Cuando un hombre amnésico y sospechoso de espionaje ingresa al hospital, Candy es la única en mostrar consideración por el misterioso y maltrecho paciente del cuarto cero. Pronto descubrirán que sus destinos está unidos. Albertfic.
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Pero no crean que me olvido de esta historia... y si el capítulo anterior les pareció emocionante, agárrense, ¡porque este está para quitar el hipo!
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Un brillante auto negro franqueó la reja de la propiedad de los Ardlay. En el espléndido automóvil volvía el heredero tras largos años de ausencia, pero solo Georges y la tía Elroy lo sabían.
Albert miró en todas direcciones, sin poder vislumbrar la casa principal. Al remontar una colina, descubrió la gigantesca mansión a la distancia.
-Esta es Lakewood.
Georges miró de reojo a Albert, quien exhaló con fuerza al darse cuenta del verdadero tamaño de la fortuna de la familia... de su familia.
La sra. Elroy, que había estado esperando junto a la ventana, apenas vio venir el auto, salió al encuentro de su sobrino tan rápido como se lo permitieron sus cansadas piernas.
-¡William!
La tía corrió hacia Albert para abrazarlo y él se contrajo instintivamente. Por más que le dijeran que esta era su familia más cercana, la sra. Elroy era solo una extraña.
-¡Oh, William, mi muchacho, cuánto hemos padecido por tu ausencia!
-Lo lamento -fue lo único que supo decir él.
-¡Ay, hijo! -exclamó la gran dama entre lágrimas, y volvió a abrazarlo.
Albert se dejó conducir al interior de la mansión. Si el exterior blanquísimo y brillante lo había deslumbrado, los inumerables candelabros de cristal austriaco, los bordes dorados de los muebles y los grandes cuadros de ilustres antepasados consiguieron hacerlo sentir incómodo.
-¿Esta era mi casa?
-Esta es tu casa -respondió con dulzura la tía-. Una de muchas, pero ciertamente la residencia principal. Espero que encuentres todo a tu entero gusto.
-¿Puedo ir a mi antigua habitación?
-Desde luego que sí. Está en el piso superior. ¿Quieres que te acompañe?
-No se preocupe Sra. Elroy... es decir, tía... no se canse. Estoy seguro de que Georges puede guiarme.
Albert se giró hacia Georges, quien asintió, aunque con un fugaz gesto de inquietud.