Capítulo XIII

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Trataba con todas mis fuerzas de aferrarme a la conciencia. Era difícil, pero no me iba a rendir. Me obligué a abrir los ojos justo cuando Dylan apareció frente a mí, o eso creí. Se veía muy distinto. Era como si la mitad de él no fuera él, y de repente esa oscuridad demoniaca solo lo devoró y él ya no estaba. Pude respirar mejor gracias a que mis heridas se habían cerrado, pero no pude apartar la vista de eso o ¿él? Ya no estaba seguro de si era real lo que veía. Traté de levantarme, pero Lucy solo se abalanzó sobre mí llorando. Necesitaba protegerlas.

― Es Engel― dijo mi madre palideciendo― Tenemos que irnos ahora, por favor levántense―

Mi madre me ayudó con Lucy y al fin pude levantarme. Todo era impactante. Trozos de concreto volaban por los aires y varios sirvientes habían salido corriendo. Mi madre tiro de mí, pero yo no me moví. Miré a la criatura demoniaca que estaba a punto de matar a esa hada y tuve miedo.

Corrí en su dirección. Me lancé sobre él y lo detuve. No me importaba si me mataba, yo solo quería detenerlo. Quería que dejara de hacer daño.

―Detente― grité interponiéndome en su camino.

Miré sus ojos buscando a Dylan y solo podía ver esos ojos azules e intensos. El ya no era Dylan. Era algo que asustaba, lagrimas se escaparon de mi rostro y creo que era por enfrentarme a él. No estaba seguro de por qué. Aunque todo mi cuerpo me gritaba que corriera lo más lejos posible, no quería hacerlo. No podía, no quería abandonarlo.

―Por favor ¿Dylan?― ya no estaba seguro de si era Dylan o no.

La marca en mi cuello ardió. Sabía que lo que tocaba era a Dylan, aunque no lo pudiera reconocer. Poco a poco lo obligué a alejarse de esa hada.

Mi madre parecía atónita y solo abrazaba a Lucy con fuerza. La otra hada al fin se puso de pie y me miro con altanería.

―¿Crees que por qué me salvaste la vida, no voy a matarte?― exclamó ella.

―No lo harás― gritó mi madre― Porque ahora tienes una deuda de sangre con él, así que cállate, maldita mujer―

―Como quieras― dijo el hada― Pero tú no eres capaz de entender cosas como esta niño, la pelea entre nosotros y ese ser ha sido desde hace siglos. Y ahora...―

―Cállate― grité y solo me abracé a Dylan. Él no era Engel. Él no era ese ser, él... era mío.

Miré a Dylan y acaricié su rostro. Sus ojos azules, su aura negra y solo respiré. Él era esa criatura. Eso significa que yo solo había sido un juego pasajero para una criatura legendaria ¿Qué era mi vida en comparación a la suya? Ni siquiera sabía por dónde empezar. Incluso si todo lo que me dijo era una mentira, yo quería creerle.

―¿Quién eres?― dije tomando su rostro en mis manos― Sé quién eres, pero quiero que tú me lo digas―

D

Un grito oprimió mi pecho. En un segundo tenía a Wade sobre mí y su voz todavía resonaba en mi mente con la palabra "Detente". Era como un eco que hizo a mi mano caer, llevándose consigo las ataduras del hada y el control sobre la espada y la daga.

De nuevo estaba frío. Miré a Wade y encontré ese viejo sentimiento. El miedo y las lágrimas que salían de su rostro solo por verme. Él incluso soltó mi nombre como preguntando si de verdad era yo. Su maestro, un simple intento de hechicero con apariencia mundana. Qué cruel era verse aludido por la verdad.

Wade me fue alejando de la escena. Ya había dejado todo, incluso otro reflejo de mi sombra que vigilaba al hada en caso de otro ataque. Pero ya había acabado.

Marcados por el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora