II

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—Mione, ¿es cierto que las reliquias hechas por duendes sólo las pueden reparar los duendes?

—Eso he oído —Su amiga, que revisaba una pila de documentos desde el otro lado de la encimera de Grimmauld Place, su nuevo lugar habitual de los sábados en la mañana, se detuvo un momento, para observarlo con el ceño fruncido—. ¿Rompiste algo de los Black, Harry?

Él se apresuró a negar, antes de que lo acusase de algún desastre.

—No, no, no es para mí.

Por suerte, no hizo preguntas, a pesar de que le dirigió una mirada curiosa durante varios segundos, antes de continuar con su tarea voluntaria.

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—…es absurdo, es simplemente absurdo.

Zacharias Smith, uno de los pocos Inefables con que mantenía contacto en el Departamento aliado, ocupó un espacio libre en su escritorio, en lugar de la silla frente a él, que estaba llena de libros e informes que Harry todavía no acomodaba, y no tenía intenciones de hacerlo tampoco.

—Dicen que no hay presupuesto para el intérprete para el caso Durand, pero tampoco van a dejar que los Inefables nos encarguemos en su lugar —Meneó la cabeza, con la misma exasperación con que hablaba de cada una de las fallas que le encontraba al sistema desde que ingresaron a sus respectivos puestos en el Ministerio—. Vas a tener que solucionarlo, Potter, no dejan de atarme de manos.

El "caso Durand" era la desafortunada circunstancia de un criminal francés que encontró refugio en Inglaterra, y al toparse con uno de los Aurores en patrulla, entró en pánico y lo atacó hasta matarlo. El Ministerio francés quería enviar un embajador para brindar más información respecto al caso, esa que las autoridades extranjeras lograron reunir y ellos todavía no, y de cierto modo, servir de observadores, jueces, y para apremiar la captura del sujeto.

Harry no estaba muy seguro de qué hacer cuando se enteró de que tendría que organizar la reunión.

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—Oye, Mal- Draco —Hermione pareció reconsiderarlo a último momento. Tenía una cucharilla de postres en la mano cuando se puso de pie y comenzó a hacer señas con la otra. Su esposo y Harry intercambiaron miradas.

Estaban de regreso en el restaurante a las afueras del Ministerio. Después de semana y media de haberle perdido la pista por completo, Draco volvía a aparecer con sus trajes hechos a la medida por el local.

Al escucharla, miró alrededor, como si creyese que se trataba de un error, o como si buscase auxilio en alguien que no podía encontrar, así que Hermione insistió.

—¡Hey, Draco! Ven aquí un momento, por favor. Es importante.

—Y aquí viene con su C. E. M…—Oyó murmurar a Ron, que se ganó un "¡shh!", cortesía de su esposa y futura madre de su hijo.

—¿C. E. M? —repitió Harry, organizando las siglas dentro de su cabeza.

—Causa de los Ex-Mortífagos —indicó ella, sonriente—. Corto, sencillo, suena bien. Es la mejor combinación que se me ocurrió…ah, ¡sí! Draco, siéntate un momento.

Al alcanzar la mesa, Draco arqueó las cejas, volvió a dar un vistazo alrededor, luego a cada uno de ellos y a la cuarta silla, que podía ocupar.

—Siéntate, siéntate —decía Hermione, entusiasmada.

Harry aprovechó el paso de un camarero para pedir un trozo de tarta de melaza, porque le quedaban cuarenta minutos del descanso para comer, y estaba seguro de que aquello iba para largo. Mejor entretenerse y dejarla hablar. Ron debió llegar a la misma conclusión en cuanto vio que convencía a Draco de sentarse frente a ellos, porque hizo regresar al mesero para pedir otra ración de pudin.

El coleccionistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora