—¿Koutaro...?
Se pudo escuchar a duras penas, de una voz contenida por la sorpresa y esa figura quedándose quieta al marco de la puerta.
Akaashi y el mencionado se quedaron perplejos, observándose unos segundos entre ambos y rápidamente tomando asiento en la cama, sin embargo eso no siendo suficiente cuando otra figura se paró junto a la de la madre del bicolor.
Su padre tenía sus facciones endurecidas, eso intimidando tanto a Akaashi como al mayor de los jóvenes, quien no había visto esa faceta en su padre.
—Quiero que te largues de esta casa, Akaashi —mencionó con su voz firme, profunda, eso causando un respingo en el chico de cabellos negros.
De inmediato buscó sus cosas, con tiembles en el cuerpo en especial en sus manos, sintiendo miedo y exasperación ante la mala suerte que tenían con Bokuto. Pero no alcanzó a dirigir sus manos a su mochila, la cual descansaba a los pies de la cama, su muñeca siendo sostenida cariñosamente pero con firmeza por ese chico que se llevaba su aliento.
Y escuchó otra cosa que salió de esa caja de sorpresas llamada Koutaro.
—No, no puede irse, es tarde y es peligroso.
Akaashi abrió los ojos de sobremanera, en sus lagrimales rápidamente acumulándose gotas de agua salina que contenía, no queriendo agregarle más factores de incomodidad y tensión a la situación.
No podía pensar solo en su bienestar, no si el real perjudicado es su capitán.
Elevó la mirada, viendo como Bokuto tenía un ceño fruncido ligeramente, preocupado, también asustado por como mordía su labio, por esa misma razón yendo con la mano contraria que era sostenida a acariciar la del bicolor.
Eso era todo lo que necesitaba el mayor de los dos, un poco de apoyo para hacerse valer frente a su padre, que veía poco y nada al igual que mamá, la cual no parecía tener signos de querer defender a nadie allí.
—No es pregunta.
Los jóvenes pasaron saliva por su garganta, Akaashi poniéndose de pie aún sin soltar su mano.
—No quiero verte más en esta casa, ándate.
El pecho del menor se contrajo, causándole que su respiración de volviera irregular, temblando y ya procurando irse del lugar. El ambiente era horrible, y no quería agravarlo más de lo que ya está.
Bokuto soltó su mano y caminó a pasos apresurados hacia la dirección de su padre, su madre yendo a ocultarse en la pieza que compartía con su pareja.
Akaashi no lo meditó, tomando sus cosas y corriendo tras el bicolor, sin saber como podía moverse, haciéndolo casi y por inercia, además no quería que su estrella hiciera algo estúpido.
Más tarde que nunca esa casa generalmente vacía y callada se volvió un griterío, la palabra del menor chocando contra las de su padre, en un intento desesperado de proteger a Akaashi de esas malas palabras que le diría su progenitor a tal.
Su madre le dio seguro a la puerta, dejando que esa discusión fluyera sin ella presente en tal, mientras Bokuto y su padre bajaban las escaleras sin dejar de intercambiar palabras.
—¡Qué se largue de aquí ¡¿No entiendes?!
—¡No puede irse ahora!
Intentaba hablar un desesperado Bokuto, a punto de llorar, no queriendo que nada le pase a su precioso setter, mucho menos queriendo echarlo de su propia casa, sin poder con la situación.
Akaashi se acercó, intentando sostener su brazo para calmarlo, pero apenas sus dedos rozaron la tela de la ropa que cubría esa extremidad contraria escuchando un fuerte grito que le hizo temblar, retrocediendo y mirando con temor al emisor de tal.
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||Memoria de tacto|| -BokuAka-
أدب الهواةEntre Bokuto y Akaashi existía una relación de amigos bastante tierna, tenían apoyo incondicional mutuo. Todo normal, como cualquier otra amistad, de no ser por un factor que empezaba cada vez a escaparse de las manos de cada uno... La tensión sexua...