Generation Why

170 27 1
                                    

El día que se tiraron al lago con todo y ropa luego de que Minho hubiese terminado con Cheon Seungho fue divertido, claro que lo fue, pero no lo fue tanto cuando llegaron a sus hogares. En esa ocasión no esperaron a secarse y comenzaron a caminar directo a sus hogares chorreando agua de sus ropas. Cuando cada uno llegó a su casa no estaban completamente empapados, solo húmedos, pero aun así todo fue una desgracia.

Cuando Mina llegó, su padre estaba con unos accionistas en la casa. La vieron llegar e hicieron una mueca. Mina vio que uno de los señores estaba con un joven, tal vez uno o dos años mayor que ella, no estaba segura. Su padre, por obvias razones, le miró luciendo muy enojado, pero no era culpa de ella. Ni siquiera le avisó que tendrían visita. ¿Cómo se supone que sabría que no debía tirarse al lago esa tarde?

Mina no dijo nada y solo subió las escaleras para ir a su habitación. Era obvio que tendría que vestirse bonita para una linda cena a la que no quería asistir. Se dio una ducha de media hora más o menos, se puso un vestido rosa sencillo hasta las rodillas, ya que resalta su piel. Y nadie la escuchaba cuando decía que prefería algo blanco o negro. Todo debía ser rosa para esas reuniones importantes. Estaba secando su cabello cuando la puerta fue tocada. A los pocos segundos su padre entró así que apagó el secador de cabello para no hacer tanto ruido.

-¿Otra vez con esos buenos para nada?

-No les digas así. -dice simple y comienza a buscar qué joyería colocarse.

-Es lo que son. Mina, te he dicho mil veces que te juntes con señoritas. ¿Es que no sabes que hablan de ti? La única chica en el grupo de chicos. Mina, no quiero eso para ti.

-Me conozco y los conozco a ellos. Somos como hermanos. No tienes que preocuparte padre. No soy la puta del pueblo.

-¡Myoui Mina! ¡Sabes lo que digo sobre tu lenguaje! ¡Una señorita no...

-Una señorita no debe tener mal lenguaje. Debe ser educada, fina y delicada. Lo sé padre. No es como si alguien me estuviese escuchando ahora. -dice simple y se coloca un lindo collar dorado. -¿Quién es? -pregunta y su padre sabe a lo que se refiere.

-Es el hijo de mi mayor socio. Tiene diecisiete años. Es más alto que tu. Es perfecto así que si lo deseas puedes colocarte tacones.

-Usaré zapatillas. Mientras más bajita, más encantadora. ¿No?

-Esta es la Mina que crié. -dice simple y se acerca a dejarle un pequeño beso en la cabeza. -No tardes mucho. Los distraeré por unos diez minutos más. -y así deja a Mina sola en su cuarto.

Mina no hizo nada y solo se colocó los pendientes que hacían juego con el collar. Nunca esperó que esa noche le dieran una caja con un anillo de compromiso. Anillo que debía ponerse tan pronto cumpliera la mayoría de edad. Anillo que luego sería acompañado con el de matrimonio. Que gran estupidez.

.
.
.

Jaebum llegó a su hogar, y para sorpresa suya, su padre estaba ahí. Era raro considerando que su madre odiaba con su vida a su padre y el sentimiento era mutuo. Miró extrañado, bastante a decir verdad, pero todo quedó claro al ver que al lado había una pequeña maleta. Viaje sorpresa con su padre, otra vez, cuando ni siquiera era su fin de semana con él.

-¡Oh por Dios! ¡Ve a ducharte de inmediato! ¡Debes llegar a la empresa con tu padre antes de las siete!

-Si me hubiesen avisado, esto no estaría pasando. -dice simple y sube las escaleras.

-¡Spy tu madre! ¡No me hables así! -le grita enojada.

Jaebum solo siguió su camino a la ducha. Su padre no dijo nada, como era de esperarse. Su padre era simplemente ese típico padre ausente porque hubo divorcio. Venía los días acordados para llevarlo a cenar, sin hacerle nada de caso, y le deba dinero. A veces iba a llevarlo a reuniones de negocios, como era el caso en ese momento. A juzgar por la ropa que llevaba su padre, era algo importante, así que de igual forma se vistió formal y salió. Cuando se fueron ni siquiera hubo tiempo de dejar la maleta en casa de su padre. Solo fueron a un fino restaurante, su padre habló maravillas de él y al final fue anunciado como el nuevo dueño de la empresa tan pronto cumpliera los dieciocho años. Ya era oficial. Sería un esclavo de por vida.

Two boys, one sweater and other sad thingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora