Epílogo

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Harry apenas lo sintió llegar, por una ligera vibración en las barreras, no la suficiente como para alarmarlo; bien podría ser Merlín, ladrando a una doxy entre los tapices de los Black que siempre prometía quitar y nunca lo hacía, o Rowena, arruinando las patas de otro mueble con sus garras. Él continuó leyendo sobre el caso más reciente de los Aurores, uniendo piezas de información en su cabeza, e intentando encontrar ese fallo que sabía que estaba ahí, pero aún no podía identificar.

Llegó por detrás. Por la manera en que le pasó los brazos sobre los hombros y se recargó en su espalda y el sillón, lo reconoció incluso antes de que hubiese hablado.

—Alguien se metió a tu casa y no te diste cuenta, mal, muy mal.

Harry contuvo una sonrisa.

—Entonces deja que le diga a Draco, va a estar molesto porque alguien haya entrado a nuestra casa…

Cuando estuvo por levantarse, lo sintió desvanecerse.

Draco reapareció frente a la mesa donde tenía el resumen del caso de esa semana, con las manos en la cadera, por encima del uniforme de Inefable. Llevaba casi seis meses trabajando en el Departamento de Misterios con Blaise, y aún se veía igual de presumido que la primera vez que se lo puso.

—Te va a regañar por dejar que alguien entre —replicó su novio, burlón.

—Le diré que Merlín le mordió la pierna al intruso.

—No te creerá —Cuando se estiró para jalarlo más cerca, Draco volvió a desvanecerse y se materializó un poco más allá, en un parpadeo. Desde que su compañero ex Slytherin y él perfeccionaron el método de desvanecimiento con el uniforme, a veces decidía portarse así. Harry no le decía nada porque lucía como un niño orgulloso de su más reciente logro, y le gustaba verlo feliz.

—Oh, no sé, yo digo que sí. Él me tiene confianza, ¿sabes?

—¿Y eso por qué? —Draco se esfumó y reapareció a un lado de Harry. Al desabrocharse la capa, la dejó doblada sobre el respaldar del sillón y se quedó con la ropa que llevaba debajo. Harry apartó los papeles en su regazo para que se sentase sobre sus piernas y así lo hizo—. ¿Hiciste algo para que ese tal Draco confiase en ti, héroe?

Él asintió, tan solemne como era capaz.

—Su gata me quiere, es por eso que confía en mí —explicó Harry, seguro. Draco sonrió y enterró el rostro en su hombro. Harry le besó la cabeza, oyéndolo murmurar sobre el buen motivo que era seguir los instintos de Rowena—. ¿Qué tal el día en el Departamento de Misterios?

Y como también era usual, Draco se enderezó, carraspeó y se hizo el importante al contestar:

—Eso es información clasificada.

Así que Harry rodaba los ojos, y por lo general, simulaba perder interés hasta que él mismo le contase uno o dos detalles. Ese día, sin embargo, decidió mencionar algo que rondaba su cabeza.

—Blaise le cuenta a Ilta siempre.

—Es diferente —Draco se encogió de hombros.

—¿Por qué?

—Porque ellos están casados —Frunció la nariz, de un modo que le habría resultado divertido, si la respuesta no lo hubiese descolocado. Fue el turno de Draco de rodar los ojos—. Sí se pueden contar otras cosas a alguien con quien tengas una unión mágica, héroe.

Harry resopló.

—Vives conmigo, ¿qué más unidos podemos estar?

Él volvió a encogerse de hombros.

—Yo no hice esa regla tonta, Harry.

—Pues no me parece justo, y tú, como Inefable, podrías sugerir que se cambie.

—Quéjate con el Departamento, si quieres —Draco lo miró y se rio en su cara.

Mientras Harry fingía protestar con que "no le contaba nada" y "no le había dado su beso de saludo" y Draco le echaba los brazos en torno al cuello, para inclinarse hacia él y darle uno de esos besos largos que lo mareaban, la pequeña caja que Harry tenía en el bolsillo del pantalón le recordaba su presencia con más fuerza que antes.

Sólo necesitaba encontrar las palabras correctas para pedírselo. De momento, aquello era más que suficiente.






Final esponjoso y suavecito servido, sí, sí, como dictan los mandamientos del fluff. Gracias por leer, flancitos /corazón, corazón.

El coleccionistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora