Con el correr de las semanas, la sociedad de Chicago se fue haciendo a la idea de que el William Albert era el patriarca de los Ardlay, y la curiosidad inicial se fue apagando, para gran alivio de Albert, que estaba francamente cansado de reuniones de señores y de visitas al club de golf.
Por fortuna, Archie estaba más que dispuesto a representarlo en ocasiones sociales y Stear tenía mucha cabeza para los negocios. Los lazos naturales de familia entre los tres, se habían vuelto inquebrantables debido a la genuina amistad que habían formado mientras Albert estuvo sin memoria. Juntos eran la punta de lanza del clan, con un empuje que no se había visto en generaciones.
Con ocasión de la boda de Archie y Annie, se supo que la carismática (y para entonces, no tan desconocida) esposa del Sr. William estaba esperando un hijo. Esto produjo una nueva oleada de visitas a la familia en la casa de Chicago, hasta que la pareja decidió retirarse a la pacífica mansión de Lakewood para que Candy pasara tranquila los últimos meses del embarazo.
Un día, sin embargo, acudió a Lakewood un visitante inesperado, que iba expresamente para presentar sus respetos a la Sra. Candice W. Ardlay. Se trataba de Neil Lagan.
Candy dio la instrucción de que lo recibiría en el salón de té, y allí la esperó Neil.
No se habían vuelto a ver desde el fallido compromiso, no a solas, cuando menos. Únicamente se habían encontrado un breve momento en la boda de Archie, habían intercambiado un respetuoso saludo y nada más.
Neil se puso de pie, nervioso, cuando Candy apareció por la puerta. Después de los saludos formales, Neil reveló el motivo de su visita.
-Me marcho a Detroit por una larga temporada, por negocios. No quise irme sin despedirme como es debido.
-Espero que tus planes tengan mucho éxito -contestó ella.
Neil sonrió con una breve inclinación de cabeza, pero cambió de tema.
-El matrimonio te sienta maravillosamente, Candy.
-¡Oh, Neil!
-Lo digo sinceramente. Solo me apena no ser yo quien puso esa sonrisa en tu rostro...
Se hizo un silencio incómodo, hasta que Candy habló.
-Albert y yo fuimos víctimas de un engaño terrible. Me hicieron creer que lo había perdido para siempre. Por un milagro lo supimos a tiempo para remediarlo.
-Casarte conmigo habría sido un error, ¿es así como piensas? -dijo Neil, herido.
-Solo porque me orillaba a aceptarte una gran mentira. Neil, si aquello que me dijeron hubiera sido verdad, me habría casado contigo con inmensa gratitud y con el vivo deseo de honrarte como esposo. Pero si hubiera sabido de la infamia después de desposarte, mi corazón habría quedado tan destrozado, que habría quedado inútil para sentir.
-El corazón que ha quedado inútil para sentir, es el mío, Candy.
-Sé que esta decepción parece insuperable, pero pronto comprenderás que es mucho mejor que encuentres a una mujer que te ame sin obstáculos.
-No podré amar a otra mujer más que a ti.
-Sí, Neil, claro que sí. Ahora sabes lo que es el amor y lo que vale ser correspondido. Imagina cuánto más dulce es un matrimonio cuando una mujer viene a ti por voluntad, y no por hallarse en una situación desesperada.
-Te diría que es amargo el desengaño si no fuera porque tú nunca me mentiste, Candy. Aun así anhelaba casarme contigo y ahora... Ni siquiera me queda el orgullo de ser superior al hombre que amas... debo inclinar la cabeza y ceder el paso ante el dorado heredero.
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Paraíso para Dos
FanfictionCuando un hombre amnésico y sospechoso de espionaje ingresa al hospital, Candy es la única en mostrar consideración por el misterioso y maltrecho paciente del cuarto cero. Pronto descubrirán que sus destinos está unidos. Albertfic.