—¡Fuera!
Pocos se atreven a moverse. La reina está fuera de sí, otra vez. Nadie sabe exactamente la razón, probablemente que la carne no está bien hecha o que el vino está caliente.
La chica que atiende personalmente a la reina sale corriendo y llorando del comedor. Ya es la quinta chica en lo que va de semana. Y de nuevo, la reina necesita buscar a alguien para que la atienda.
—¿Es que no existe nadie competente en este país? ¿Nadie que pueda seguir unas sencillas instrucciones?—se queja apartando el plato de ella.
Sus hijos, sentados a los lados de la gran mesa, siguen comiendo sin hacerle caso. Están más que acostumbrados a las quejas de su madre. Su marido la observa desde la otra punta de la mesa y suspira antes de hablar.
—Querida, estás asustando a los sirvientes—como si a él le importaran lo más mínimo.
—Necesito una nueva criada. Una chica con un poco de luces—se enfurruña ella.
—Bien, le diré a mi secretario que te encuentre otra—es la respuesta del rey antes de volverse hacia su primogénito—Sander, hoy visitarás a lady Kistar. Dentro de una semana tengo intención de hacer público el enlace y quiero que le propongas matrimonio hoy.
Sander, su primogénito, levanta la vista aburrida de su comida. No está de acuerdo con el matrimonio aunque fuera pactado incluso antes de que él naciera. Ha conseguido posponerlo todo lo posible, pero los nobles están hartos y la novia impaciente.
—Sí, Sander, visita a tu novia—se ríe el hermano menor.
—Podemos buscarte una novia también a ti si es lo que quieres—le espeta su hermana pequeña—Tengo unas amigas que están deseando llevarte por el buen camino.
—No gracias—se apresura a responder—Estoy muy contento tal como estoy.
Sí, contento metiendo a todas las criadas que puede en su cama. Y Sazul está empezando a hartarse de tener que matar a todas las mujeres que quedan embarazadas solo porque su hijo no es capaz de controlar su libido.
—Lo que deberíamos de hacer es casarte—siguen la discusión los hermanos—Eres demasiado mayor para estar soltera.
Suzanne se levanta de la silla y coge su copa para lanzar su contenido a la cara de su hermano, quien a pesar de la habitualidad de la escena, es incapaz de apartarse a tiempo.
—Suzanne, querida—la reina apenas se inmuta—Si vas a comportarte como una niña, voy a prohibir que comas con nosotros de ahora en adelante.
Suzanne suelta unas cuantas maldiciones que solo hacen enarcar la ceja a su madre y divierten vagamente a sus hermanos. Tras eso, totalmente frustrada, se da la vuelta, aparta la enorme silla de un golpe antes de que uno de los lacayos pueda acudir en su ayuda y se marcha del comedor echando humo.
—Cada día está más inaguantable—su madre se toca la sien como si le doliera la cabeza—Voy a retirarme yo también.
Sazul se echa hacia atrás en cuanto ella desaparece. Los problemas se acumulan y Sicelle sigue como siempre, sin querer darse cuenta de nada. Los rebeldes parecen cada vez más poderosos. Los nobles, sobre todo Kistar, quieren quitarle cada vez más poder para poder ejercerlo ellos. Pero sobre todo, teme que cuando Sander contraiga finalmente matrimonio con la hija de Kistar, este decida que él ya no es necesario. Y él mejor que nadie sabe lo fácil que es asesinar a un rey…
—Majestad—le saca su secretario de sus cavilaciones.
—¿Qué pasa ahora?
—Lord Kistar acaba de enviar una misiva—le tiende el pergamino con bordes de oro que los nobles adoran usar para remarcar su importancia.
Sazul lo arranca de los dedos de su secretario y baja la vista para leer rápidamente las palabras de Kistar. El hombre le recuerda su trato. Quiere que le nombre Jefe del reino al mismo tiempo que anuncia el compromiso. En cuanto lo haga, Kistar habrá conseguido finalmente lo que quería, estar por encima de todos los nobles.
—¿Necesita algo antes de que me retire?—pregunta el secretario con la expresión en blanco.
—No…—empieza a decir cuando recuerda lo recién acontecido—La reina necesita otra chica de compañía. Asegúrate de conseguir una decente esta vez, estoy harto de sus lloriqueos.
El secretario asiente y caminando hacia atrás, pues está prohibido darle la espalda al rey, sale del comedor. Nada más cerrarse las puertas, su vacía expresión cambia cuando sonríe. A paso ligero se aleja del lugar en dirección a su despacho.
Saca un pequeño pergamino y escribe rápidamente. Lo cierra sin ningún sello y lo guarda en un bolsillo.
Cuando más tarde pasa por las cocinas, deja caer la carta en las manos de la cocinera en jefe, que asiente con la cabeza y se la guarda en el delantal.
—¿La reina ha despedido a otra chica?—deja escapar una risa.
Todos en la cocina se echan a reír al escucharlo. La mayoría de los chismorreos de palacio son sobre la reina y sus excentricidades. Al menos los que se dicen en voz alta.
Sentada en un taburete, Suzanne también se ríe. La cocinera le deja picotear un poco antes de apartar su mano. Las conversaciones alegres siguen, Suzanne sonríe, sintiéndose más cómoda ahí que con su familia. Piensa poco en la pobre chica que vendrá para soportar a su madre y simplemente lo hace para compadecerla. Ella ya bastante tiene con lo suyo.
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Ya sé que no es un capítulo muy largo, pero nunca está de más saber cómo están las cosas en palacio...
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De sangre azul
FantasyNo esperes una historia normal de príncipes azules encantadores y princesas en apuros que necesitan que las rescaten. Ellos son: -Helena: criada en la calle, pobre, valiente, impetuosa, de acción y sin pelos en la lengua. -Jack: niño rico, lector v...