VI

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—Mira, Mal- Draco-

La versión de El Profeta que descansaba en una de sus manos hablaba del próximo acto de caridad patrocinado por el Ministerio. Harry tenía la vaga sensación de que debería recordar un hecho relacionado a dicho evento, pero no conseguía hacerlo.

En su lugar, estaba más concentrado en la forma en que el otro mago daba órdenes al crup Merlín para que se sentase, detuviese el movimiento alegre de su cola y alzase una pata, a manera de saludo. Después de estrechar la extremidad animal, le arrojó un trozo de carne cruda, con el que se entretuvo entre mordidas y sacudidas de cabeza, gruñéndole como si se tratase de una presa de caza.

Draco se tomó su tiempo para limpiarse los restos de sangre de las manos, se secó, y volvió sobre sus pasos hacia las sillas del comedor, donde Harry se acomodó sin pedir permiso, ya que era la mínima consideración que se merecía.

Nada más entrar, se quitó la capa de Auror y la dejó en el perchero con el máximo cuidado, para seguirlo dentro, a través de las múltiples protecciones con que contaba el lugar. Sabía que Hermione querría detalles al respecto, porque ella pretendía acompañarlos, hasta que Draco le dejó en claro que no recibiría a más de una persona en su refugio, por motivos de seguridad, así que Harry tenía ojos y oídos alerta.

En vano, por supuesto. Para ese momento, lo único que había visto y oído era al mago saludar a Rowena, el kneazle que examinaba a Harry desde la distancia, y la dieta tan extraña que le dejaba tener a su crup adiestrado. A él no parecía importarle que lo observase llevar a cabo sus tareas primero.

—Si me ocultas algo —recordó Harry, al saber que había capturado su atención—, no podré ayudarte.

—No ayudaron —replicó él, mordaz, inclinándose desde el otro lado de la mesa—, Reed todavía tiene a Pansy.

—Pansy no estaba en su casa…

—Claro que estaba.

—Por si no te diste cuenta —Harry contestó a su irritado siseo con uno idéntico—, dos escuadrones de Aurores examinaron el lugar. Sin rastro de maldiciones, sin víctimas encerradas. Ahí no había nada que pudiese decirnos que Reed era más de lo que aparentaba. Lo intentamos, ¿bien? Hay todo tipo de criminales por ahí que saben cubrir su rastro, pero no significa que voy a dejar el caso, y más información ayudaría.

—Viste su cuarto…

—Vi un cuarto —corrigió el Auror, bajando la voz, al tiempo que notaba que Draco dejaba caer los hombros, perdiendo la postura arrogante y confiada—, y una fotografía, y uní los puntos. Pero un montón de cosas no encajan en tu historia y en el Ministerio no harán más que resaltarlas, cuando Mione y yo intentemos buscar apoyo. Tú lo sabes, se van a poner de su lado, entonces tenemos que ir con el doble de pruebas para que no duden de ti.

—He dicho lo que necesitaban saber, he cooperado. Es él quien usa esas horribles maldiciones, es él quien tiene- tiene a Pansy y ninguno de ustedes…

—No has dicho todo y lo sabes —Harry lo hizo callar—, nunca has sido de decir todo. Por Merlín, es obvio que no me contarías, a mí, de entre todas las personas, más de lo que considerases estrictamente necesario, Draco.

Cuando el mago lo observó con ojos enormes, sin palabras, Harry se permitió una débil sonrisa.

—¿Sorprendido?

—Es…extraño —Draco eligió con cuidado la palabra, arrugando el entrecejo de forma apenas perceptible— que sepas eso de mí.

Harry flexionó los codos sobre el borde del comedor, y se inclinó hacia adelante también. Volvían a quedar cara a cara.

El coleccionistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora