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—…los chicos dicen que vendería su propio corazón, si pudiese hacerlo.

—Si Malfoy tuviese corazón…—espetó Ron.

Su esposa le dio un codazo que lo obligó a cerrar la boca cuando la peculiar pareja se aproximó. Harry tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse de la manera en que Ron rodó los ojos, y en el momento en que Hermione giró el rostro en otra dirección, le sacó la lengua a la parte de atrás de su cabeza. Era lo bastante listo para no hacerlo de frente; después de todo, Hermione había estado bastante irritable desde el inicio de su embarazo.

El comedor de los trabajadores del Ministerio, por alguna razón incompresible, tiene una entrada discreta, aparte, exclusiva del personal de Seguridad Mágica, y unos pocos jefes de Departamentos aledaños. Thomas Ho-No-Puede-Recordar-Qué-Sigue, el tercer jefe que ha tenido la división de Ley Mágica en el último año y medio, entró por allí para ir con el Ministro. Draco lo acompañaba.

El mago vestía de negro del cuello hacia abajo y tenía un andar resuelto y grácil, el cabello largo recogido en una coleta, que le otorgaba cierto aire similar al de Lucius, antes de que la Segunda Guerra y los Mortífagos acabasen con él. Caminaba junto al miembro del Ministerio, y dejó que este arrastrase una silla en su lugar para sentarse.

Lo que ocurrió en ese punto es lo más curioso. Thomas habló, de pie junto a él, Draco asintió con aire distraído, hubo una sonrisa de por medio, que se borró tan rápido como el hombre giró el rostro. Thomas acudió a su reunión, unas mesas más allá, mientras un camarero sirvió a Draco.

Lucía aburrido cuando pidió cinco de los platillos más costosos, los que los trabajadores normales no pensarían en ojear, y sólo prueban en las fiestas de Yule del Ministerio.

Harry continuó su almuerzo, hizo comentarios a sus amigos sobre el nombre que podrían darle al bebé, y de vez en cuando, observó hacia el inexpresivo hombre rubio solo en una mesa, preguntándose si los rumores eran ciertos.

Probablemente no. Él debería saber, mejor que nadie, cuánta información puede ser falsificada al pasar de boca en boca.

Sin embargo, cuando Thomas Ho-Lo-Que-Sea acabó su charla, se despidió del Ministro estrechando su mano, se levantó, y se dirigió a la mesa donde estaba Draco, dándole vueltas a una cucharilla dentro de una taza. El hombre le dijo algo, Draco alzó la cabeza y sujetó la mano que este le ofreció. Un instante más tarde, se Aparecieron.

Aun así, tuvo la impresión de que era extraño.

0—

Harry hubiese olvidado el tema, sino estuviese en boca de varios agentes del Ministerio. Incluso de sus novatos del Escuadrón 7.

—¿…cuánto crees que cobre por una noche?

—No funciona así, no seas estúpido.

—¿Y cómo es entonces?

—Debes tener dinero para que se fije en ti. No parece que lo haga por noches, o días.

—Pues no lo he visto mucho tiempo con ninguno, si a eso te refieres…

—Si tienen tiempo para hablar sobre alguien que no sea un mago prófugo que tenemos que atrapar —interrumpió Harry, utilizando un sonorus para hacerse oír desde su escritorio, al otro lado de la oficina. A veces lamentaba la precaución necesaria de los encantamientos que lo hacían escuchar las conversaciones que tenían lugar entre esas cuatro paredes—, tal vez debería enviarlos a revisar los archivos y ayudarme con este papeleo.

—¡Oh, vamos, Auror Potter…! —protestó uno de los novatos, agitando los brazos de arriba a abajo, de ese modo que le hacía pensar que, dijesen lo que dijesen en la Academia, era demasiado joven para los peligros que conllevaba el empleo.

El coleccionistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora