sus gestos eran lentos y su expresión mostraba reticencia. Bajó del auto, cerrando la puerta detrás de ella con un golpe sordo. Sentía el viento frío en su rostro mientras avanzaba hacia la entrada del edificio. Empujó la puerta de vidrio, y un pequeño timbre sonó, anunciando su llegada. Apenas entró, el olor a cuero de los sofás y a un fuerte aromatizante de naranja la envolvieron. Arrugó la nariz con una mueca de repulsión; el olor le resultaba francamente asqueroso, como si alguien hubiera intentado enmascarar un hedor rancio con un aromatizante barato. Cada vez que inhalaba, el desagradable aroma se le pegaba en la garganta, casi haciéndole sentir náuseas.
La sala de espera estaba decorada de forma minimalista, con cuadros abstractos en las paredes y una mesita llena de revistas que nadie parecía leer. Se sentó en uno de los sofás, sintiendo el frío del cuero contra su piel a través de la tela de su pantalón. A su alrededor, el silencio era casi opresivo, roto solo por el leve zumbido del aire acondicionado. Amber jugueteaba con el borde de su chaqueta, incapaz de encontrar una posición cómoda, cuando una voz femenina interrumpió sus pensamientos.
-Niña, ¿Puedes darme tu apellido? -preguntó una recepcionista con gafas de montura fina y un tono que era amable, pero distante.
-Evans -respondió Amber sin mirarla, su voz un poco más áspera de lo que pretendía.
La mujer tecleó algo en su computadora antes de indicarle con un gesto hacia el pasillo.
-La doctora la verá ahora. Es la última puerta a la izquierda. Puede pasar.
Amber asintió, sintiendo el ligero nudo en su estómago un poco más fuerte que antes mientras se ponía de pie y caminaba hacia el pasillo indicado. Sus pasos resonaban en el suelo de baldosas, y al acercarse a la puerta, notó el letrero de "Doctora Evelyn Carter, Psicología" grabado en una placa dorada. Tomó una profunda bocanada de aire, empujó la puerta adentrándose en el consultorio.
Lo primero que percibió fue el aroma del café recién hecho, lo extraño era que no había ninguna máquina a la vista, pero el olor estaba presente, acompañado de un sutil toque a libros viejos. La habitación emanaba calma, una calma que le resultaba incómoda, como si la obligara a bajar la guardia. Frente a ella, una mujer de rizos indomables y auténtico cabello moreno la observaba desde el otro lado del escritorio. Su piel, rica en matices, presentaba manchas claras de vitiligo que se extendían por sus brazos y cuello, creando un hermoso contraste con el tono oscuro de su cabello. Llevaba gafas de montura gruesa que le otorgaban un aire amable pero perspicaz, como si pudiera leer más allá de las palabras y adentrarse en los pensamientos más profundos de Amber.
-Amber, ¿verdad? -preguntó la mujer con una sonrisa leve y natural-. Soy la doctora Evelyn Carter. Pasa, toma asiento donde te sientas cómoda.
La joven se queda inmóvil unos segundos, mirando el sillón verde esmeralda frente a ella. Finalmente, se mueve lentamente hacia él, con los hombros tensos. Al sentarse, su mirada se detiene en los pequeños detalles: plantas en macetas, libros abiertos, y una lámpara cálida que suaviza las sombras del lugar. Sin embargo, siente que las paredes se están cerrando a su alrededor.
Evelyn tomó su cuaderno con un gesto pausado, pero no se apresuró a escribir. En su lugar, observó a Amber con una mirada amable, casi como si las palabras que flotaban en el aire entre ellas fueran un puente que necesitaba tiempo para cruzar.
-Dime, Amber -comienza, su voz suave y casi áspera-. ¿Es tu primera vez con una psicóloga?
Amber siente un ligero temblor en su estómago, pero se arma de valor y responde.
-Sí -dice, con un hilo de voz, revelando su nerviosismo.
Evelyn asiente, mostrando comprensión. Ella sabe que el primer paso en este viaje puede ser el más desafiante.
-Es completamente normal sentirse un poco nerviosa -afirma Evelyn, sonriendo levemente-. Para muchos, la terapia es un nuevo terreno, y está bien tomarse su tiempo para adaptarse. Aquí no hay presión.
Evelyn hace una pausa, asegurándose de que Amber asimile sus palabras.
-Quiero que sepas que este es un espacio seguro para ti -dice Evelyn, en un tono calmado-. Podemos hablar de lo que te preocupe o te inquiete, y aquí no tienes que preocuparte por juicios. La terapia es para que puedas explorar tus pensamientos y emociones en un ambiente tranquilo.
Hace una breve pausa, dándole tiempo a Amber para asimilarlo.
-Si en algún momento tienes dudas sobre lo que hacemos aquí o quieres hablar de otra cosa, solo dime, ¿de acuerdo?
Amber asiente de nuevo, más relajada aunque sigue algo tensa.
-Entonces, ¿qué te parece si empezamos por lo básico? Me cuentas un poco de ti, cuéntame, ¿cuántos años tienes?
-Tengo 18.
Evelyn asiente, manteniendo su expresión tranquila.
-Dieciocho. Esa edad donde todos creen que ya sabes qué hacer con tu vida, ¿verdad? -bromeó, esbozando una sonrisa.
Amber se ríe suavemente, aunque intenta disimularlo.
-Sí, algo así...
Evelyn sonríe, satisfecha de haber aligerado un poco la atmósfera.
-¿Y con quién vives?-preguntó con voz rasposa.
Por un breve momento, Amber notó que el aroma del café salía ligeramente de la boca de Evelyn.
-Vivo con mi madre y mis hermanos-respondió sin más.
-Bueno, Amber, dime, ¿qué haces en tus ratos libres cuando no estás en plena exploración de tus secretos internos? ¿Alguna afición culpable? ¿Maratones de series? ¿Coleccionar patos de plástico? -pregunta en tono divertido.
Amber parpadea, sorprendida por el comentario, y sonríe.
-Supongo que... me gusta escuchar música, aprender a tocar la guitarra y leer, aunque no sé si se considera "afición culpable".
-¿Leer y tocar la guitarra? ¡Oh, profundo! ¿Qué tipo de libros lees? -Evelyn hace un gesto de intriga exagerada-. No me digas que eres de las que aman las novelas de crímenes y asesinatos, esas que te mantienen despierta hasta las tres de la madrugada.
Amber suelta una pequeña carcajada, relajándose un poco más.
-No realmente, me inclino más por el drama... aunque también me gustan las historias de fantasía, sólo un poco.
-Fantasía, interesante -Evelyn levanta las cejas-. ¿Podrías imaginarte a ti misma sosteniendo un libro y pensando, "Podría ser yo la que tenga poderes especiales y salve al mundo." ?
Amber arruga la nariz, relamiendo su labio para contener otra risa.
-No podría, es demasiada responsabilidad...-admite, bajando un poco la guardia.
Evelyn asiente con una sonrisa.
-Si, es demasiada responsabilidad pero todos tenemos un toque de heroísmo secreto -dice con un guiño-. Bueno, siempre he pensado que detrás de cada joven reservado hay una historia interesante esperando ser contada.
-¿De verdad?
-Por supuesto, y hablando de eso, ¿cómo te has sentido últimamente? -preguntó en tono rasposo, sin apuro.
Amber desvía la mirada y cruza las manos en su regazo, como si dudara en hablar. Finalmente, suspira.
-No estoy muy segura de cómo empezar... Es que... me siento rara, como si algo en mí se hubiera roto o cambiado de un día para otro.
Evelyn asiente, sin interrumpir.
-Suena frustrante -dice en voz baja-. A veces es difícil entender por qué nos sentimos diferentes. ¿Recuerdas algún momento en particular en el que comenzaste a sentirte así?
Amber se muerde el labio, con la mirada fija en la alfombra se adentra en la pregunta que le cuesta tanto contestar: ¿desde cuándo había empezado a sentirse así? Trata de forzar a su memoria a retroceder, a buscar una línea que la lleve a algún punto de inicio claro, pero cada intento solo parece aumentar la neblina en su mente.
No fue en aquel momento en la cafetería cuando sentía que el aire no alcanzaba, ni cuando, de pronto, cada sonido parecía un agudo martilleo. Tampoco fue al oler aromas penetrantes -desde lo putrefacto hasta lo exquisito- surgiendo de lugares imposibles, ni cuando sentía que su cabeza explotaría o sus dientes se caerían del dolor, ni cuando soportó sin esfuerzo un fuerte golpe de aquél chico mayor en la fiesta de Owen, mucho menos cuando despertó ensangrentada después de aquella noche. No, todo había comenzado antes. Todo había comenzado en los días posteriores a su salida del hospital, cuando la extrañeza se instaló poco a poco bajo su piel, casi sin que se diera cuenta.
Desde el momento en que despertó en el hospital, las cosas habían cambiado. Al principio, lo achacó a la conmoción, a la amnesia que dijo el doctor que tendría durante un tiempo indefinido, pero ahora... ahora todo era diferente, extraño. Pequeñas coincidencias, cosas que rompía cuando estaba molesta, dolores de cabeza, cosquilleos bajo la piel, o esa vez que vió su reflejo en el espejo y trató de excusar esa experiencia como sueño pero ¿lo fué?.
El recuerdo de aquella noche en el bosque revolotea por su mente como una sombra esquiva. Podía ver fragmentos: los árboles, la lluvia, el árbol deforme, el miedo, la caída... pero algo faltaba. La bruma en su memoria parece despejarse por segundos y luego vuelve a cerrarse, dejándola atrapada entre la duda y el miedo.
-¿Amber? -la voz de Evelyn la trae de vuelta. Amber parpadea y levanta la vista, encontrándose con la mirada preocupada de su terapeuta.
-Fue... después del accidente en el bosque -Hace una pausa y cierra los ojos brevemente, como si luchara contra la imagen en su mente, una imagen que se fragmenta en pequeños retazos de recuerdos borrosos y desfigurados-. No recuerdo todo; solo algunos fragmentos. Me dijeron que me encontraron inconsciente, pero yo... no sé cómo llegué ahí.
Evelyn asiente, captando la tensión en su voz.
-¿Podrías contarme un poco más acerca de eso?
-Fuimos de vacaciones, nos graduamos y con mis amigos decidimos viajar...esa noche estaba ebria, muy ebria y no podía dormir, creo que...salí a caminar y luego todo es confuso. De repente estaba en el hospital y todo estaba "bien", sólo fue una caída pero tengo amnesia.
De repente, la pierna de Amber comienza a moverse de arriba a abajo de forma irregular.
-Amber, eso debe ser muy angustiante, el no tener claridad sobre lo que sucedió. ¿Hay algo en especial que te preocupe sobre ese accidente o sobre lo que no recuerdas?
Amber se queda en silencio unos segundos, las manos entrelazadas apretándose un poco.
-Siento que, desde entonces, no soy yo misma -dice finalmente, su voz apenas un susurro-. Como si... una parte de mí hubiera desaparecido. No sé cómo explicarlo, pero hay un vacío, como si me faltara algo o no lo sé. Siento que olvidé algo importante...
Evelyn mantiene su tono suave, ayudándola a sentirse comprendida.
-Esa sensación de vacío... ¿te pasa solo desde el accidente, o es algo que has sentido antes?
Amber reflexiona un momento, luego sacude la cabeza.
-Desde el accidente. Antes, era diferente. Pero ahora... no sé qué me pasa.
-Has estado...cargando por mucho tiempo. Debe ser realmente agotador.
Las lágrimas, siempre tan contenidas, comienzan a arderle en los ojos. Amber siente que algo se desmorona dentro de ella, una presión que llevaba acumulada demasiado tiempo. Las palabras de Evelyn no suenan a juicio, solo a una verdad que ella misma no había sido capaz de admitir en voz alta. Por primera vez, alguien parece entenderla, o al menos, alguien que no la juzgaría si lo dijera todo.
-Lo es... -su voz es apenas un susurro quebrado-. No sé cómo hacer que pare. Ni siquiera sé si algún día lo hará...
El silencio de Evelyn le da espacio para hablar, pero a Amber le cuesta continuar. Las palabras parecen atascadas en su pecho, como si cada una la desgarrara un poco más al salir.
-El otro día... sentí que no podía respirar -admite, bajando la mirada mientras las lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas-. Como si me estuviera ahogando, incluso estando en casa, o en el trabajo. Todo se cierra... y a veces... duele tanto.
La calidez de las lágrimas contrasta con el frío que parece extenderse por su pecho, y de pronto, ya no puede contenerlas. Sus manos tiemblan mientras trata de enjugarlas, sin éxito, y un sollozo escapa de sus labios.
Evelyn se mantiene en silencio, pero su mirada cálida y serena no se aparta de Amber, haciéndola sentir que está segura aquí, que está bien dejarse caer. De un momento a otro, le alcanza una pequeña caja de pañuelos colocándola en una pequeña mesa ratona frente a ella.
-Mi amiga... -murmura entre lágrimas-, estaba conmigo cuando me pasó. Me ayudó a calmarme... a recordar que tenía que respirar. Me dijo que hablara con alguien, que no podía seguir guardándome todo esto... -su voz se quiebra de nuevo, y se lleva una mano al rostro, tratando de ahogar un nuevo sollozo.
Evelyn asiente con suavidad, dándole tiempo, dejando que Amber respire entre las lágrimas y la angustia.
-Es una buena amiga... -dice Evelyn con voz baja, compasiva-. Permítete sentir esto, Amber. Has llevado esta carga sola por mucho tiempo.
Amber asiente, y por primera vez en mucho tiempo, siente que soltar todo ese peso podría ser posible.
-Y es comprensible que te sientas ansiosa si sientes que has perdido el control de tu propio cuerpo. Y al parecer nadie te ha dado respuestas claras.
Amber asiente, sintiendo un nudo en la garganta más desatado. Toma un pañuelo de la pequeña mesita ratona frente a ella y limpia su rostro con suavidad.
-No, no sé por dónde empezar, es demasiado extraño.
-¿De verdad?
-Si, en serio. No sé cómo explicárselo a mi familia ni a mis amigos. Ni siquiera sé cómo explicármelo a mí misma. Y no quiero preocupar a nadie, ¿tiene sentido?
De repente, Amber logró cambiar su postura, sus piernas se relajaron, sus hombros bajaron un poco y comenzó a usar ademanes mientras se expresaba. Evelyn, al notar que Amber comenzaba a soltarese, con un tono suave y comprensivo, decide cambiar el enfoque. Las lágrimas se detuvieron aunque sus ojos aún rojos seguían ahí junto con un ligero rubor en sus blancas mejillas.
-Claro, lo puedo entender, debe ser muy abrumador cargar con esto que sientes sola. ¿Cómo están las personas a tu alrededor? Cuéntame de tu familia, tus amigos... ¿cómo te sientes con ellos últimamente?
Amber frunce el ceño, sorprendida por la pregunta, pero también aliviada de no tener que hablar de sus extraños poderes.
-Mi familia... es complicado. Mi hermana Calista es la única que me trata normal, ella me escucha y me hace sentir cómoda. Jared cree que estoy pasando por mi primer enamoramiento o un corazón roto y mi hermano, Desmond, es quien más está pendiente de mí desde que comenté que tal vez me haría bien hablar con alguien, es decir, alguien profesional-habló tropezando con sus palabras-. Ha estado un poco intenso. A veces siento que me trata como a una niña. Se preocupa demasiado.
Evelyn sonríe levemente, mostrando comprensión.
-Es normal que quienes te quieren actúen así cuando sienten que no tienen control sobre lo que te pasa. Pero entiendo que eso puede ser frustrante para ti.
Amber asiente, mordiéndose el labio.
-Lo es. Quiero que me deje espacio, pero sé que lo hace porque se preocupa. Mamá... está diferente. Al principio, me sobreprotegía, pero ahora siempre está ocupada y siento que ya no me presta la misma atención, es decir, sé que le repetí una y otra vez que estaba bien pero...es raro.
-¿Y con tus amigos? -pregunta Evelyn suavemente.
-Tayler y Christian siempre están ahí, pero no les cuento todo. Tayler me ayudó mucho y a veces actúa como una mamá para nosotros, pero en el buen sentido. Me dice que debería relajarme más, confiar en los demás.
Evelyn toma nota mental de eso, reconociendo a Tayler como un buen apoyo emocional.
-Tayler parece ser una gran amiga. ¿Cómo te sientes cuando estás con ellos? ¿Puedes ser tú misma a pesar de lo que estás enfrentando?
Amber se queda en silencio un momento, pensativa.
-Bueno, no me siento cómoda hablando de mi, pero ella no me presiona; me permite expresarme cuando lo deseo y, cuando no, también lo acepta, aunque le molesta que no comparta más. En cuanto a Christian, me parece que es más tranquilo, y sé que si algo me afecta, estará ahí para apoyarme. Pero con ellos, puedo ser yo misma, incluso si no les cuento todo.
Evelyn asiente, notando la conexión que Amber tiene con sus amigos.
-Es importante tener personas con las que puedas ser auténtica, que te apoyen. Pero también es fundamental que pienses en tu propio bienestar. ¿Cómo te cuidas a ti misma, Amber? ¿Qué cosas haces para encontrar paz en medio de todo esto?
Amber mira hacia el techo, un poco perdida.
-No lo sé... No he pensado mucho en eso. Supongo que trato de mantenerme ocupada, pero la mayoría del tiempo siento que solo sobrevivo el día.
Evelyn observa a Amber.
-¿Has notado algún patrón en tus días que te haga sentir más ansiosa o desbordada?
Amber reflexiona por un momento.
-Las mañanas son las peores. Me despierto con el pecho apretado, como si no tuviera energía para nada. Y todo me abruma.
Evelyn anota eso mentalmente.
- ¿Qué haces cuando te sientes así?
Amber se encoge de hombros.
-Intento distraerme, pero a veces es imposible. Camino mucho por la casa, como si eso pudiera calmarme. Otras veces, simplemente me siento y espero que pase. Pero no siempre pasa.
Evelyn la observa con empatía.
-Caminar puede ser una buena manera de liberar tensión física. Pero parece que lo que buscas es calmar también tu mente. ¿Has probado alguna técnica de respiración o relajación?
Amber frunce el ceño.
-No... Tayler me dijo algo sobre eso, pero no lo he intentado mucho. Cuando me siento así, solo quiero que todo se detenga.
-Eso es normal, Amber. A veces, lo último que queremos es enfocarnos en el presente cuando parece abrumador. Pero hay maneras de hacer que ese momento sea menos pesado, de que puedas recuperar algo de control. Tal vez podríamos practicar una técnica simple la próxima vez que te sientas así.
Amber la mira con curiosidad.
-¿Cómo funciona?
-Podemos comenzar con algo sencillo, como concentrarnos en tu respiración. Inhalar lentamente, sostener el aire unos segundos y luego exhalar de manera controlada. Puede parecer básico, pero ayuda a tu cuerpo a reconocer que está a salvo y puede relajarse. Con práctica, podría ser una herramienta útil para ti.
Amber asiente, aunque sigue sin estar del todo segura. La mujer frente a ella sonríe cambiando su postura, luego toma notas en su libreta rápidamente para luego fijar su vista en Amber.
-Está bien... lo intentaré.
Evelyn sonríe suavemente, contenta con el pequeño avance de confianza.
-Por otro lado, quiero que pienses en tus relaciones. Has mencionado a tu hermano y tus amigos... ¿Crees que, en algún momento, el no contarles todo está alimentando tu ansiedad? A veces, guardarse cosas puede crear más tensión de la que imaginamos.
Amber se tensa un poco, pero respira hondo.
-Sí, lo he pensado. Pero no quiero que se preocupen más. No quiero que me vean como un problema.
Evelyn mantiene la calma, el tono de su voz sigue siendo comprensivo.
-Entiendo que no quieras cargar a los demás con tus preocupaciones, pero creo que ellos estarían dispuestos a ayudarte si supieran lo que estás enfrentando. Te aman...nunca lo dudes.
Amber lo piensa, sintiéndose un poco más abierta. Ambas se despiden luego de 1 hora. Con cada paso que daba hacia la salida del consultorio de Evelyn, la luz del sol iluminaba su rostro, y una suave brisa fresca la envolvía, como si el mundo la abrazara con un renovado optimismo. Al cerrar la puerta tras ella, sintió que el peso de sus pensamientos se disipaba poco a poco, dejando espacio para una nueva perspectiva. Era como si, al salir de ese espacio, también hubiera dejado atrás las sombras que la habían acompañado.
Al subir al vehículo, encontró a Desmond esperando jugando un jueguo en su celular, su rostro iluminado por una sonrisa que reflejaba su alegría genuina.
-¿Cómo te fue?- le preguntó él, con curiosidad y un brillo de interés en sus ojos.
-Bueno...bien-respondió Amber, encendiendo el motor y sintiendo la vibración del auto como un eco de su renovada energía. -No parece tan malo...
Desmond sonrió, su expresión aliviada, como si él también hubiera estado cargando parte de su carga emocional.
-Eso es genial. Sabía que lo harías-afirmó, apoyándose en el respaldo del asiento con una expresión de orgullo.
Mientras su hermano conducía, Amber se permitió disfrutar de la música trap que llenaba el coche, cada nota era un susurro que la instaba a dejar atrás sus dudas. El camino fue más corto y ligero, como si la brisa fresca del exterior estuviera limpiando su interior también.
Al llegar a su casa y cruzar el umbral, los envolvió el acogedor aroma de especias cálidas y pan recién horneado, perfumando el aire con una bienvenida familiar. Desde la cocina, su hermana se asomó al escuchar el eco de la puerta, con una sonrisa suave iluminando su rostro al verlos llegar.
-¿Todo bien?-pregunta Calista, apareciendo en la entrada del salón con una mirada curiosa.
Amber se encoge de hombros mientras se quita la chaqueta y la cuelga en el perchero, dándose cuenta de que la pequeña tenía el rostro manchado de harina, el delantal un poco mojado y las manos llenas de masa.
-Si, fue... raro, pero bien, creo -respondió, sin querer profundizar demasiado.
Calista la observa unos segundos, como si intentara leer entre líneas, antes de asentir tranquilamente y encaminarse de regreso a la cocina. Desde el pasillo, una voz ronca y familiar interrumpe con tono burlón.
-¿Raro y bien? Eso suena como algo típico de ti-dice Jared, o "Red", quien está tirado en el sillón, con una sonrisa pícara.
Amber se ríe y niega con la cabeza mientras se quita los zapatos y los lanza despreocupadamente junto al perchero.
-Típico de mí, sí -admite, eludiendo profundizar.
Calista suspira, mirando de reojo los zapatos de Amber esparcidos en el suelo, y añade desde la entrada de la cocina:
-Ah, por cierto, mamá está en el trabajo y, para variar, no está muy contenta.
-¿Y eso? -pregunta Amber, arqueando una ceja mientras se deja caer en el sillón junto a Jared.
-La señora que iba a limpiar la casa de la abuela Lupe en Dasland le canceló porque dice que queda muy lejos -responde Calista con un toque de frustración-. Así que adivinen quién va a tener que hacerle masajes en los pies a mamá.
-La casa abandonada de la abuela Lupe... -Desmond suelta un suspiro, recordando las visitas al viejo lugar-. Con esas vigas altas y el jardín cubierto de hiedra... Es lindo, pero sería un desastre limpiarla.
-Probablemente terminemos haciéndolo nosotros -admite Calista desde la cocina-. Mamá quiere que quede reluciente antes de ponerla en venta.
Jared alza la vista, dejando el mando de la consola a un lado.
-¿Venderla?-pregunta, su voz repentinamente seria.
Calista asoma la cabeza desde la cocina.
-Sí, en unos seis meses, si todo sale bien -responde, alzando la voz lo suficiente para que todos la escuchen.
-Pero es la casa de mamá, sé que la abuela ya no está pero, ¿no es extraño vender tu propia casa?-Jared frunce el ceño, como si aún intentara procesarlo.
-Mamá sabe lo que hace, puede que necesite dinero, además, no pisamos ese vejestorio desde que te rompiste el brazo.
-¿Y qué? ¿Vamos a tener que empezar a hacer colectas para contratar una brigada de limpieza para la casa? -dice, en un intento de aliviar el ambiente recuperando su tono bromista.
Amber sonríe, observándolo mientras toma de nuevo el control de la consola.
-¿No tienes exámenes, Red? -pregunta Desmond, lanzándole una mirada divertida.
Jared se encoge de hombros, su expresión despreocupada.
-Exámenes... claro que sí. Pero nada como cenar con ustedes para recargar energías.
Amber se deja caer en el sofá tomando otro mando de la consola, a los pocos minutos suelta una risa sonora cuando el auto de Jared se estrella contra una barrera virtual en la pantalla, dejándolo rezagado en la carrera. Ambos se lanzan comentarios rápidos y bromas, con Amber adelantándose cada vez más mientras Jared hace lo imposible por recuperarse.
-¿Siempre fue así de fácil ganarte o estás más lento de reflejos?-preguntó la joven con una sonrisa victoriosa.
-¡Ese es un truco muy sucio! -protesta él entre risas, apretando los botones con una intensidad casi cómica-. Te juro que el control está en mi contra. Patearé tu trasero cuando menos te lo esperes.
-Claro, Red, seguro es el control -replica Amber burlona, fingiendo lástima mientras cruza la meta en primer lugar-. ¿Otra partida?
Desmond observa la escena con una sonrisa, luego se pone de pie y se acerca a Calista, quien está concentrada en la cocina. Ella le lanza una mirada sorprendida cuando él se ofrece a ayudar, pero rápidamente le da una tarea con una sonrisa cómplice.
-Ayúdame, ¿Te animas a picar las verduras? -le dice Calista, extendiéndole una tabla de cortar-. Pero sin inventos, ¿eh? La última vez pusiste zanahorias en la sopa de tomate.
-Fue un toque creativo, ¡casi gourmet! -protesta él con un guiño, mientras ambos ríen suavemente y se ponen a trabajar.
Mientras tanto, la tarde se desliza lentamente hacia el crepúsculo. Los últimos rayos del sol se filtran por las ventanas, pintando el salón y la cocina en tonos cálidos de naranja y rojo. La luz resalta cada rincón, volviendo la escena doméstica aún más acogedora. La casa está llena de pequeños ruidos -el cuchillo de Desmond contra la tabla, el chisporroteo de algo en la sartén, y el murmullo de risas-, hacen que la mente de Amber descanse un poco, los pensamientos intrusivos se alejaron, al menos por ahora.
De repente, unos golpes en la puerta rompen la quietud del momento. Amber espera a que alguno de sus hermanos se levante, pero nadie parece tener intenciones de moverse. Jared la mira de reojo con una sonrisa descarada y levanta los hombros.
-¿Esperabas que yo me levante después de esa paliza en el juego? Ni hablar -bromea él, haciéndola resoplar.
Amber suspira y se levanta. Antes de abrir la puerta siente algo en el aire, ese aroma a castañas ligeramente ahumadas y tierra mojada, como el bosque después de la lluvia, la envuelve y le golpea los sentidos de forma extraña. Con extrañeza abre la puerta y encuentra a Tayler sonriendo en el umbral, acomodando su su cabello recogido en una coleta alta y su flequillo perfectamente arreglado; en su mano lleva una bolsa de color blanco. Amber le sonríe, a punto de decir algo, cuando otra figura aparece detrás de Tayler, dejándola sin palabras: Rowan. Ahí está, con una expresión tan sorprendida como la suya, como si tampoco hubiera esperado encontrarse cara a cara.
-¡Sorpresa! -exclama Tayler, sacándola de sus pensamientos y dándole un suave codazo a Rowan-. Pensé que era hora de una intervención amistosa.
Rowan, algo tímida, le devuelve una pequeña sonrisa.
-Hola, espero no estar interrumpiendo...
Amber parpadea, tratando de asimilar la escena, y finalmente se le forma una gran sonrisa mientras se hace a un lado para dejarlas entrar.
-Para nada, pasen. Llegaron justo a tiempo: Desmond está en modo "chef" y Jared necesita un poco de humillación en las carreras.
Mientras las chicas entran, Amber se queda un momento atrás cerrando su puerta, captando que el aroma que llamó su atención no provenía de Tayler, sino de Rowan, el cual se intensificó al dejarla pasar a su hogar. Ahora, ese aroma era una mezcla inconfundible para ella, como si pudiera descifrar en cada nota olfativa las emociones de la chica que tiene enfrente. Cada nota en esa fragancia única la acerca aún más a la esencia de Rowan, esa chica que, sin darse cuenta, ya está ocupando un lugar en su mente, pero ¿por qué?Feliz casi Halloween 🎃 🖤🤝🏻
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Instinto Animal |Reescrita|
FantasyAmber Evans parece ser sólo una chica común, disfruta de la compañía de sus amigos, su trabajo de medio tiempo y el amor de su familia. Sin embargo, tras un oscuro encuentro en el bosque, despierta un legado oculto que la sumerge en un mundo de mist...