Capitulo 2

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Buenos dias,  José.
Anastasia saludó con su amabilidad habitual al guardia de seguridad, que se estaba comiendo un bollo, y pasó a su lado sin hacer caso de la tos  con que la resondió el hombre al atragantarse.
   No estaba acostumbrada a los tacones altos y eso hacia que sus caderas se agitaran a cada paso. Se detuvo delante de los ascensores y cuando fue a presionar el botón, ya lo habia alcanzado antes un dedo masculino.
----Permitame.
Anastasia retrocedió y miró al atrativo joven.
----Gracias Paul.
El destello decironia que hubo en su voz hizo que el joven se quedara extrañado y su sonrisa se hizo menos entusiasta cuando entraron en el ascensor.
   Paul Fleet era un corredor de bolsa, bien conocido como El lobo de Fnance Towers por las chicas que trabajaban en esos edificios gemelos. Parte de su infame modos operandi era utilizar los lentos ascensores como terrenos de cazas para buscar nuevas presas.
Anastasia habia sido tentigo de  su técnica muchas veces durante los últimos seis años, pero ella nunca se habia merecido ni una mirada por su parte, y mucho menos una sonrisa.
   Hasta ese dia.
Cuando se dio la vuelta, vio al guarda con el bollo colgándole de la boca y los ojos abiertos como platos. Evidentemente, la seguridad del edificio era lo ultimo que tenia en mente. Un destello de malevolencia la hizo levantar una mano y despedirse de él graciosamente mientras se cerraban las puertas del ascensor.
   Cuando salió por la puerta de su piso de oficinas, el buen humor casi se le habia acabado. Dedicarse a tontear durante dieciocho pisos con Paul Fleet habia sido divertido, sobre todo cuando él, por fin, se habia dado cuenta de con quién estaba tratando de flitear. Pero cuando salió del ascensor, esa nueva fachada que se habia dado a si misma sufrió el estudio detallado de todos los empleados de la sección de ordenadores de las oficinas principales de Trident.Finance.
   Cuando llegó a las pequeñas oficinas de la sección de contabilidad, se sentia como si hubiera corrido una maratón.
   Por supuesto, era culpa suya. Normalmente era una de las primeras en llegar y  ya estaba trabajando en su mesa ciando empezaban todos los demás. Pero ese dia llegaba tarde a aproposito. Habia pensado que una gran entrada haria que todo el mundo se percatara de su cambio a la vez y asi no tendria que soportar las reacciones gradualmente. Ahora se preguntaba si no habria sido mejor tener un poco más de cautela.
  ¡ Pero no! Apartó inmediatamente ese pensamiento...La cautela era lo más tipico de la antigua Anastasia Rose Steele, la aburrida y pateticamente convencional Anastasia. La nueva y mejorada versión no tenia miedo de atraer la atención sobre si misma. Era espontanea, con confianza en si misma, sus acciones eran impulsivas, en vez de meditadas y dominadas por el temor a lo que podrian decir los demás.
   Habiendo llegado a ese punto, Anastasia sonrió a la atractiva joven que estaba sentada en la más pequeña de las mesas del  la elegante oficina.
----Buenos dias, Andrea.
----¡ Señorita Steele!
Anastasia cerró la puerta y se acercó a su mesa.
----¿ Pasa algo? ¿ Tengo monos en la cara?
Andrea Martin casi se tragó la lengua.
----No...Bueno, quiero decir, estás tan...tan...Quiero decir, llega tan tarde. He tratado de llamarla a su casa. El señor Elliot está de lo más enfadado por su tardanza. Está llamando cada cinco minutos.
----¿De verdad?--dijo ella mientras dejaba el bolso, a juego con la chaqueta de seda escarlata.
   Luego se sentó en la silla, abrió el bolso y sacó una pequeña polvera.
----¿ Está de mal humor?--preguntó mientras abria la polvera y luego se quitaba un supuesto brillo de la nariz.
   Le habia costado una buena media hora maquillarse esa mañana, algo en lo que normalmente tardaba diez minutos, y se sintió aliviada al ver que todavia tenia un aspecto inmaculado. Habia seguido al pie de la letra las instrucciones que le habian dado en el salón de belleza y le gustaban los resultados.
   Sus ojos ya no parecian hundirsele en el  rostro y el grosor de sus labios se veia acentuado por un tono escarlata, en vez de su habitual rosa. Las espesas cejas rectas habian sido transformadas en dos arcos graciosos y sus mejillas pronunciadas se veian disimuladas por el maquellaje.
   La antigua señorita Steele nunca habia provocado unos cotilleos como los que estaba segura que se estaban produciendo en esos momentos, ya que siempre se comportaba de una forma de lo más correcta y profesional. Habia sido ese serio comportamiento y discreción, junto con su habilidad como secretaria, lo que la habia hecho llegar en poco tiempo al puesto de secretaria personal de  Elliot Jessop, jefe de la sección de contabilidad de Tridente Finance. Sólo tenia veinte años entonces, pero incluso en ese tiempo habia poseido ese aire de madurez y serena competencia que le habia servido para acallar las criticas de los empleados más antiguos, a los que se  debia haber dado ese trabajo.
    Ahora, con veintiséis años, era levemente consciente de que la mayoria de la gente pensaba que era mayor y la equiparaban con el resto de las secretarias, que andaban bastante por encima de la treintena.
  No le extrañaba que Andrea la estuviera mirando ahora como si estuviera viendo un fastasma.
----¿Qué? ¡Oh! No . Por lo menos, no creo...---dijo Andrea por fin.
Anastasia cerró la polvera y sonrió.
----Sólo otro de sus injustificados ataques de pánico, ¿no?
  Desconcertada por la amistosa sonrisa tanto como por la irreverente referencia a la,  a veces volátil naturaleza de su jefe , Andrea le devolvió La sonrisa débilmente.
----No sé...Dijo algo sobre que Dios no le estaba poniendo las cosas faciles. No sé si se estaba refiriendo a algo religioso o profano.
----Hum, conociendo al señor Elliot, debe de ser profano.
----Ha estado maldiciendo mucho. He tenido que hacerle tres tazas de cafe antes de que me dijera que asi estaba bien. Pero el caso es que le hice el café siempre igual. ¡ Y no era distinto al que le hago todas las mañanas!
----Entonces, sera mejor que entre.
Anastasia se levantó entonces.  Dio un golpecito en la puerta del despacho de Elliot Jessop  y entró sin la habitual pausa para obtener su permiso.
---- Quería verme,  señor Jessop.
  Iba a haber utilizado su nombre de pila , pero en el último momento le faltó el valor y se maldijo mentalmente por su cobardía.
   

Continuara:

Una Rubia muy especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora