VII

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—…ahí está.

A Harry se le ocurrió que el tono del mago que lo acompañaba era casi doloroso cuando la localizaron. Su expresión, en cambio, conservaba ese tranquilo vacío que solía ver en las fotografías de los artículos semanas atrás.

Luego de atravesar una exhaustiva seguridad para ingresar al salón, en una zona antimuggles a las afueras de Londres, de que un Auror joven (que por suerte, no pertenecía a su escuadrón) sospechase de Draco, y tuviese que reprenderlo y dejar en claro que iba con él (ya se podía preparar para la nota de Skeeter al respecto…), estaban dentro.

Las decoraciones opulentas eran doradas y blancas, y deslumbraban a los ojos de una forma que resultaba incómoda, obligándolos a apartar la mirada. Los invitados, más allá de aquellos que conocía, no eran mucho más agradables.

Pansy, como era de esperarse, iba del brazo de Reed, con uno de esos vestidos satinados que advertían de haber sacado unos cuantos galeones del bolsillo del hombre. Estaban rodeados de sus socios del banco, también como previeron, y la chica permanecía en un dócil silencio ante la plática.

—¿Ahora qué? Creo que sabe que están aquí —mencionó Hermione, que estaba cerca de ellos en calidad de invitada. Ron y ella, en realidad, pero su esposo estaba atacando la mesa de bocadillos.

Sus palabras se debían a que el mago había echado una ojeada a la entrada cuando se aproximaron, para luego decir algo a sus colegas y apartarse, llevando de la mano a Pansy hacia una pequeña pista improvisada, donde las parejas se movían con una lentitud que Harry sólo habría sido capaz de definir como agonizante.

—Granger —Draco le tendió una mano e hizo una reverencia rígida y corta—, ¿me concedes esta pieza?

No tenía que hacer más que ver el rostro divertido de su amiga para saber que se reiría por los próximos días de la petición entre dientes del ex Slytherin. Como persona "madura", sin embargo, aceptó sin soltar una carcajada de por medio.

—¿Qué hace Mione bailando con él? —Oyó poco después, cuando Ron se acercó con la boca llena y los brazos a rebosar de bocadillos. Aún vestía el uniforme de Auror, pero imponía poco o nada si tenía las comisuras de los labios manchadas de mermelada y chocolate.

—Van a acercarse a Pansy.

—Oh, bien. Mione nunca baila conmigo —observó Ron, frunciendo un poco el ceño. Harry elevó las cejas.

—¿Tú aprendiste a bailar, Ron?

—Pues…no —admitió su amigo, tras una pausa—, pero ella podría enseñarme y no lo hace. Y sabes que intenté aprender para nuestra boda, pero no se me da, entonces le dije que practicase más conmigo y en algún momento iba a aprender, ¿no? Pero creo que se rindió…

Decidió no hacer comentarios al respecto. En cambio, se fijó en la pista de baile.

Draco llevaba a Hermione de la cintura, la mano a una altura apropiada y sin arruinar la figura relajada que le daba el atuendo de dos piezas, ni hacer resaltar el vientre abultado. Andaba con una grácil suavidad, que hacía parecer que el baile era su segunda forma de moverse, y guiaba a la bruja a cada paso, sin tener que ver a las demás parejas, porque estaba tan bien coordinado con la música y el balanceo, que era seguro que aún le quedarían centímetros de distancia entre ellos y los otros.

Hubo un cambio de pareja cuando la canción finalizó. La chica que tomó la mano de Draco era apenas una veinteañera, que sonrió como si se hubiese ganado la lotería muggle. Él siguió bailando, sin dejarse distraer por los intentos de entablar conversación que ella llevaba a cabo.

El coleccionistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora