— Pero no llores, odio verte llorando y por culpa mía — trató de consolarla, pero poco podía hacer tendido en la cama — Nuestro bebé va estar triste, Hermione, no llores....
¿Cómo no hacerlo si lo veía todos los días en cama? ¿Cómo poder evitar derramar una lágrima cuando el derramaba dos por el intenso dolor en las noches?
— ¿Qué recomiendas? — le preguntó.
—Primero, que descanses, casi tienes cinco meses y sigues desvelándote como si eso no afectara tu cuerpo.
— No voy a contratar una enfermera. Cuando era niño tenía una terrible mujer que lo cuidaba y lo maltrataba. Además, no me pesa cuidarlo — Pero incluso él nota lo cansada que estás.
El médico alemán que tanto pidió y que con tanto esmeró consiguió para su esposo, tenía exactamente el mismo dictamen que todos y eso la frustraba, incluso más que los otros, que aguardaban por lo menos que Draco viviera los siguientes diez años.
Diez años eran una basura, realmente no era nada. No lo era. Ella llevaba casi toda su vida conociéndolo y aún así sentía que era un instante, un mísero segundo que se le escapaba de las manos, hasta que lo vio caminar por la casa.
— ¿Qué haces? Debes de estar en la cama.
— Tranquila, puedo caminar aún. Mira, me siento mucho mejor — y la besó efusivamente — Además, ese niño va a querer a alguien con quien jugar. Y no va a encontrar a su padre tirado en la cama sin hacer nada.
Miró con atención los detalles nuevos que ella había puesto ahí. Y sintió la necesidad de preguntarle todo sobre cada juguete, cada ropa que había comprado y que desgraciadamente no pudo hacer en su presencia.
— No he comprado nada yo — argumentó Hermione — Todo lo que ves aquí lo han traído tus amigos y también ese regalo, que no he abierto, porque lo han mandado tus padres.
Draco percibió el gran paquete sobre el mueble y notó que estaba perfectamente forrado y dirigido a su persona. Sabía bien el por qué Hermione no le había comunicado nada, sobre todo por el dolor en su pecho que se formó al recordar que era un adolescente cuando ellos le dieron la espalda.
— ¿Quieres abrirlo por mí? — le preguntó el rubio — Es que no creo poder hacerlo.
— Claro....
Ella entendía perfectamente cómo se sentía, era el mismo sentimiento que proferían sus padres.
— Es una carta y un juguete — describió al hombre que miraba absórtala habitación de su hijo.
— Léemela...
Aunque hubiese preferido no saber del contenido, pues en ella decía que estaban profundamente arrepentidos de sus acciones y que además su hermano, Hyperion, había fallecido en un accidente varios años atrás.
Fue inevitable no llorar ante ese recuerdo, y mucho más cuando Hermione lo abrazó. Pero lo comprendía y hasta cierto punto entendía que él sólo era un estorbo en sus vidas.
Pronto llegaron y los visitaron, le pidieron perdón a él incluso a Hermione, que seguía indiferente ante sus palabras.
— Falta poco menos de un mes para que nazca mi nieto — dijo feliz la mujer — Espero que nos dejes cuidarlo.
Sin embargo, su mirada chocó con la de Hermione más de una ocasión.
— Lo sé... sé que yo soy ahora lo único que tienen, pero así como ustedes me ven, no duraré más de dos años con vida — les informó con frialdad — Me estoy muriendo poco a poco y tal vez de no haber vivido encerrado toda mi niñez, tendría más años de vida.
— No lo sabíamos — confesó su madre — Pero aún queda tu hijo....
— No, padre, este niño no es mío. Hermione se embarazó gracias a una donación, porque yo no podía tener relaciones sexuales con ella. Pero aún así, les agradecería mucho que cuidaran de ese bebé...
No necesitó ser genio para adivinar el pensamiento de sus padres, lo que sí le sorprendió fue como ellos simplemente estaban más interesados en el bebé que en él. Y que al saber que no era de su propia sangre, había desdeñado la labor que con tanto ahínco los había traído de regreso.
Lloró y después se tranquilizó. Especialmente porque Hermione estaba hecha una furia y porque gracias a eso se había adelantado el parto. Cómo si no tuviese suficiente con no poder cargarla y llevarla él al hospital. Se quedó atrás cuando todos los demás corrían al quirófano.
En realidad no estaba frustrado. El problema con sus huesos le hacía caminar más despacio y su cuerpo pedía a gritos sentarse, cuando lo que debería hacer era estar al lado de Hermione y tomar su mano. Pero tenía que ser fuerte, tanto o más que el pequeño rubio que nació una hora después.
Admiró desde el cunero la bella criatura que Hermione había traído al mundo. Era tan parecido a él, que creyó irreal ver su propio reflejo a través del vidrio. Blaise le informó que el niño estaba sano, totalmente libre de la enfermedad que carcomía su cuerpo. Entonces fue a verla y dormía tranquilamente.
— Gracias.... — le susurró ella antes de abrir los ojos.
— ¿Por qué? Yo debería darte las gracias, me has dado un lindo bebé.
— Tú sabes por qué — respondió abrazándolo — Te amo, Draco, nunca lo olvides.
Acarició su cabello largo y dejó que su mente se llenara de júbilo. El pequeño Scorpius no tardó en hacer eco en la casa, mucho más cuando comenzó a andar. Y alzaba sus manitas en busca de que él lo cargara, como si sintiera un gran rechazo por no saberse querido por su padre que lo amaba con locura.
Se sentó y con él en su regazo, besó su cabecita rubia. Ahora comprendía la alegría de Hermione todas las mañanas que veía despertar al niño, en cada segundo que pasaba y le mostraba cómo armar su juguete favorito.
— Pa...pá
Cómo olvidarlo, si Hermione le repetía incansablemente esa palabra. Normalmente otras madres preferían que sus hijos aprendieran su primera palabra diciendo mamá, pero ella simplemente le enseñó a decir esa y su nombre. Era curioso ver a Scorpius llamándolo de varias formas, especialmente cuando Hermione se sentaba a su lado a besarlo.
— No hagas eso, siento que me va a pegar un día — dijo Draco con gracia.
— No, no lo hará. Él te adora — le susurró al oído — Casi tanto como yo a ti...
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Te amaré por siempre [Dramione]
FanfictionPodrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor...